A las 20 horas de este martes, Richard Bobadilla Campos comienza su séptimo día en huelga de hambre. El trabajador de 41 años decidió protestar en el exterior de la Federación de Trabajadores del Cobre (a un costado del Parque Bustamante), para solicitar su reubicación como operador de camión de extracción en la mina Radomiro Tomic de Codelco, ubicada en Calama. Denuncia que en 2012 fue aislado de dicha función, como consecuencia del hostigamiento de su jefatura directa, situación que -dice- lo ha mantenido con depresión desde esa fecha.
En conversación con El Ciudadano, el trabajador ariqueño afirma que los problemas comenzaron en 2012, luego de una autorización para ver un partido de la Selección de Fútbol. A Richard le cuesta entregar detalles, la situación lo ha afectado al punto de quebrarlo emocionalmente.
Lo que sí aclara es que estaba con contrato indefinido. «Nunca he firmado un finiquito, nunca he firmado una carta de renuncia», apunta y reafirma que «he solicitado que la empresa me reubique y la mutual me entregue mi alta médica y con eso poder ir a la empresa y volver al trabajo que realizaba con normalidad hasta antes de enfermarme, de que me enfermaran, siendo más directo».
Las acusaciones de Richard apuntan directamente a su jefe de turno y al gerente de recursos humanos, unidad donde fue destinado luego de ser separado de sus funciones en los camiones de extracción.
El diagnóstico sobre su enfermedad laboral
Aun cuando Richard tenía claro el origen de su malestar, las instituciones no coincidieron con su diagnóstico en primera instancia, porque recién en agosto de 2014 la Superintendencia de Seguridad Social (SUSESO) determinó acoger sus alegatos y declarar que los padecimientos del trabajador constituyen una enfermedad laboral en el período comprendido entre noviembre de 2012 y enero de 2013.
Así consta en un oficio emanado desde el organismo, firmado por el entonces superintendente Transitorio y Provisional, Claudio Ibáñez González (actual Intendente de la región de Coquimbo), dirigido al gerente general de la Mutual de Seguridad de la Cámara Chilena de la Construcción, documento fechado el 8 de agosto de 2014.
Allí se entrega como antecedente que Richard acudió a la SUSESO solicitando la reconsideración del origen de su enfermedad, diagnosticada como «Síndrome ansioso depresivo», la que anteriormente había sido declarada como de origen común y había originado una licencia médica por 10 días a contar del 3 de noviembre de 2012.
«Cabe señalar que los profesionales médicos de este Organismo (SUSESO) revisó (sic) nuevamente el expediente y los nuevos antecedentes aportados concluyendo que procede modificar lo antes resuelto. En efecto, el Informe de Fiscalización emitido por la Dirección del Trabajo a solicitud del juzgado del Trabajo de Calama, permite concluir que el trabajador estuvo expuesto a factores de riesgo de tensión psíquica derivados de disfunción en las relaciones jerárquicas, por un tiempo suficiente para desencadenar la afección en comento», se lee en el documento.
En declaraciones a este medio, Richard Bobadilla acusa amenazas, hostigamiento y «trato degradante» por parte de su jefatura directa. Esto porque –relata– lo sacaron de su área de trabajo y lo destinaron a recursos humanos, «donde no prestaba servicios, no firmaba el libro de asistencia, era como un fantasma que llegaba y que nadie se preocupaba de mí. No tenía ninguna labor durante las 10 horas que dura el horario».
El trabajador reafirma que necesita el documento que acredita su alta médica para volver a sus funciones, de las cuales se mantiene separado desde el 1 de noviembre de 2012.
«SI hubiera tenido más apoyo, no estaría acá»
Han pasado más de cuatro años desde que comenzó la pesadilla para Richard. En este lapso, ha sentido el peso de su enfermedad, puesto que se ha dedicado a «cosas esporádicas» y a pesar de que ingresó a otra empresa para trabajar como operador de maquinaria, «nunca pude ejercer el cargo, ya que ellos me notaban algo extraño. No estaba en condiciones para trabajar con normalidad, por la enfermedad o por sus secuelas», explica.
Dejó Arica en busca de ayuda por parte de la Federación de Trabajadores del Cobre (FTC), sin embargo, sus gestiones no han logrado los resultados que esperaba. «La verdad es que si hubiera tenido más apoyo, yo creo que no estaría acá», apunta.
«Me di cuenta que seguían las aspirinas y los trámites, para que me aburriera. Entonces, vine directamente a Santiago, entré a la Federación y los dirigentes estaban en un congreso en La Serena. Habían dos administrativos y les dije que había tomado una decisión, porque la situación no da para más y que iniciaría una huelga de hambre. Pedí hacerla adentro y no pude, así que me vi en la obligación de hacerla a la intemperie», indica el trabajador de 41 años.