¡Con autocrítica y claridad, avancemos hacia la unidad!

La fuerza y la masividad con la que se han desarrollado estas movilizaciones nacionales no se han traducido en claridad y unidad al momento de afrontar el desafío político del movimiento estudiantil

¡Con autocrítica y claridad, avancemos hacia la unidad!

Autor: Cesarius

La fuerza y la masividad con la que se han desarrollado estas movilizaciones nacionales no se han traducido en claridad y unidad al momento de afrontar el desafío político del movimiento estudiantil.  Es por esto que como estudiantes de base con miras a la construcción colectiva de un Proyecto Público de Educación necesitamos desarrollar una política coherente que fortalezca la unidad del movimiento estudiantil en su conjunto así como el poder estudiantil. Solo un movimiento estudiantil unido orgánica y políticamente en torno a claridades de largo aliento puede -en conjunto con los trabajadores y los sectores populares- construir una fuerza social capaz de romper el cerco de la clase política (Concertación y Coalición por el Cambio) y el sistema político institucional, para abrir curso al desarrollo de nuestra capacidad creativa concretando nuestras justas demandas: Una educación entendida como un derecho social para todos.

Hoy más que nunca, nosotros, los estudiantes endeudados e hijos de padres endeudados necesitamos reconocernos como iguales, dejar de lado nuestras mezquinas diferencias y avanzar en la concreción de la unidad.

Asumiendo esta responsabilidad, nos preocupa cómo las distintas fuerzas políticas presentes en la Confech han asumido una conducta irresponsable llena de acusaciones mutuas, calumnias y lugares comunes como forma de disputarse la conducción del movimiento: 1) Desconfiando y truncando el desarrollo de la capacidad política del mismo movimiento estudiantil, 2) Instrumentalizándolo y entendiéndolo sólo como masa a ser movilizada en función de tal o cual oportunismo político de turno y 3) Dejando clara sus ambiciones y rencillas internas.

Por una parte, observamos una posición ciudadanista y centrista, identificable en las agrupaciones autonomistas, herederas de la Surda, que durante toda la movilización retrasaron discusiones y definiciones en las bases, en un intento por generar petitorios internos, en momentos en los que era necesario presentar un frente común en la movilización nacional. Esto es perfectamente identificable en la Universidad de Chile, en donde criticaban las síntesis de la Confech y los posteriores petitorios como vagos, aunque eran incapaces de sacar posiciones concretas desde los lugares en donde poseen inserción social, exacerbándose durante su intento de hegemonizar la toma de la Casa Central de la U. de Chile como forma de presión al rector para buscar avances internos con miras a las cuentas electorales de fin de año. La falta de línea de continuación política es evidente. Cuando el movimiento estudiantil avanza de manera lenta hacia una confluencia con otros sectores sociales buscando la generación de organizaciones reales que puedan permitir, en un futuro, la construcción de poder social y popular y la disputa de un proyecto educativo, el autonomismo ha decidido buscar una salida ciudadana a través de un plebiscito. Nuevamente, el argumento es evitar una “mesa de negociación” en la que “las direcciones” en manos de las Juventudes Comunistas (ignorando que ellos poseen la vicepresidencia de la Fech y una federación en Valparaíso) vendan el movimiento, en vez de apoyarse en la fuerza y la movilización social para ejercer presión y lograr garantías reales que permitan un primer avance hacia la construcción de un Proyecto Público de Educación.

Los problemas con dicha propuesta son varios, desde que un plebiscito vinculante sobre la educación hoy no es posible legalmente, hasta que generar una instancia como esa puede tomar meses, generando un efecto desmovilizador e impidiendo la consolidación del movimiento estudiantil. Y lo más cuestionable aún es la efectividad real de dicho instrumento de la democracia burguesa, ante la ausencia de un movimiento social articulado orgánica y políticamente, que presione a través de sus manifestaciones de poder popular.

En segunda instancia, identificamos una posición desde la izquierda de intención revolucionaria que mantiene una política satelital, torpe y mezquina fundada en la crítica a todas las expresiones políticas ajenas a sus intereses. Estas fuerzas políticas han sido la más virulentas a la hora de explicitar sus intensiones de romper el movimiento estudiantil a través de un quiebre de la Confech, ya sea descabezando la actual mesa directiva (maniobra que solo desvía la atención de la lucha contra los enemigos reales) o planteando organizaciones paralelas que sólo fragmentan y dispersan la fuerza del movimiento estudiantil.

En este sentido, es sintomático el que varias federaciones de regiones hayan optado por replegarse en petitorios internos o agitado la educación gratuita como demanda central, sin entender la necesidad de generar puntos no transables que le permitan al movimiento estudiantil generar unidad a través del consenso hacia la interna, limitando el margen de maniobra de las direcciones estudiantiles para discutir con el Gobierno, ante la posibilidad de no lograr generar los apoyos sociales necesarios para conseguir las demandas estratégicas (gratuidad). Esta posición no tiene sentido de realidad y no reconoce el cerco actual de la clase política y del sistema político institucional, asumiendo una posición voluntarista puesto que se plantea su condición de posibilidad –la unidad de los estudiantes, los trabajadores y los sectores populares- de manera formal (cree que por llamar en panfletos a la unidad en abstracto ésta se conseguirá) y no asumen el desafío objetivo de construir y disputar la hegemonía política al reformismo (PC- Concertación), con la responsabilidad que implica la construcción de la fuerza social necesaria para su concreción efectiva.

