Es difícil escribir algo en un momento tan coyuntural, tan activo, tan cercano, tan preciso y por sobre todo: tan precioso. No es difícil notar que se agudizan las contradicciones del capitalismo por todas partes. Que se agudiza la lucha social y política. Y por lo mismo, es fácil notar que hoy la oligarquía que nos domina está desesperada. Esa élite de caníbales miran con horror que los dominados estén tratando de conquistarlo todo, que estén tratando de tomar lo que les pertenece. Que estén tratando de tomar el cielo por asalto.
La memoria del fuego.
Pero quedarse sólo con la coyuntura es ser poco serios. Es olvidar. Y cuando no hay memoria, es sumamente fácil que nos metan el dedo en la boca nuevamente (o en otra parte, incluso). Esto que hoy asusta a los gobernantes y empresarios no empezó hoy, aunque seguramente tiene algunos elementos de una manifestación que hoy parece mundial, pero que, para la desgracia de los noticieros, esos elementos no solo están en la caída de los dictadores más duros de Egipto o de Libia. Ni tampoco se explica por sí solo, por un movimiento de jóvenes parados en España. No. Estaríamos olvidando la Grecia libertaria, donde los luchadores sociales ya no pactan con la policía, pues la miran como perros fieles de la burguesía. Estaríamos olvidando la España que tiempo atrás se llenó de universitarios destruyendo bancos, porque los reconocieron como la cuna de las crisis y de su endeudamiento. Nos olvidaríamos de la Argentina de los piqueteros, de la Italia contra el Fondo Monetario Internacional, y quizás cuantas manifestaciones más que han reconocido, no solo en los empresarios a sus enemigos, sino también en la izquierda de balneario, y se han dado cuenta que tantos los unos como los otros quieren adueñarse del Estado para dar más o menos libertad al dinero. No a las personas.
Pues bien, acá la memoria local también a contribuido con lo suyo, a rebalsado la calle innumerables veces llena de sueños y de expresiones justificadas. El conflicto chileno-mapuche no es algo actual, ya desde 1880 sabemos que el Estado chileno comenzó a entrar en un territorio que en un principio reconoció como Mapuche, la represión a ese pueblo ya es notoria, y luego de varios muertos (mapuche por supuesto) el año pasado recién se hizo un eco masivo en la población, aunque no podemos desconocer que ya previamente “acumuló fuerzas” entre vastos porcentajes de la población. Hoy a pesar de todos los muertos, a pesar de todos los años, algunos siguen presos, y con ley antiterrorista. Es que quien “no se manifieste pacíficamente es un terrorista”. ¿No es violenta el alza del pan? ¿no es violencia en endeudamiento con la educación? ¿no es violenta las paupérrimas condiciones de los “consultorios” públicos? ¿no es violencia matar mapuche por la espalda?. Hoy las manifestaciones se agudizan, pero el Estado nubla esto con los noticieros que están bajo su dominio -todos los de la televisión abierta y todos los periódicos oficiales de circulación nacional-.
¿Y la educación? Tampoco es algo que comenzó hoy. Las manifestaciones estudiantiles llevan años, por no decir décadas, pero al menos, desde 1986, cuándo los secundarios se tomaron el Liceo Arturo Alessandri Palma para exigir “demandas estudiantiles” y el fin de la dictadura, ya se podía notar lo que iba a continuar. Y la continuidad se ha materializado. No podemos olvidar el movimiento secundario del 2006 (20 años después de la toma del Alessandri), exigiendo las mismas demandas, solo que la dictadura había cambiado sus ropajes, o al menos había escondido bajo la constitución la fusta del latifundista y el fusil del militar. Esta vez se mantiene la educación de mercado, instaurada por la dictadura. El capital nos obliga a pagar todo lo que se supone como “derecho” a nivel internacional, y más encima, nos obligan a creer que esto es “calidad”. Es decir, calidad no es tener derecho a una buena educación (gratuita), sino, tener derecho a consumir educación bajo las leyes de oferta y demanda. ¿Qué no se entendió lo del jarrazo de María Música? ¿Tan tercos son que es necesario manifestarse contra el “honorable” Ministro Lavín? Ellos son los terroristas más descarados que podemos conocer ¿Qué acaso nadie recuerda que en ese mismo momento, Joaquín Lavín llevaba a cabo una celebración a puertas cerradas con los jefes de las universidades privadas por lo “bien que lo habían hecho” todos estos años a costa de nuestros bolsillos? ¿Nadie recuerda que Joaquín Lavín proviene del mundo de las universidades privadas? ¿Nadie recuerda la sonrisa que aparecía en su rostro cuando saludaba a Pinochet mientras los familiares de los detenidos desaparecidos recibían los embates de la policía afuera de la moneda?.
¿Y esto es todo?, no podemos olvidar al “correcto” Hinzpeter y aquel infortunado Pakistaní acusado de terrorista o el montaje -si señores, el montaje- “Caso Bombas”. Donde, después de un año de prisión preventiva, todos los presos cumplen presidio desde su casa, ¿por qué? Porque no habían pruebas, pero por la tele todo parecía un paraíso, donde todo se justificaba. Eso es hablar bonito. Hoy el fiscal Peña se sienta al lado del ministro Hinzpeter para buscar “elementos terroristas” en las actuales manifestaciones “ciudadanas”. ¡Y es que claro! Los anarquistas han sido perseguidos en Chile desde comienzos de 1900, ¿has escuchado la Cantata de Santa María de Quilapayún? ¿No has leído nada relacionado con el origen de las mutuales en chile? ¿No sabes nada de las huelgas obreras y las masacres violentas producto del fusilamiento por parte de militares a principios de siglo? ¿No recuerdas el MIR o el VOP? ¿No recuerdas a Clotario Blest o Magno Espinoza?. Todos estos elementos de alguna manera tuvieron alguna influencia anarquista. Se levantaron dignos para exigir lo justo, la solidaridad auténtica -no la que auspicia coca-cola o que lava la cara de los empresarios como la “teletón”-, exigir el fin de la explotación del hombre por el hombre, la fraternidad universal y la igualdad. Sin duda, unos planteamientos sumamente terroristas.
