15. Aurora.
Si esto fuera una carrera y el feminismo fuera la meta, Aurora sería la persona que se cae en la línea de salida, se encoge de hombros y se sienta en el césped a ponerse florcitas en el pelo. Lo único que hace Aurora es no hablar (es una de las princesas Disney con menos diálogo), sobarse durante el 75% de su película y esperar a que el príncipe la despierte de la siesta con un beso. Y nada de esto es jamás una elección personal: Aurora tiene menos autonomía que un mueble.
14. Blancanieves.
Blancanieves debe huir del castillo porque, según un espejo, es más guapa que la reina y, claro, la reina no estaba para sororidad la mañana que se encontró la primera arruga. Así que Blancanieves escapa después de que la intenten matar y un grupo de simpáticos animales la dirigen a una casa habitada por siete enanitos, ¿qué es lo primero que hace la boba de Blancanieves al entrar en la casa de siete hombres? Ponerse a limpiar hasta dejarla brillante como un diamante.
13. Cenicienta.
Cenicienta es una mujer que vive secuestrada en su propio hogar y a la que obligan a realizar todas las tareas domésticas necesarias en una casa inmensa. Cenicienta está tan oprimida que probablemente crea que “feminismo” es una nueva marca de detergente.
Su única oportunidad de supervivencia digna es pedirle a un hada madrina unos tacones y un buen vestido para ir a un baile a engatusar a un hombre rico que la saque de la miseria. Y, como Cenicienta es guapa, consigue que el hombre rico (un príncipe, nada menos) se fije en ella a pesar de tener que irse antes de las 12 para que nadie sospeche que en realidad es tan pobre que sus mejores amigas son un grupo de ratas. Al final todo se soluciona: para salir de la miseria nada mejor que largarte con un señor rico que conoces de 15 minutos que, a pesar de ser incapaz de recordar tu cara, tiene una fijación por tus pies.
12. Ariel.
Ariel tiene varios puntos fuertes: es inconformista, tiene inquietudes, es creativa y está constantemente enfrentándose a la excesiva rectitud y necesidad de control de su padre, el cabrón de los mares. Pero también decide dar su mayor talento (su voz) para reencontrarse con un chico guapo al que solo ha visto durante dos minutos y con el que no ha cruzado palabra.
La mayoría de sus decisiones parecen estar poco sopesadas (quizás porque tiene 16 años) y siempre tienen un punto en común: los hombres. Escapa para huir de un hombre (su padre) y reencontrarse con otro (Eric). Buuuuuh, Ariel.
11. Bella.
Bella es una tipa dura: es una ávida lectora en una pequeña aldea de Francia en 1800 (¡podría ser la próxima Mary Shelley!), dando con ello la lección de que está bien que una mujer sea lista y piense por sí misma. Además, Bella tiene ambiciones (“¿podrá la vida darme algo más?”) que nada tienen que ver con el matrimonio y la familia (no hay más que ver cómo rechaza al chulo de Gastón, que a ojos de toda la aldea es el partido del pueblo).
Una vez que se presenta voluntariamente como prisionera para liberar a su padre no cede ni a los ruegos ni a los gritos de Bestia, al contrario, Bella prácticamente obliga a Bestia a cambiar y comportarse como un humano decente si quiere que ella le dedique cinco minutos de su tiempo.
Por desgracia, al final la película repite la historia “príncipe conoce princesa” mezclando el mito del amor romántico con el síndrome de Estocolmo. Total, la belleza está en el interior… sobre todo si está en el interior de un príncipe multimillonario.
10. Rapunzel.
Vamos a empezar por lo básico: es precioso que una princesa Disney tome una sartén y la utilice como arma ¿Existe forma más contundente de reapropiarse de un símbolo de opresión femenina ocupándolo para golpear?
‘Enredados’ es una adaptación del cuento clásico de Rapunzel, donde una princesa vive encerrada en lo alto de una torre y es rescatada por un príncipe que debe trepar por su largo pelo. Fin. Pero la Rapunzel de Disney es mucho más que eso. Mientras está encerrada, Rapunzel juega al ajedrez, estudia astronomía, lee todo lo que cae en sus manos y APRENDE A PELEAR CON SU MELENA.
Sí, Rapunzel consigue su “y comieron perdices”, pero más por casualidad que por andar buscándolo: ella quería salir de la torre para explorar el mundo. Y en ese mundo también encontró el amor.
9. Jasmín.
¿Qué decir de la princesa Jasmín? La primera vez que aparece en escena es para rechazar a un chico que quiere casarse con ella. La segunda vez, es para abandonar los opresivos muros del palacio y descubrir qué hay más allá. Y la tercera, para demostrar que da igual todo lo príncipe que seas, que a ella le siguen sin interesar los juegos de quién la tiene más larga. Jasmín se enfrenta a un problema clásico de las princesas Disney: el matrimonio concertado. Como ella misma dice: “no soy un trofeo que se gana o se pierde”.
Al final de la película consigue que el Sultán cambie las leyes de Agrabah y permite a su hija casarse con quien ella desee.
8. Tiana.
¡Rápido! Una princesa Disney que trabaja: pide un deseo. Tiana es una mujer independiente, con las ideas claras (su sueño desde el principio es abrir su propio restaurante) y muy trabajadora (para conseguir su sueño, no duda en tener dos trabajos a la vez). Todo el dinero de Tiana le pertenece a ella y solo a ella. Ok, se enamora de un sapo. Pero el mensaje de la película es que debes pelear por conseguir lo tuyo. Y que no debes abandonar tus sueños.
