El vino ha sido una de las bebidas más importantes a lo largo de las Sagradas Escrituras. De hecho, en toda la Biblia sólo se nombran tres bebidas: agua, leche y vino. Más allá del valor simbólico que adquiere el vino en el pasaje de la Última Cena, y que ha perdurado hasta el día de hoy, simbolizando la sangre de Jesús, hay un misterio para muchos y que ha generado cierta curiosidad mundial: ¿qué tipo de vino fue el que consumió Cristo en esa última cena?
Cabe señalar que el enigma sigue generando, siglos después, diferentes tipos de hipótesis y teorías, por lo que advierto que con este escrito no se quiere engañar a nadie, simplemente poner encima de la mesa un misterio que, no por menor, ha acompañado la historia bíblica desde tiempos inmemorables. Está claro que no se llega al nivel del entresijo del cáliz, y su insaciable búsqueda, pero el asunto del vino también ha conllevado cierto interés.
Vino tinto en Palestina
La propia Biblia asegura en uno de sus pasajes que lo primero que hizo Noé cuando bajaron las aguas del diluvio fue plantar una viña. Una bebida que también ha estado presente en otros capítulos históricos, como el citado relacionada con la Última Cena. El imperio Romano fue una de las civilizaciones que propagó más enérgicamente el cultivo de la vid, plantándola en gran parte de su extenso territorio. De la antigua Grecia aprendieron algunos costumbres como rebajar su alta graduación alcohólica con agua en proporciones dependientes.
Aunque el vino preferido por los romanos era el blanco, en las regiones de Palestina se consumía más el vino tinto, que es el tipo de vino que siempre se nombra en la Biblia. Aún así, en esa zona también existía la práctica de agregar al vino agua, e incluso miel o especias. Una técnica que, unidos a otros métodos como dejar las uvas expuestas a la acción de humo caliente, le daba a la bebida cierto sabor ahumado, según detallan algunos historiadores de la época citados por el sommelier Diego Di Giacomo, en algunos de sus artículos sobre el tema.
Syrah: cepa de origen persa
El propio Giacomo asegura que entre los estudiosos del vino de la época hay discrepancias acerca de las variedades de la uva de aquellos tiempos. No es fácil establecer de qué cepas actuales fueron las ancestrales, aunque la práctica totalidad de los expertos reconoce que dominaba la que sería el antepasado de la actual Syrah, una cepa que tendría su origen en Persia.
Es por ello que, según algunos entendidos del tema, el vino que bebió Jesús en la Última Cena, durante la época de Pascua, sería, con cierto margen de error, un vino denso, de cierto cuerpo, con un breve añejamiento, una graduación alcohólica en torno a los 14 grados procedente de las uvas parientes de la que hoy se conoce como Syrah.
Recreación histórica
Por su parte, científicos israelíes de la Universidad de Ariel, en Cisjordania, está tratando desde hace unos años de recrear el vino existente en la época de Jesucristo. Para lograr su objetivo, los expertos usan una serie de semillas de uva cercanas a sus parientes de esa época y el resto de vasijas de barro encontrados en templos judíos donde se almacenaba esa bebida. Por el momento, han identificado 120 tipos de uva distintas que crecían en la antigua Israel hace unos 2.000 años.
Desde la Universidad, que ahora trabaja en base a 20 variedades, aseguran que todavía deberán pasar algunos años antes de poder probar un brebaje similar al que se sirvió durante la Última Cena, aunque en 2014 lograron llenar unas 2.500 botellas de vino a partir de las uvas Maaravi, variedad desaparecida alrededor del año 220 d.C y que fue rescatada gracias a las investigaciones de enólogos y arqueólogos.
Interrogantes abiertas
También destaca la investigación de dos arqueólogos italianos, Generoso Urcioli y Marta Berogno, que usaron versículos de la Biblia para investigar sobre la época de Jesús. Entre sus conclusiones, en las que aseguran que la cena no se hizo en una mesa rectangular, sino que Jesús y sus apóstoles estaban sentados en el suelo con cojines, explican que en esa velada también se sirvieron estofado de judías, carne de cordero, aceitunas, salsa de pescado y hierbas amargas.
También hay voces que aseguran que lo que Jesús bebió no fue vino sino jugo de uvas, o que el líquido de la velada no era vino fermentado. Lo que parece evidente es que resulta prácticamente imposible determinar qué gustos o aromas similares a los actuales podrían tener ese vino, aunque también son muchos los estudiosos que coinciden en señalar que si tuviéramos la posibilidad de probarlo en la actualidad, como pretenden los expertos de la Universidad de Ariel, tiene muchos números de no ser de nuestro agrado. Aunque ni siquiera esta afirmación es demostrable.
Vía: lavanguardia