Así como hay gente que colecciona reliquias de santos, otros conservan los restos de personajes históricos.
3 reliquias de la historia: los ojos de Einstein, el pene de Napoleón y el dedo de Galileo
1. El dedo de Galileo
En 1737 los restos de Galileo Galilei fueron trasladados de una tumba a otra en la basílica de la Santa Cruz de Florencia. Sus seguidores aprovecharon la ocasión para sustraer partes de la anatomía del astrónomo. Le arrancaron un diente y tres dedos.
El primer dedo fue recuperado en 1937 y podía verse en el Museo de la Historia y la Ciencia de Florencia. En 2009, un coleccionista compró una urna en una subasta y en ella se encontraron los dos dedos que faltaban y el diente. El hombre entregó su hallazgo al Museo de la Ciencia de Florencia, donde ahora se exhiben junto al primer dedo.
2. El Pene de Napoleón
Napoleón falleció en la isla de Sta. Elena en 1821, donde había sido desterrado por los británicos. La autopsia al cadáver la realizó un cirujano inglés y, al parecer, procedió a extirparle el pene y guardarlo como reliquia. También consta en la crónica de uno de sus ayudantes de cámara que el médico corso que ayudó en la autopsia sustrajo dos fragmentos de las costillas.
¿Qué ocurrió después con el miembro cercenado? Fue de mano en mano durante casi dos siglos: del cirujano a un sacerdote italiano, de éste a un librero londinense y por último, se sabe que entre 1977 y 2007 fue propiedad del urólogo norteamericano John J. Lattimer, que lo habría guardado en una maleta junto con otras curiosidades históricas. En 2016 la maleta salió a subasta y fue comprada por un coleccionista argentino y se supone que el pene de Napoleón estaba en su interior.
3. Los ojos de Einstein
En 1955, tras su muerte, tanto el cerebro como los ojos de Einstein fueron retirados del cadáver. El cerebro fue estudiado durante décadas, pero los ojos le fueron entregados al oftalmólogo y amigo personal del científico, Henry Abrams, como recuerdo.
El oftalmólogo murió en 2009 y actualmente se cree que los ojos están guardados en una caja de seguridad de un banco de la ciudad de Nueva York. Una parte del cerebro le fue devuelto a su nieta Evelyn y otros fragmentos se han perdido o permanecen en instituciones científicas para seguir estudiándolos.