7. Mérida.
Otra princesa Disney con un problema muy de princesa Disney: el matrimonio concertado. Lo fascinante de Mérida es cómo sale de esta situación: negándose a ser tratada como un mísero trofeo, es ella quien compite por su propia mano en la feria donde el que consiga acertar en la diana se casará con ella. Además de este desafío, Mérida también rompe con los estereotipos de género comportándose durante toda la película como un muchacho en un campamento de verano. Y no solo eso: su talla y su físico no se adaptan en absoluto al modelo al que Disney nos tenía acostumbrados. Bravo por Mérida.
6. Esmeralda.
Esmeralda es un auténtico icono feminista: desde el principio de la película sufre discriminación por ser gitana y lucha contra injusticias sociales como la pobreza o la marginalización de las minorías. Es increíblemente combativa y se enfrenta al poder más fuerte de todos: el del clero.
Espérate. No aplaudas todavía.
Esmeralda tiene a tres hombres detrás de ella toda la película: el bueno de Quasimodo, el villano Frollo y el capitán Febo. Pero Esmeralda es dueña y señora absoluta de su cuerpo y decide en todo momento qué hacer con él. Esmeralda no puede amar a Quasimodo como él la ama a ella: porque él la ve como a una especie de diosa bondadosa que acabará con sus problemas. Esmeralda no puede amar a Frollo, que representa todo el mal sobre la tierra y que, además, solo la quiere y la odia por considerarla el cuerpo del pecado, la estrella de sus más impuras fantasías. Es decir, que Esmeralda rompe el arquetipo de puta o santa: demostrando que el adjetivo no lo elige la persona que la recibe, sino que lo pone el ojo que la juzga. Por eso Esmeralda ama a Febo, porque la ve tal y como es: una mujer libre, luchadora y justiciera.
5. Megara.
Megara es una de las mujeres más infravaloradas de la factoría Disney y les diré por qué: Megara es antipática. Todos los personajes femeninos de Disney tienen algo en común: son simpáticos y, si son antipáticos, siempre lo son por una causa noble. Sin embargo, el caracter de Megara se asemeja más al de cualquier villano (Jaffar, Scar o Úrsula) que al de una protagonista. Lo que hace que no solo rompa moldes en Disney, sino en toda la sociedad (“sonríe, que estarás más guapa”).
Megara es increíblemente sarcástica desde su presentación (“mis amigos me llaman Meg o, bueno, o al menos lo harían si tuviera alguno”) donde indica que ni siquiera tiene un grupito de animales con los que irse a cantar y, si hay un rasgo que caracteriza su personalidad, es su cinismo en general y muy en particular en el plano amoroso (define a Hércules como “cliché” y su canción es un sopesamiento sobre si merece o no la pena volver a enamorarse).
Megara está llena de sabiduría y no solo lo demuestra en cada acto (la primera vez que ve a Hércules le dice que no necesita ser salvada) también en cada frase: “bueno, ya sabes cómo son los hombres: piensan que ‘no’ significa ‘sí’ y ‘piérdete’ significa ‘hazme tuya’”. Si esto no es pensamiento feminista, que baje Zeus y lo vea.
4. Pocahontas.
Máxima representante del ecofeminismo en Disney, Pocahontas es una de las pocas princesas que elige su destino por encima de su príncipe porque, sinceramente, tiene cosas más importantes que hacer que irse a beber té a Inglaterra.
Pocahontas es libre, segura de sí misma, valiente y todas las lecciones que da tienen que ver con el amor, el respeto y la igualdad. Pocahontas no es salvada por nadie, al contrario, es ella la que salva a John Smith y cuando él se pone en plan “ey, nena” ella le canta un “no entiendes nada de la vida, y como sigas por ese camino tú y yo no llegamos ni a la esquina”.
3. Elsa.
Elsa tiene a unos padres que en lugar de solucionar los problemas los ocultan, que la obligan a vivir encerrada y renunciar a una de las cosas que la hacían más feliz en la vida (el amor de su hermana) y, cuando por fin sale de su encierro y se enfrenta al mundo, este mundo la intenta matar. Elsa es una outsider y una incomprendida. Así que se aleja de todo, se va.
Pero se va para ser libre. Se va para no tener que escuchar las críticas constantes de los demás. Se va para vivir como ella quiere vivir, rodeada de lo que le hace feliz, de lo que nunca ha podido ser. Se va para ser ella. Y una vez se ha encontrado a sí misma, emprende un camino de vuelta por amor a su hermana, por pura sororidad. Porque cuando lo has perdido todo, cuando lo has soltado todo, también has soltado el miedo.
2. Mulán.
Mulán demuestra que las mujeres podemos hacer todo igual (o mejor) que los hombres. En su caso en concreto mejor porque salva China entera. Mulán toma los roles tradicionales de género, los pone sobre una tabla de madera y luego los rompe de una impresionante patada. Mulán desafía a todo el que se le pone por delante demostrando que una mujer es tan válida como un hombre y que merece el mismo honor y el mismo respeto, demuestra que es la sociedad la que nos obliga a pensar que no es así.
1. Moana.
Algo va bien en una película cuando la protagonista no se pregunta con quién deberá casarse o qué pasará cuando muera su padre sino cuán lejos podrá llegar. Ese es el mantra de Moana: quiere llegar donde nadie ha llegado, donde nadie se ha atrevido, para salvar a su pueblo de la destrucción y ser una gran líder. Y todo esto siendo menor de edad.
No tiene príncipe y su animalito de compañía es un pollo que no deja de causarle problemas. Tampoco tiene la suficiente seguridad en sí misma al principio (¿quién diablos la tiene?) pero tampoco tiene miedo ni reparo en convencer a su aliado de que el ego masculino no es la solución, sino el trabajo en equipo. Por eso puede llegar tan lejos como quiera, ¿quién puede impedírselo?
Fuente: Buzzfeed