En las pocas horas que llevo en este país he podido comprobar los alcances de la “dictadura” de Rafael Correa, esa que denuncian incansablemente la plutocracia bancaria y sus voceros, los despistados líderes de algunos movimientos sociales y una izquierda extraviada que piensa que votando a un banquero ultraneoliberal que refugia sus ganancias en paraísos fiscales podrá dar el anhelado salto hacia la construcción de l socialismo en el Ecuador.
En efecto, en esta peculiar “dictadura”, como gustaba decir a Eduardo Galeano a propósito de las acusaciones en contra de Chávez, el bombardeo de los medios hegemónicos a través de la televisión, la radio y los periódicos en contra del presidente Correa es implacable e incesante. La población está sometida a un ininterrumpido ataque, en donde la manipulación informativa se ejerce sin restricciones. No hay límite ni escrúpulo alguno en las difamaciones e insultos al primer mandatario y, por extensión, a Lenin Moreno y Jorge Glas. La relación de fuerzas en el terreno mediático es de 9 a 1 a favor de la derecha, destilando sin pausa un veneno que pretende pasar por noticia o ejercicio periodístico.
Lo asombroso del caso es que en esta curiosa “dictadura” los medios pueden prostituir al periodismo, abrumar a la opinión pública con falsas informaciones y agraviar al presidente y sus colaboradores sin temer por ningún tipo de represalia. Desesperada, la derecha presiente que aún con esa fenomenal artillería mediática es poco probable que pueda ganar las elecciones del próximo domingo. Apela para ello a cualquier expediente. Las imágenes que acompañan esta nota son aleccionadoras. Están instaladas justo enfrente de las oficinas del Consejo Nacional Electoral, el organismo encargado de administrar los comicios. Como la candidatura del banquero Guillermo Lasso carece de una propuesta creíble a favor de las clases y capas populares ecuatorianas –son muchos los que aquí recuerdan lo ocurrido en la Argentina con las promesas de Mauricio Macri- recurren a la mentira y la difamación. Allí están Piedad Córdoba, Ernesto Samper, Tibisay Lucena y Sandra Oblitas exhibidos cual si fueran unos salvajes terroristas que con su accionar habrían asolado Venezuela y que amenazan con hacer lo mismo en el Ecuador en caso de que Lenin Moreno se alce con la victoria.
Todas estas aberraciones son posibles bajo la “dictadura” del correísmo mientras sus mentores y ejecutores gozan de total libertad y piden ayuda internacional (verbigracia: injerencia norteamericana) para poner fin al «despotismo» que ahoga al Ecuador.
Atilio Boron
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