El resultado del balotaje en Ecuador fue la victoria de Lenín Moreno con el 51,14% contra el 48,86% del banquero Lasso, con la participación del 83% del electorado (unos diez millones de personas).
A pesar de que las elecciones fueron validadas por varios organismos internacionales, como la OEA y la UNASUR, y catalogadas como «impecables» y «transparentes», el binomio Lasso-Páez se ha negado a aceptar la derrota. Usando como justificativo un exit poll realizado por la polémica encuestadora Cedatos y difundido por el canal Ecuavisa, que le atribuía ventaja a Lasso, han denunciado fraude, y han cortado vías principales de Quito durante cinco días consecutivos, hasta hoy viernes 7 de abril. También hubo protestas -en menor escala- en la ciudad de Guayaquil, la más poblada del país.
El 5 de abril, después que el Consejo Nacional Electoral (CNE) finalizó el conteo de votos y anunció oficialmente el triunfo del binomio Moreno-Glas, la alianza CREO-SUMA de Lasso presentó impugnaciones a 1795 actas electorales. Pocas horas después, Alianza PAIS (AP), se «adhirió a las impugnaciones» para demostrar que no hubo fraude, y poner en evidencia «las maniobras antidemocráticas» de Lasso y sus partidarios. Esta decisión de AP -de adherirse al recuento demandado por los perdedores- fue sorpresiva y, me atrevo a decir, sin precedentes a nivel nacional o mundial. De inmediato el candidato Lasso subió la apuesta: anunció que pediría la revisión de casi «el 100% del universo electoral ecuatoriano». En abierto desconocimiento de la Ley Electoral de Ecuador, que determina que solo se pueden impugnar actas en las que se haya notado discrepancias numéricas -y de ninguna manera todas las actas. Posteriormente el presidente de CREO-SUMA, César Monge, que actúa como experto electoral (vistiendo una chaquetilla blanca con las palabras «control electoral» impresas en la espalda), ajustó los números precisando que quieren impugnar 2448 actas. Y, por tanto, el recuento de votos sigue…
El binomio de la coalición anti-correísta Lasso-Páez perdió las elecciones, pero al negarse a reconocer su derrota y ocupar las avenidas aledañas al CNE en Quito -con el respaldo del alcalde Rodas- ha logrado mantenerse en las portadas de los medios de prensa nacionales e internacionales más de lo previsto para un perdedor. Y, en alguna medida, también ha conseguido opacar, por el momento, el triunfo del binomio Moreno-Glas.
Una década de gobierno de Alianza PAIS
Los logros de la década de gobierno de Rafael Correa son innegables: reducción de la pobreza, inversión social en educación, salud, bonos solidarios a adultos mayores y personas con discapacidades, y desarrollo de infraestructura. Sin embargo, especialmente en los últimos años, con la baja de los precios de los commodities, se hicieron ajustes impopulares, como la reducción del empleo público. Por otra parte, a lo largo de esta década, se produjo un deterioro (atribuido en parte a la personalidad del presidente saliente) en las relaciones con los movimientos sociales, en particular con los indígenas y los ecologistas que cuestionan el «modelo extractivo» de este país petrolero. Ecuador además carece de moneda propia, es un país dolarizado desde el año 2000, durante el gobierno de Mahuad -del cual el candidato-banquero Lasso fue Superministro de Economía. La dolarización implica que Ecuador carece de soberanía monetaria y tiene una total dependencia de las divisas que entren al país por la venta de petróleo. La baja en los precios del petróleo de los últimos años fueron, por tanto, un golpe fuerte a la economía.
A esto se sumó el desastre natural del peor terremoto en décadas, ocurrido el 16 de abril de 2016. Tuvo su epicentro en la provincia de Manabí, y afectó a más de un millón de personas, causando aproximadamente 700 víctimas fatales y miles de heridos. Tuvo un costo en pérdidas materiales de tres mil millones de dólares, 3% del PBI de Ecuador. Para sobrellevar la crisis, el gobierno del presidente Correa tomó algunas medidas consideradas antipopulares, como el incremento de dos puntos del IVA (Impuesto al Valor Agregado), que subió del 12 al 14% por el periodo de un año. Esta medida fue usada por los opositores, especialmente por los medios de prensa privados, que son mayoritarios, para hostigar al gobierno sin tregua. Y dicha campaña caló en los consumidores, generando descontento, principalmente en las ciudades.