Reconocer esta problemática y apuntar a superarla es indispensable en un contexto complejo como el actual, con un movimiento popular en proceso de rearticulación y un movimiento estudiantil que se encuentra recién recuperándose de la derrota de 2005, y que además está apostando a la incorporación masiva de estudiantes de instituciones privadas (CFT, IP y Universidades Privadas) que hasta hoy, no participaban masivamente de las movilizaciones ni menos de las discusiones propias de este tipo de luchas.

Las amenazas de quiebre del movimiento en momentos en los que se ha logrado reunir a tanta gente en las calles y aunado criterios básicos como en este momento, tiene su base únicamente en la incapacidad política, programática y orgánica de esta izquierda de intención revolucionaria, que ha sido incapaz de generar una perspectiva nacional y coherente que le permita tanto disputar la dirección del movimiento construyendo poder estudiantil, como presionar a las actuales direcciones para poder radicalizar demandas e instalar temáticas y posiciones.

Es precisamente esa deficiencia la que la impulsa a una actitud sectaria, escondiendo sus propias incapacidades en un discurso contrario a todas las fuerzas políticas, principalmente hacia la JJCC, que tiene arraigo entre algunos sectores de las bases, y dado que su perspectiva no supera muchas veces el espacio de la facultad, o de una federación en particular, no tienen temor a quebrar el movimiento aunque signifique una derrota, mientras eso les redunde en beneficios para su organización en el corto plazo. Nada más que una política mezquina, torpe y cortoplacista.

Una tercera posición que identificamos, si bien surge en un espacio en particular, toma importancia debido a su condición de mantener una vocería de la Confech en Santiago. La dirección de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, en manos de la Nueva Acción Universitaria, si bien ha tenido un papel importante a nivel mediático a la hora de dar cuenta de las posiciones del movimiento estudiantil gracias a la vocería ya mencionada, ha sido incapaz de mantener un proceso de movilización activo en dicha casa de estudios, llegando al nivel de convocar a última hora a la movilización del 1 de junio.

Por fortuna, y como suele suceder, las bases realizaron una asamblea de estudiantes movilizados logrando agitar a la Universidad, forzar una definición del NAU en el pleno de la FEUC en donde cuentan con una amplia mayoría y lograr una convocatoria a paro el 16 de junio, además de forjar lazos con estudiantes de instituciones cercanas en la misma zona de Vicuña Mackenna. El alto número de estudiantes de la PUC presentes en la marcha permiten dar cuenta de la existencia de una posición crítica desde los estudiantes movilizados, una fuerte disposición a la lucha y ganas de participar de los procesos actuales a pesar de los temores de la dirección a quemarse y perder apoyos electorales frente a la derecha en una eventual campaña a la Federación.

En última instancia, identificamos al reformismo comunista (JJCC) y sus ya centenarias prácticas autoritarias de definir las líneas políticas entre cuatro paredes, de desconfianza a la capacidad política de los movimientos sociales y de acotar las demandas sociales en los canales institucionales del Estado, coartando el desarrollo del movimiento social y sus posibilidades disruptivas ante la clase política y el sistema político-institucional.

Por esto es que decimos que como izquierda de intención revolucionaria, tenemos una gran cuota de responsabilidad en el estado actual de las cosas. Tanto en la lentitud de la toma de posición unificada del movimiento estudiantil, como en la hegemonía cuantitativa del reformismo en las direcciones. Si aún estamos dando discusiones de petitorios es porque desde la izquierda no las pudimos desarrollar antes, si el reformismo está en las direcciones, y las federaciones y el Confech no son democráticos, es porque no hemos podido cambiarlo ni ganar esas direcciones. Tenemos que aceptar la realidad de que si otro está ganando no es solamente porque es reformista, sino también porque nosotros hemos cometido errores y no hemos acumulado la suficiente fuerza.

Reconociendo estos vicios y apostando a superarlos con miras a la unificación de todos los sectores del movimiento estudiantil, fortaleciéndolo y desarrollando su capacidad política y crítica es que vemos como prioritario plantear una revisión autocrítica del conjunto del movimiento estudiantil. Aprender de la historia para avanzar hacia el futuro, construyendo desde abajo y con toda una alternativa unitaria, combativa y libertaria. Sólo la unidad efectiva de los de abajo es lo que hace temblar a los poderosos. Y para ello es necesario avanzar en la definición política de horizontes estratégicos que nos permitan articularnos con los trabajadores y los sectores populares no en papel, sino que en la práctica y en la lucha, transversalizando el descontento, radicalizando las formas de lucha y avanzando en la construcción grano a grano del Poder Popular. Posiciones estratégicas que tengan un correlato táctico, con petitorios que nos permitan avanzar en nuestra construcción de manera tangible y al mismo tiempo tensionar el sistema educacional neoliberal actual. El egoísmo para los explotadores; la solidaridad para los explotados.

¡¡Arriba los y las que luchan!!

Frente de Estudiantes Libertarios


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