Cuando estalla una guerra el enemigo más grande no es aquel que sostiene un fusil, sino los invasores microscópicos que desencadenan enfermedades mortales. En el siglo XV se detectaron los primeros casos de sífilis en Europa. Fue hasta el siglo XX que se logró clarificar su etimología y científicos comenzaron la urgente carrera de encontrar un tratamiento. Aún con los hallazgos y múltiples campañas de salud, en plena Segunda Guerra Mundial era imposible controlar la ETS por lo que Hitler ideó una forma de mantener a sus soldados alejados de dicha infección. Su plan fue darle al ejército alemán muñecas sexuales.
El Führer nombró a este proyecto Borghild, nombre que retomó de la mitología nórdica. El objetivo fue crear “la mujer ideal” hecha de plástico para que los soldados tuvieran un desahogo sexual libre de enfermedades. Para lograrlo reunió a un grupo selecto de médicos y psiquiatras que definieron las características de la Valquiria artificial.
La iniciativa fue de Heinrich Himmler, quien escribió en una carta con fecha de 20 de noviembre de 1940 que la Wehrmacht había sufrido en Francia pérdidas innecesarias debido a prostitutas callejeras.
“El mayor peligro en París son las prostitutas abiertas e incontroladas, escogidas por los clientes en bares, salones de baile y otros lugares. Es nuestro deber impedir que los soldados arriesguen su salud sólo por el bien de una aventura rápida”.
La muñeca medía 1.76 metros, tenía el pelo rubio y ojos azules. Los labios eran gruesos y grandes, al igual que sus senos. Los brazos y las piernas eran largos y su vientre plano. Así fue como la ideó el médico Olen Hanussen. Por su parte, el psiquiatra Rudolf Chargeheimer concluyó que el juguete sexual debía ser recubierto por una piel suave y contar con los órganos sexuales detallados.
“El único fin de la muñecas era mantener saludables a los soldados alemanes para continuar con el extermino de los valores humanos. De no haber perdido la guerra Alemania, quizá el sofisticado prototipo de Borghild sería de dominio público”.
Los científicos alemanes probaron con distintos moldes corporales. Mandaron a llamar a atletas y actrices para que prestaran su figura. El fin era combinar sus mejores características para llegar a la perfección física. Aún con la ayuda, los resultados eran irrisibles. Frank Tschakert, supervisor del proyecto, se dio cuenta del equívoco camino. “A veces las piernas son demasiado cortas y se ven deformadas, o la muñeca tiene una espalda ancha y brazos como un luchador. La apariencia general es siempre terrible y me temo que no hay otra manera de combinar “.
Se dice que la actriz húngara Käthe von Nagy fue contactada para que el proyecto se inspirara en su perfecta belleza. Esta información no está comprobada.
El proyecto Borghild continuó creando prototipos sin éxito contundente. A comienzos de 1942, algunas semanas después de Stalingrado, todo el proyecto quedó en suspenso. Los planos y moldes que se construyeron fueron enviados al Instituto de Higiene del SS donde fueron sepultados en escombro y tierra tras el bombardeo a Berlín.
Vía cultura colectiva