La sexualidad pretende escapar de la cruel rutina y el gris mundo de la vida moderna, a través del erotismo.
Se trata de una actividad tan gratificante como imaginativa, que rompe con el orden establecido, a través de la creatividad y llena de color a un mundo que enseñan a ver en una escala de grises. En una sociedad donde el andar del tiempo y cada una de las obligaciones diarias aprisionan al cuerpo e inhiben la imaginación, mientras se gratifica la simpleza y absurda productividad utilitaria, el sexo se levanta como uno de los últimos resquicios de la naturaleza humana, aún infranqueable por el sofocante día a día y los deberes cotidianos.
El motor del erotismo es la diversidad sexual, tanto en orientación, como en técnicas y experiencias. No existe un encuentro pasional idéntico a otro. Cada uno es acompañado de cambios radicales o sutiles, que demuestran que el sexo funciona como un catalizador de los impulsos más propios de lo humano, un impulso irrefrenable que se conduce violentamente hasta fundirse junto a otra voluntad.
Esa es la razón por la que cada vez que se practica en plenitud un suspiro invade el pecho, provoca somnolencia y hunde a cualquiera en un dulce trance posterior al sexo. En ese momento se desvela el lado más terrenal de cada persona y atrás quedan todos los tabúes, la vergüenza y las preocupaciones que amargan la existencia.
¿Alguna vez has sentido una atracción involuntaria hacia alguien de tu mismo sexo?
Alrededor de esta pregunta, giran un sinfín de cuestionamientos que todo adolescente tiene en sus primeras experiencias sexuales. El ser humano es curioso por naturaleza y como tal, tiene un talento innato para dejarse llevar por lo desconocido, misterioso y sobre todo, lo sagrado, intangible o prohibido.
Por muchos años, se creyó que el amor era entre hombre y mujer, de lo contrario, no era. Cualquier distorsión a tal lógica se trató de anomalía, desviación y enfermedad. Se intentó corregir y se caracterizó como una aberración antinatural, hasta que la biología descubrió que la enorme mayoría de especies animales mantiene prácticas homosexuales. No obstante, los prejuicios se mantuvieron y de vez en cuando, se levantan para iniciar una nueva ofensiva contra la libertad, la diversidad y el control del hombre de su propia vida, sin Dios ni ningún intermediario.
La práctica y el descubrimiento son tan naturales como el deseo mismo de sentir calor, recorrer otra piel desnuda o romper en furia frente a un cuerpo, sin importar su sexo ni el propio. La torpeza de estos tiempos intenta clasificar entre blanco y negro, cuando la sexualidad es un instinto que explota en todas direcciones y tiene tantos matices como colores hay en el mundo.
La serie fotográfica de Matt Lambert pretende estudiar cómo se concibe la sexualidad en el primer cuarto del siglo XXI. A través de fotografías masculinas en momentos íntimos, las imágenes aparecen disruptivas y crean una confrontación directa con las mentes que aseguran: la homosexualidad es parte de una aberración de la sociedad y la mente humana. Al mismo tiempo, confirma la naturalidad y rompe con los tabúes que desde hace siglos, el mundo ha puesto sobre los hombros de las personas con preferencias distintas a la supuesta “regla” que denota normalidad.
Conoce más sobre el trabajo de Lambert en su Instagram.