Tratados de Libre Comercio a quién benefician


Autor: Director

El TLC firmado con China viene a consolidar la fórmula exportadora nacional: continuar el envío de materias primas sin valor agregado.


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Y firmaron. Ahora, nuestras industrias y sus ejecutivos cuentan con el desafío de conquistar los gustos y preferencias de 1.300 millones de habitantes ávidos de consumir. Un hito, sin duda, fue que China concretara su primer acuerdo comercial con una nación no asiática de sólo 15 millones de habitantes. ¿Por qué firmar un TLC con un país tan pequeño como el nuestro?
El tiempo se encargará de responder esta pregunta, pues las informaciones de que disponemos hasta ahora no permiten entregar razones certeras sobre las motivaciones del gigante asiático. Mientras, las autoridades nacionales han destacado la eficiencia del proceso, el valor de este Tratado y, como siempre, han reconocido el aporte que este acuerdo entregará a los miles de pequeños y medianos empresarios que laboran en todo el territorio.
Este TLC tuvo una característica: su rapidez para firmarlo. Duró 9 meses y 5 rondas de negociación. Todo un éxito para el equipo de la Cancillería. ¿Por qué tan rápido? Se dice que este Tratado es sólo comercial. Aunque se espera que pronto comience la segunda ronda de negociaciones que incluya aspectos como las inversiones y servicios.
¿Han sido beneficiosos los TLC para la ciudadanía?

UNA DÉCADA ESPERANDO
A fin de año cumpliremos una década desde el primer Tratado de Libre Comercio con Canadá, cuyo anuncio generó inquietudes en la época. Sin embargo, las autoridades destacaron el rol que el país estaba jugando a nivel internacional y la necesidad de que Chile abriera sus fronteras a nuevos mercados.
Los TLC se han planificado como parte de la estrategia de desarrollo del país, basándose en la siguiente premisa: mientras más abierto, estable y flexible es el marco legal que regula las inversiones extranjeras, mayores serán los flujos de inversión que ingresarán al país. Se aumenta así la formación de capital financiero y humano. Si a ello, dice el Gobierno, se suman las políticas sociales bien focalizadas, podremos salir de nuestro subdesarrollo.
Nuestros gobiernos han adaptado la legislación nacional a las exigencias de sus contrapartes, cada vez que éstos lo han solicitado, bajo el fundamento de que reglas igualitarias nos acercan al “libre comercio” y nos igualan como socios no sólo en derechos, sino en oportunidades. Hasta ahora, los hechos no parecen coincidir con la estrategia.
Un año después de que nuestro país firmó el TLC con Estados Unidos, Chile modificó importantes instrumentos de regulación financiera para asegurar la libre circulación del capital estadounidense. ¿Qué ha hecho Estados Unidos? No ha bajado ni un solo centavo los subsidios agrícolas con los cuales competimos en el mercado del Norte. Y, hasta ahora, no ha colaborado en el tan ansiado aumento de la Inversión Directa Extranjera. Nuestras regiones diseñan estrategias para atraer inversionistas y van modificando sus “orientaciones” como región. Hasta ahora el esfuerzo invertido es mayor a la presencia de nuevas empresas que potencien el desarrollo regional. La brecha de desigualdad entre el crecimiento de nuestras provincias y el desarrollo de la Capital sigue avanzando.
Por su parte, los TLC no han aumentado los empleos. No tenemos datos objetivos que permitan asegurar que las inversiones extranjeras provocan un aumento en la creación de nuevos trabajos. Al contrario, en los últimos años han ido decreciendo a través de los procesos de tercerización o externalización. Fenómeno instalado por las empresas multinacionales europeas y que también han adoptado algunas compañías nacionales con buenos resultados, en desmedro de ciertos derechos laborales, como el previsional.
El sector exportador corresponde a la gran empresa del país, de acuerdo a los volúmenes de tributación. Es el más beneficiado con los TLC, aunque genera menos del 10% del empleo en Chile. Según cifras oficiales de Aduana, nuestros envíos han crecido casi en un 50% respecto al año anterior. ¿Dónde están esas ganancias? A juzgar por los resultados, los acuerdos de libre comercio no están hechos para la mayoría.
Los tratados han apuntado a una precarización de las condiciones de vida y no respetan derechos básicos elementales, como la seguridad en el trabajo y la calidad de vida laboral. Sin embargo, han estado acompañados de un fuerte proceso de legitimación social. ¿Por qué será? Porque la mayor parte de la población nacional no conoce en profundidad en qué consisten estos acuerdos.

RIESGOS DEL TLC CON CHINA
Según el Gobierno “a todos nosotros”. La siguiente fase del acuerdo es darle valor a nuestras exportaciones y convertir el país en una plataforma de negocios y puente desde y hacia América Latina. Lo mismo que se ha dicho de cada uno de los acuerdos firmados desde 1996.
Al entrar en vigencia el TLC, el 92% de nuestros productos tendrán arancel cero inmediato. Dejando de lado los recursos naturales principales, como el cobre y otros minerales, harina de pescado y madera, los otros grandes beneficiados son los empresarios agrícolas y ganaderos. Especialmente los frutícolas, carnes de vacuno, aves y cerdos. También el sector agroindustrial, pasta de tomate, duraznos en conserva, etc. Se trata de sectores industriales que se caracterizan por bajos sueldos, contar con trabajadores de menor perfil educacional y que laboran en condiciones precarias.
Dos de los principales productos que China importa son petróleo y cobre. En nuestro país las materias primas que más empujan el crecimiento de las exportaciones son los mineros: óxido de molibdeno, el concentrado del molibdeno sin tostar y los cátodos de cobre. En el sector forestal, el mayor aumento exportador lo tiene la madera y la celulosa. El 54% de esta pulpa fue enviada a Asia. En esta industria, el acuerdo con China no entrega nada muy novedoso. No hay información estadística que marque una tendencia al aumento del valor agregado en este rubro.
Este TLC puede poner en riesgo las ya debilitadas industrias del calzado, telas y ropas. Las micro, pequeñas y medianas empresas, que generan sobre el 80% del empleo nacional, se verán amenazadas en su capacidad de competir.
La rapidez de este acuerdo implicó no considerar ni estudiar las consecuencias sociales de los mismos. Las prioridades en materia de políticas públicas se concentran casi monopólicamente en variables comerciales, en la eficiencia, la rentabilidad; pero no existe énfasis igualitario en la búsqueda del bienestar y la mejor calidad de vida de la población.
Algunas empresas están pensando trasladar su producción a ese país. Pues el trabajador chino es tan barato que la apuesta vale la pena. Comenzará ahora la competencia por el trabajador. Es probable que las cifras futuras hablen de éxito. Pero este modelo desde hace una década que no genera bienestar en nuestras provincias. ¿Este acuerdo lo hará? Veremos qué nos dice el tiempo.

Cecilia López Maltrain


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