Nuestra voz silenciada.
Y no podemos olvidar Hidroayen, en la que parece confluir un poco de todo lo anterior. Simplemente no puede ser que a pesar de una manifestación “ciudadana” que grita por la “No aprobación” de un proyecto, este, se apruebe de todas maneras. Esto no puede ser, y las manifestaciones deben continuar, si lo reflexionamos, este hecho nos sirve para ver mejor aun al enemigo. ¿Es que no es evidente? Los poderosos, sea del lado que sean, están avalados por un sistema político, un Estado, ese Estado que se adueña de todo y les da la razón (¿de la violencia?). Justamente, muchos luchadores sociales, le gritan a los movimientos “ciudadanos” más reformistas que aunque nos apoderemos del Estado, este no va a cambiar su origen clasista, es decir “de dominadores” sobre (¡siempre encima!) “dominados”. La élite lo sabe, y a pesar de que mira con miedo la manifestación contra Hidroaysen, sabe que su “legitimidad” puede ser avalada incluso por los manifestantes. ¿No recuerdan la violencia contra aquel carabinero? ¿No recuerdan que a la menor vuelta de mano a la policía (con su propio chocolate), los noticieros –y misteriosamente los programas de farándula- encendieron en ira patronal contra los manifestantes? ¿No recuerdan aquella condena pública a los “encapuchados”, “violentistas” y “delincuentes”? ¿No lo recuerdan? Yo creo que sí, porque la tele hizo lo suyo, y con creces, hizo persistente el mensajito de “esclavo oprimido, reclame dentro de lo permitido”. Lo más espantoso fue ver grupitos de policías de rojo o, en este caso, de verde. Grupos con radios y equipamiento para “echar” a “estos delincuentes” o, incluso, entregarlos a la policía, haciéndoles el juego a los noticieros y al sistema. Eso es triste. ¿Acaso la manifestación pierde legitimidad por ser violenta? ¿Acaso deja de ser justa por ser violenta? No olvidemos que cuando el pueblo revienta, es fácil confundir violencia con autodefensa, ¿Quién es el violento? ¿Nosotros o las casas comerciales, bancos, deudas, noticieros, presidentes, parlamentarios?.
Aun con estas contradicciones, Hidroaysen se presenta como un caballito de troya, pero no debemos olvidar que el problema no es solo la contaminación de un solo lugar, el problema es el tipo de sistema que abala un desarrollo así, el capitalismo lleva en su alma la destrucción, sea de vidas o de ecosistemas ¿sólo nos manifestamos contra Hidroaysen o también contra el capitalismo?.
Asaltar el cielo.
Ante esta irrupción de demandas es fácil ver a aquellos chacales que buscan adueñarse de la voz popular para convertirla en reforma, no en “cambio”, sean estos de viejo o nuevo cuño. Los antiguos explotadores de la Concertación hoy nos piden mesura y pactos, quieren que surjan algunas leyes que puedan presentar ellos, la idea es defender su puesto en el poder con uñas y dientes. Por otra parte, los movimientos 2.0, aquellos que defienden los noticieros como “redes sociales” a ultranza, generan, en algunos casos, “voceros” que favorecen los pactos con los nuevos explotadores. A favor de las reformas de papel, no de los cambios en la realidad.
En todo este contexto, el miedo de la élite ya es evidente, la deslegitimación avanza, pero aun no rompe con los pactos entre patrones y peones. Aunque no es menor que crezcan los elementos más conscientes y luchadores, sobre todo entre tomas universitarias o secundarias, paros de trabajadores, huelgas del pueblo, cortes de ruta, okupas, o manifestaciones ecológicas. En este variopinto se incuban ideas revolucionarias, que sí se plantean contra lo establecido, que reconocen que el enemigo está más allá del empresario de turno, sea este muy contaminante o ecologista, sea este de la concertación o de la alianza más dura, sea este un hijo de la élite muy jovial y atractivo. Parece que poco a poco se despiertan con rabia y amor los deseos de liberación total, que ya no reconoce la explotación de unos sobre todos. La deslegitimación es evidente, y es que cuando se le pregunta a los antiguos votantes de Sebastián Piñera el por qué de su elección, hasta ellos reconocen que fue porque querían un cambio a los últimos catorce años, pero ojo; no confundir “cambio” con “alternancia en el poder”.
Hoy poco a poco se construye un descontento popular, el cual esperamos que supere sus contradicciones, hay que estar atentos a lo que pase, pero por sobre todo, participar, formar parte de los que toman el cielo por asalto. La verdad de las cosas, es que pareciera que no es un fantasma el que recorre Europa, sino que aparecieron miles de fantasmas bajo las tumbas del tercer mundo y esta vez están más hambrientos, desesperados y cada vez más seguros.
Por Miguelito del Ritmo