Esta película animada fue calificada como pornográfica por mostrar el sucio amor entre gatos

Quienes vivieron su infancia entre los noventa y principios de los dos mil; seguramente recordarán esa época en la que la programación​ de televisión incluía programas para adolescentes en horario infantil

Esta película animada fue calificada como pornográfica por mostrar el sucio amor entre gatos

Autor: Andrea Peña

Quienes vivieron su infancia entre los noventa y principios de los dos mil; seguramente recordarán esa época en la que la programación​ de televisión incluía programas para adolescentes en horario infantil. Series como “Ren y Stimpy” o “La vida moderna de Rocko” conquistaron a los niños de aquella época por sus imágenes y secuencias fuera de lo común; a pesar de que muchos de los chicos no comprendían del todo las referencias de estos dibujos animados, sus padres rápidamente se alarmaron por las constantes imágenes sexuales que aparecían durante las transmisiones.

 

Tal vez “Ren y Stimpy” fue la que más polémica causó, sobre todo en Estados Unidos, por el hecho de contener claras críticas hacia la sociedad norteamericana y a sus fuertes tendencias al consumo; además de que varios de los personajes, entre ellos George Liquor American, satirizaban el fuerte patriotismo de los veteranos de guerra. En “La Vida Moderna de Rocko” podemos ver a su protagonista someterse a dilemas cotidianos, sin embargo, el descontento de algunas personas tenía lugar justo cuando notaban que el walabi trabajaba en un centro de hot line. Evidentemente, después de que algunos padres presentaron quejas en las televisoras, estas series fueron canceladas o movidas hacia otros horarios o canales con el fin de evitar problemas posteriores.

rocko el gato fritz

Antes de estas dos series, el mundo de la animación para adolescentes ya había tenido sus primeros choques con la ley. Inspirada en las viñetas del padre del cómic underground, Robert Crumb, en 1972 se estrenó, bajo la dirección de Ralph Bakshi, “El Gato Fritz”, película que narraba las aventuras de un gato antropomórfico y su grupo de amigos cuyas acciones se mueven entre las drogas y el sexo a través de un mundo que parece derrumbarse cada día más rápido.

A pesar de que incluso antes del estreno de la cinta, los creadores advirtieron al público de que no se trataba de una animación convencional; los espectadores se sintieron ofendidos ante un personaje que, a diferencia del Pato Donald o Mickey Mouse, no sentía vergüenza alguna de desnudarse o consumir alcohol y estupefacientes frente a un grupo de personas que esperaba encontrar algo de ternura y diversión proveniente de un animal con suéter.

 

“La gente a cargo de la estructura de poder, la gente a cargo de revistas y la gente que va a trabajar por las mañanas, quienes amaban a Disney y a Norman Rockwell, pensó que yo era un pornógrafo y me dificultaron las cosas. La gente joven, la gente que podía absorber nuevas ideas, era la gente a la que me dirigía. No me dirigía al mundo entero. Para toda esa gente que le gustó, fue un gran éxito, aunque todos los demás querían matarme”.

 

Gracias a que la película de Bakshi no fue vista desde el lado de la animación sino desde el de un filme cualquiera, la gente se detuvo a analizarla a detalle, dejando de lado el sexo entre los personajes que le otorgó la clasificación x, prestando atención a los temas que trataba, sobre todo aquellos que atendían a cuestiones de rebelión y problemas raciales.

 

“Se olvidaron que es animación. Lo consideraron como una película… Esto es lo auténtico, hacer que la gente tome la animación seriamente”.

 

Tomando en cuenta los temas que se abordan en “El Gato Fritz” es necesario ponernos a pensar en los motivos de su censura. Considerando que Kennedy llevaba dos años muerto y la Guerra de Vietnam estaba en pleno esplendor; podemos decir, casi con completa seguridad, que la mojigatería del pueblo estadounidense frente al sexo fue el menor de los motivos para que este filme haya sido prohibido. Aunque si de algo hay que estar seguros es de que el trabajo de Ralph Bakshi y Robert Crumb abrió las puertas para que las nuevas generaciones de caricaturistas mostraran su obra sin la necesidad de caer en el ridículo cliché de que todas las animaciones estaban orientadas para un público infantil.

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