El cuerpo de Juan Pernalete, de 20 años, apenas tenía una hora sin signos vitales cuando empezó la lluvia de acusaciones que responsabilizaban al gobierno venezolano de su muerte.
La vocera de derecha María Corina Machado fue una de las primeras en pronunciarse en redes sociales: «No hay lágrimas para tanto dolor. Juan Pablo, de 20 años, fue asesinado hoy en Caracas por impacto de bomba lacrimógena en su cabeza. Criminales». El coro de señalamientos fue seguido por la plana mayor de la oposición: el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges (AN); el diputado de Acción Democrática (AD), Henry Ramos Allup; el primer vicepresidente del Parlamento, Freddy Guevara. Así, todos.
La muerte de Pernalete, estudiante becado como deportista en una universidad privada, ocurrió casi paralelamente a una sesión de la Organización de Estados Americanos (OEA) que resolvió convocar a una reunión de cancilleres para abordar «la crisis de Venezuela», sin el consentimiento de Caracas, lo que llevó al gobierno bolivariano a tomar la decisión de denunciar la Carta y retirarse del organismo.
En plena convulsión diplomática, la dirigencia opositora -y sus medios aliados- difundían la versión de que un joven había fallecido producto de una bomba lacrimógena lanzada a quemarropa por la fuerza pública mientras protestaba contra la presidencia de Nicolás Maduro. Pero al cuerpo no le había practicado ni la autopsia.
LA PRIMERA ACUSACIÓN
Pernalete falleció en Salud Chacao, un centro asistencial ubicado en el municipio homónimo. Esa jurisdicción es gobernada por el alcalde de oposición, Ramón Muchacho, quien el día después del hecho descartó que el joven hubiese muerto como consecuencia del impacto de una bomba lacrimógena en la cabeza.
«El cuerpo no presentaba impactos de balas ni impacto de perdigones. Lo que nuestros médicos registraron en el informe fue un fuerte golpe en el pecho (…) Tal vez se haya presentado una confusión porque más temprano habíamos reportado que había llegado una mujer de 58 años con un golpe en la cabeza», indicó citado por el diario 2001.
Muchacho, en esa misma entrevista, también admitió una verdad poco difundida por los medios internacionales que cubren las supuestas protestas «pacíficas» de la oposición: «Hay gente que dice que se opone al gobierno y por eso hacen ese dibujo libre y ejercen violencia focalizada». Ahí empezaron a relucir las inconsistencias.
Efectivos del Centro de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (CICPC) y funcionarios del Ministerio Público (MP) acudieron al centro asistencial para practicar la autopsia y realizar las pesquisas del caso. ¿El resultado? Se determinó que el muchacho había fallecido por «shock cardiogénico, contusión cardiaca y traumatismo cerrado de tórax». Una hematoma justo debajo de la tetilla izquierda empezó a desanudar las pistas de su asesinato.
Ni lacrimógena, ni perdigón, ni arma de fuego. La marca mortal que presuntamente segó la vida del deportista fue hecha por una pistola de perno, similar a las usadas para aturdir ganado antes de sacrificarlo. Es letal, no deja proyectil alojado en la víctima y debe ser usada a corta distancia.
La pieza clave para sustentar esa versión ante la opinión pública es un video de 30 segundos, que fue divulgado dos días después del suceso. En la grabación se observa a Pernalete, quien llega caminando por sus propios medios hasta las inmediaciones de la Plaza Altamira, a escasos metros de la Torre Británica, en el este de Caracas, y luego es abordado por dos sujetos, uno de franela azul y otro de sudadera naranja.
Los chicos que supuestamente aparecen en la escena para auxiliarlo están vestidos como manifestantes de oposición, tapan sus rostros con capuchas y llevan guantes en las manos. El de franela azul acciona un dispositivo contra el costado izquierdo de Pernalete y, justo después, el de sudadera naranja lo carga en sus brazos porque el joven deportista ya no puede caminar. Metros más adelante, lo abandonan en la entrada de un edificio, donde finalmente muere.
La información fue difundida el sábado por el ministro de Comunicación, Ernesto Villegas, en una rueda de prensa con medios internacionales a la que asistió la canciller Delcy Rodríguez, quien rechazó la irresponsabilidad de la prensa al atribuir la muerte de Pernalete a los funcionarios encargados del orden público: «(las evidencias) desvirtúan absolutamente esa versión y nuevamente hemos hecho un llamado a que la noticia sea presentada de la forma más objetiva posible».
La diplomática venezolana denunció que no es la primera vez ocurre un caso similar y alertó que este tipo de tergiversaciones en los medios «son responsables de las guerras imperiales porque preceden, con los falsos positivos, intervenciones internaciones como en el caso de Siria».
«La violencia no callará la verdad»
Hasta el sábado, la oposición había mantenido la versión de que las fuerzas de seguridad del Estado eran responsables de la muerte de Pernalete y exigían castigo a los autores del hecho. Sin embargo, después que se conocieron los resultados preliminares de las investigaciones, la postura de la derecha ha cambiado.
Pese a que en los últimos días la oposición usó la figura de Pernalete para convocar a nuevas acciones callejeras, este domingo, el presidente de la Asamblea Nacional mandó a callar a la canciller Rodríguez por considerar que la presentación de las evidencias del caso es un «irrespeto» al «dolor de la familia».
La canciller ripostó horas más tarde: «Diputado @JulioBorges su violencia no callará la verdad ni el diálogo. Irrespetas la investidura que debe caracterizar a un parlamentario». Mientras salen a la luz los resultados de las investigaciones, la oposición parece preferir el olvido, eso que el poeta Stanislas de Boufflers llamó «la segunda muerte». El doble homicidio.
Nazareth Balbás
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