Pese a la euforia del ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, al conocer las cifras de desempleo de marzo pasado para Santiago, éstas no son ni positivas ni rompen con el mal curso que sigue la economía chilena desde hace más de un año. La encuesta de desempleo publicada esta semana por la Universidad de Chile reveló que la tasa de desocupación para el Gran Santiago de marzo marcó 7,7 %, si bien menor que hace exactamente un año atrás, más alta que en los meses precedentes. Al observar la trayectoria del desempleo para Santiago, se puede constatar claramente que estamos en un momento de crecimiento de la cesantía.
Valdés este martes no dejó espacio para la duda: «La cifra, por donde se le mire, es una cifra positiva», dijo, para agregar que «el mercado laboral en esta foto está bastante bueno». Una afirmación sin embargo estática, que es necesario hacerla desde una perspectiva más amplia y, especialmente, dinámica. Porque pese a la contundencia de sus afirmaciones, que sin duda responden a su opinión, hay no sólo diversas miradas sino otras cifras y estadísticas que ponen en duda su discurso.
El desempleo es una variable que expresa diversas otras anomalías de la economía chilena. Además de marcar una leve tendencia al alza en los últimos meses, esconde un deterioro en el tipo de empleo iniciado con fuerza desde el año pasado. Las estadísticas del INE de los últimos meses marcan una clara tendencia a una disminución del trabajo asalariado, el que ha sido compensado por actividades informales y precarias, muchas de ellas, posiblemente, ventas ambulantes. Este proceso, evidentemente y fuera del interés de Valdés, afecta la calidad de vida y conduce a una mayor desprotección y precarización laboral, una de las causas de las bajas pensiones.
Un estudio sobre el empleo publicado el 16 de abril pasado por el centro de estudios Cenda confirma que el trabajo asalariado no ha crecido durante los últimos meses. Según información correspondiente a enero del año 2017, basado en las cotizaciones AFP de febrero pasado, que constituyen un censo de diez millones de afiliados, este informe comprueba que el empleo asalariado se redujo respecto del mismo mes del año anterior, lo que no sucedía desde la crisis del 2009. Para Cenda, el empleo asalariado no ha crecido o ha disminuido desde agosto pasado. Todo ello confirma que la economía está entrando en recesión.
El escenario laboral, que tiende a la precarización y la inestabilidad, comienza a tener efectos en otras variables, como una caída en el nivel de consumo y un aumento en el endeudamiento y la morosidad. El año pasado la economía chilena creció apenas 1,6 %, cifra que este año podría ser incluso menor. Un evidente estancamiento que tiene a sectores completos de la economía en franco retroceso, o con tasas de desempleo de dos dígitos. El mismo estudio de la Universidad de Chile afirma que la cesantía en la construcción llegó a 10,7 % en marzo pasado.
Chile vive en una precaria estabilidad, sólo contenida gracias al empleo. Una condición temporal que un deterioro económico con un consiguiente aumento en la desocupación puede quebrar y desatar efectos impredecibles. Hay numerosos estudios que alertan de la alta vulnerabilidad financiera de los ciudadanos, la que alcanza a abarcar a casi la mitad de la población.
El problema del desempleo es la desprotección de la población. El mismo orden que ha privatizado todos los servicios y ha traspasado al mercado y a las grandes corporaciones todas las actividades económicas -junto con anular las acciones del Estado y eliminar su función como ente protector-, deja a la población en un espacio estrecho de completa dependencia económica y falta de protección ante cualquier eventualidad. En este contexto, Valdés, un neoliberal «por donde se le mire», sólo dejará que el mercado haga lo suyo.