En sus primeros dos meses en el Despacho Oval, Trump ha dado al Pentágono más autoridad para llevar a cabo operaciones sin la necesidad de ser aprobadas antes por la Casa Blanca, y ha permitido que la CIA, junto a la Fuerza Aérea, vuelva a participar en los ataques con drones contra objetivos terroristas.
El aparente fin de los días del llamado micro-management del equipo de Obama en la Casa Blanca es un alivio para el Pentágono, la CIA o el Departamento de Estado, que se desesperaban porque decisiones como el envío de helicópteros de Irak a Siria propiciaran extensos debates en el círculo íntimo del último presidente.
Pero el levantamiento de restricciones de Trump preocupa a grupos de derechos humanos e incluso inquieta a la propia comunidad de seguridad. Entender qué piensa realmente el republicano es la prioridad número uno de políticos y diplomáticos de todo el mundo. También de sus militares y espías dada la imprevisibilidad del magnate inmobiliario.
Como candidato, Trump dijo saber más que los generales y humilló al padre de un soldado musulmán muerto en combate. Pero, como presidente, ha colocado a tres generales en su Gobierno y ha seguido el criterio del Pentágono en rechazar la tortura y apoyar la OTAN. También se ha deshecho en elogios al mundo castrense y ha promovido el mayor aumento del gasto militar en una década.