Dedicamos este editorial (Nº100) a todas las mujeres y todos los hombres que han luchado por sus ideales de sol a sol y que, levantándose cada mañana con la convicción de que la tarea no está cumplida, seguimos trabajando por un mundo mejor en el que la balanza se equilibre con el peso de la razón.
Estamos convencidos de que nuestra labor transformadora, hoy más que nunca, no puede claudicar. Estamos conscientes de que somos una nueva gran familia para los ojos del sistema regulador, y que nuestro escrutinio de la realidad objetiva, de los hechos y sus falsedades morales, nos llevará a un nuevo tipo de legitimidad, ya no dictada por la clase política de turno, ni por su decadente modelo económico, sino por una ciudadanía consciente, activa, diversa, pero que entiende la importancia de la unicidad de sus acciones para la obtención de victorias colectivas.
Este tipo de acciones no son otras que el ejercicio cotidiano de formas de soberanía que pasan por lo territorial, lo alimentario y lo económico como primera parte del programa. Prácticas que estarán llenas de cortapisas dadas por el aparato controlador, pero que con ingenio y decisión política sabemos que podremos sortear.
Para quien conoce hace poco El Ciudadano, es importante que sepa que este lego de páginas aprendices es más que un simple medio de comunicación, es una herramienta para la transformación social. Lo hemos dicho en más de una oportunidad, queremos trascender el ejercicio clásico del periodismo de informar; estamos aquí para interpretar la enmarañada realidad, sacar conjeturas y, por qué no, elaborar propuestas.
En este sentido, hemos llegado hace ya un buen tiempo a la conclusión que para cambiar el orden instaurado, se hace necesario que los pueblos, soberanamente, avancemos para formar una Asamblea Constituyente, y dar a Chile una nueva Constitución. Es de urgencia comprender que he ahí la matriz legal de los grandes abusos y atropellos que se cometen contra la democracia y el medioambiente, que deseamos sea considerado sujeto de derecho, tal como sucede en nacientes constituciones de países hermanos.
Chile, queridos lectores, puede ser otro. Ya basta de que nos sigan dorando la píldora con soluciones parches, bonos y mezquindad de un Estado que hoy es botín de las corporaciones. Entidades mundiales que en concomitancia con sus peones -camuflados dentro del parlamento, de organismos públicos y del mundo sindical, y de otros importantes espacios de decisión-, usando el clientelismo, han terminado por podrir la dignidad del político de antaño.
Nuestra tarea de informar más y mejor sobre temas que se han solapado en la doble moral y el doble discurso, está recién consolidándose y para ello contamos con la mirada crítica de quienes nos leen. Las puertas y los correos de El Ciudadano están abiertos para recibir aportes y miradas que nos exijan crecer en diversidad y en calidad. El número 100, en ese sentido, es un compromiso.
Estamos conscientes de que la presente edición es muy autorreferente, no obstante quisimos compartir con ustedes y celebrar juntos este hito. En estos seis años nos hemos dedicado a crear conciencia y enseñar sobre cantidad de temas que muchas veces no tienen lugar en otros medios, como también aprender y formarnos continuamente; hemos cometido errores y sin duda aciertos y estamos satisfechos con lo recorrido, pero sabemos que el camino es largo, la adversidad tremenda y aún queda todo por hacer.
En nuestra portada usted puede ver la imagen del ícono de nuestro medio, un cerebro atravesado por una flecha. Muchos nos preguntan qué significa y creemos es momento de clarificarlo. Aquella imagen es tal como el corazón flechado, el amor por la razón, la reflexión y el conocimiento, y un llamado, un grito a que como sociedad DESPERTEMOS ante tanto abuso de poder.
Correligionarios(as), lectora(e)s y escritore(a)s de esta casa editorial, publicaciones hermanas de la Red de Medios de los Pueblos, nosotros ya somos constituyentes, hemos alcanzado junto a ustedes nuestro número 100 y así creemos que es tiempo de no parar de edificar en la realidad contra viento y marea, nuestros sueños de libertad para nosotros, los pueblos. Y es por eso que hoy, con más convicción que nunca, afirmamos lo que un día señaló aquel libertario Buenaventura: “Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”.
Equipo Editor
El Ciudadano Nº100, segunda quincena abril 2011