(Imagen: Pintura de Francisco Morales)
A veces cuesta encontrar las palabras adecuadas par expresar tus sentimientos a alguien. Afortunadamente existe gente que lo puede hacer mejor que uno. Te dejamos con estos seis poemas de amor para que leas y compartas con tu persona favorita.
Llevo tu Corazón (E.E. Cummings)
Llevo tu corazón conmigo,
lo llevo en mi corazón.
Nunca estoy sin él
donde quiera que voy, vas tú
amada mía,
y lo que sea que yo haga
es tu obra.
No temo al destino,
ya que tú eres mi destino.
No quiero ningún mundo,
porque tú eres mi mundo, mi certeza.
Y eso es lo que eres tú.
Lo que sea que una luna
siempre pretendió,
lo que sea que un sol quiera ser.
Este es el secreto más profundo
que nadie conoce.
Esta es la raíz de la raíz,
el brote del brote,
el cielo del cielo
de un árbol llamado vida,
que crece más alto
de lo que el alma puede esperar
o la mente ocultar.
Es la maravilla que mantiene
a las estrellas separadas.
Llevo tu corazón.
Lo llevo en mi corazón.
Tanto soñé contigo (Robert Desnos)
Tanto soñé contigo que pierdes tu realidad.
¿Todavía hay tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo y besar
sobre esa boca el nacimiento de la voz que quiero?
Tanto soñé contigo que mis brazos habituados a cruzarse sobre
mi pecho cuando abrazan tu sombra, quizá ya no podrían
adaptarse al contorno de tu cuerpo.
Y frente a la existencia real de aquello que me obsesiona y
me gobierna desde hace días y años,
seguramente me transformaré en sombra.
Oh balances sentimentales.
Tanto soñé contigo que seguramente ya no podré despertar.
Duermo de pie, con mi cuerpo que se ofrece a todas las
apariencias de la vida y del amor y tú, la única que cuenta
ahora para mí, más difícil me resultará tocar tu frente
y tus labios que los primeros labios y la primera frente
que encuentre.
Tanto soñé contigo, tanto caminé, hablé, me tendí al lado de
tu fantasma que ya no me resta sino ser fantasma entre
los fantasmas, y cien veces más sombra que la sombra que
siempre pasea alegremente por el cuadrante solar de tu vida.
La portadora (Jorge Teillier)
Y si te amo, es porque veo en ti la Portadora,
la que, sin saberlo, trae la blanca estrella de la mañana,
el anuncio del viaje
a través de días y días trenzados como las hebras de la lluvia
cuya cabellera, como la tuya, me sigue.
Pues bien sé yo que el cuerpo no es sino una palabra más,
más allá del fatigado aliento nocturno que se mezcla, la rama de
canelo que los sueños agitan tras cada muerte que nos une,
pues bien sé yo que tú y yo no somos sino una palabra más
que terminará de pronunciarse
tras dispensarse una a otra
como los ciegos entre ellos se dispensan el vino, ese sol
que brilla para quienes nunca verán.
Y nuestros días son palabras pronunciadas por otros,
palabras que esconden palabras más grandes.
Por eso te digo tras las pálidas máscaras de estas palabras
y antes de callar para mostrar mi verdadero rostro:
«Toma mi mano. Piensa que estamos entre la multitud aturdida
y satisfecha ante las puertas infernales,
y que ante esas puertas, por un momento, llenos de compasión,
aprisionamos amor en nuestras manos
y tal vez nos será dispensado
conservar el recuerdo de una sola palabra amada
y el recuerdo de ese gesto,
lo único nuestro».
Ella camina en la belleza (Lord Byron)
Ella camina ella y la noche ambas bellas
Despejada y de cielos llenos de estrellas
Y lo más bello de lo oscuro y brillante
Se reúne en sus ojos y en su semblante
Así ella ha hurtado a la noche esa luz tierna
Esa luz que el cielo niega al vulgar día.
Una sombra de más, un rayo de menos,
De haber mermado la gracia sin acervo
Que se agita en cada plumaje del cuervo
O ilumina suavemente así su cara
Donde los pensamientos serenamente
dulces expresan eso que le depara
su pura y adorable hermosa morada.
Y en esa mejilla, y sobre esa frente
Tan suave, tan tranquila, pero elocuente,
Las sonrisas que vencen, tintes que brillan,
Y hablan de días en la bondad presente
Una mente en el pasado en paz con todo,
Un corazón cuyo amor es inocente
Jureles (Juan Cameron)
Traigo tres jureles para adornar tu mesa
jureles como escamas de amor desperdigado
jureles con sus ojos tan tristes al canasto
con sus ojos de ausente o vendedor de dulces
a diez pesos jureles para adornar tu mesa
Traigo tres jureles para tu cuchillo
para que salga toda tu sonrisa a la cara
& se haga la crema en tus manos de carne
& se prendan las velas & se amen tus piernas
& se quede el aceite muy negro en su guarida
Traigo tres jureles para adornar tu mesa
En tu lengua condúcelos al cielo de los peces.
Bajé, dándote el brazo (Eugenio Montale)
Bajé, dándote el brazo, por lo menos un millón de escaleras,
y ahora que no estás hay un vacío en cada escalón.
Así y todo fue breve nuestro largo viaje.
El mío dura todavía. Ya no necesito
hacer combinaciones, reservas,
someterme a las trampas, a las humillaciones de quien cree
que la realidad es eso que se ve.
Bajé millones de escaleras dándote el brazo
no porque creyese que cuatro ojos pueden ver más.
Contigo las bajé porque sabía que de las nuestras
las únicas pupilas reales, pese a que estaban tan obnubiladas,
eran las tuyas.