Sin embargo, la población de las zonas afectadas por el terremoto, provincias de Manabí y Esmeraldas, reconocieron la asistencia prestada por el Estado, y votaron mayoritariamente por el candidato de AP, Lenín Moreno. De hecho, la ventaja obtenida en Manabí ha sido un factor clave en la victoria de AP.
Moreno: «Hay grupos indígenas, ecologistas, mujeres… que tienen que volver»
El primer discurso de Lenín Moreno como presidente electo fue un claro mensaje de conciliación social: «Entramos en una época donde se disminuye la confrontación y se amplía la tolerancia, pero la revolución continúa, no los vamos a defraudar», afirmó. Señaló que promovería el regreso de distintos sectores sociales que se alejaron de la base de apoyo a AP. «Hay grupos indígenas, ecologistas, de jóvenes, de mujeres, que tienen que volver. Tendrán que volver y rescataremos esa porcentualidad que nos daba una ventaja inmensa. Esa diferencia la recuperaremos con diálogo. Les corresponde a ustedes hacer lo mismo, con aquellos que se resintieron. Vamos a trabajar por todos», afirmó.
Sobre la corrupción, Lenín Moreno envió un mensaje a la población y especialmente a su futuro gabinete: «Quiero inaugurar el gobierno más limpio del Ecuador. Quiero erradicar la corrupción. Que aquellos compañeros que sean designados ministros sepan que no voy a tolerar ningún acto de corrupción”. A esta afirmación hay que ubicarla en el contexto de los graves casos de corrupción en Petroecuador, la empresa petrolera estatal, que están siendo juzgados en este momento.
Cholango: «No hay que tener miedo al debate»
Humberto Cholango, expresidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) y miembro de Pachakutik dijo en respuesta al discurso de Moreno: «En una sociedad hay que dialogar… En un diálogo se respetan las diferencias. Nosotros debemos analizar ese llamado al diálogo de Lenín Moreno. [Debemos hablar sobre] la criminalización de la protesta, la educación bilingüe, la reforma agraria: la democratización del agua y de la Tierra, la construcción del Estado Plurinacional, el modelo extractivo. Hay que poner todo en el tapete. No hay que tener miedo al debate por el bien del país. [1] »
Con respecto al clima desestabilizador creado por la alianza CREO, Cholango dijo: «Todos tenemos que respetar la voluntad del pueblo ecuatoriano, que ha elegido a Lenín Moreno. Los perdedores: el banquero y la oligarquía, tienen que reconocer. No se trata de gritar. Tienen que respetar y aceptar los resultados, y contribuir al país, con ideas y propuestas. Intentan movilizar de manera violenta y sin pruebas contundentes, se paran en tarimas y dan discursos intentando violentar -eso ya se vio en Venezuela, en Bolivia, en Honduras, en Brasil… Entonces, hay un guión establecido de los poderes fácticos internacionales para desestabilizar y desmoralizar a los movimientos sociales.»
«La democracia gira en torno a la toma de decisiones»
Los desafíos que tiene por delante el presidente electo y su movimiento Alianza PAIS no son pocos, ni son simples porque involucran la construcción de un Estado Plurinacional, más justo y más solidario. A diferencia de los regímenes de derecha que excluyen a gremios y a movimientos sociales, que son gestionados por ejecutivos y CEOs y gobiernan por decreto, sobre el gobierno de Lenín Moreno y Jorge Glas hay otro nivel de expectativas: mayor participación popular en todos los órdenes.
John Berger decía: «La democracia es una propuesta (raramente lograda) que gira en torno a la toma de decisiones; poco tiene que ver con las campañas electorales. Es la promesa de que las decisiones políticas serán tomadas en consulta con los gobernados, y de acuerdo con ellos. Para que el proceso funcione, los gobernados deben tener la información adecuada sobre los temas en debate, y aquellos a cargo de ejecutar las decisiones deben tener la capacidad y la voluntad para escuchar y tomar en cuenta lo que han oído. La democracia no debe ser confundida con la «libertad» de decisiones binarias, la publicación de encuestas de opinión o el amontonamiento de gente en datos estadísticos…» [2].
Silvia Arana
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