La crisis nos tiene vuelto locos a todos. Una nubada de datos excitan a los economistas y los empresarios sacan cuentas tristes. Lloran, piden ayuda internacional e incitan al Estado Dios omnipotente hasta ahora alejado por ellos mismo de su rebaño llamado mercado, que les brinden un rezo salvador en un mundo que cada día nos pone más enfermos. Se da la lógica que leí en alguna parte: sociabilicemos las pérdidas, pero las ganancias se privatizan.
¿Quién entiende?. Seguramente ni el sr. Burns sería tan descarado. O quizás sí. Quizás diría que el administrador alcalde corrupto de Sprignfield tiene el deber de solventar lo desquiciado de su negocio nuclear, porque de lo contrario no hay trabajo, entonces hay crisis.
Esto, mientras ellos, los magnates empresarios, en sus apoyos y financiamiento político reclaman un libre mercado que sea libre (valga redundancia), donde el estado sea un espectador ajeno al movimiento bursátil. El mercado se manda solo, funciona solo, y el estado estorba. Pero ahora, que los lingotes se farrearon de un momento a otro (cuyo nombre suena mejor llamándolo crisis financiera, porque no es económica), entonces ese espectador excluido tiene que llegar a reponerlos. La bodega construida con cada impuesto del norteamericano, va a volver a repletar el bolsillo de quien lo destruye públicamente.
En este caso, con crisis, baja el nivel de vida, los créditos, el sistema hipotecario y toda esa parafernalia que el ciudadano común y corriente poco y nada entiende, pero que se convence de que es necesario salvar al jefe, que perdió su tesoro por mera negligencia y mala gestión. Entonces en la construcción, en la oficina o en la calle, en el puesto de verduras o en la conducción de su taxi o microbús, se queda con la imagen de que es deber de cualquier gobierno salvar esta crisis. Crisis que es privada, y que sólo viene a seguir aumentando el histórico y suculento regalo del capital a un grupo de reyes con monarquías debilitadas.
Así tenemos a una crisis que vive su propia crisis. Esta nos abunda comunicacionalmente, mediáticamente, y no dice que si el estado no mete la mano, si no desata los fardos de todo un país, la crisis entonces estará en crisis, porque no tendrá ya un soberano peso para seguir vendiéndola ante el vulgo social y desinformado, que ya ha dejado gracias el gobierno de Bush y a toda la cruzada teletonezca mundial varios dividendos a los jefes señores Burns del planeta. Springfield cada vez se parece más a la tierra, y eso sí que es estar en una crisis.
Por Julio Sánchez Agurto