Grecia: se prolonga la agonía

La semana finalizó con la abierta intervención de los jefes de Estado y de Gobierno de los países de la UE en los asuntos griegos

Grecia: se prolonga la agonía

Autor: Director

La semana finalizó con la abierta intervención de los jefes de Estado y de Gobierno de los países de la UE en los asuntos griegos.  Ya no solo dictan, a través de la “troika” constituida además con el Banco Central Europeo y el FMI las regresivas políticas económicas a seguir, sino que dieron un virtual ultimátum al parlamento helénico para su aprobación.  El arma de presión utilizado es el otorgamiento de recursos para que pueda seguir cancelando su deuda, lo cual tiene como principal beneficiario a los bancos acreedores.  Las políticas y documentos aprobados por Bruselas se deciden previo acuerdo entre Berlín y París, que en los hechos dirigen los organismos comunitarios.  De aprobarse un nuevo rescate a Grecia lo único que hace es postergar una muerte anunciada: la cesación de pagos.  “La Unión Europea –comentó The Economist– parece haber adoptado una nueva regla:  si un plan no está dando resultados, hay que mantenerlo”.  En tanto, la oposición social y política en Grecia a los planes de ajuste exigidos es cada vez mayor.

Finalizó junio sin que terminase el proceso en la UE para aprobar el segundo rescate de la sin solución por esa vía crisis de Grecia, aumentándose eso sí las exigencias en los ajustes a aplicar por Atenas, bajo la estricta supervigilancia de la eurozona,  el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI, mientras se intensificaban las protestas sociales y su primer ministro, Yorgos Papandreu, trata de superar las expresiones de crisis política, que alcanzaron a su propio partido, el socialista Pasok, al incrementarse las desafecciones por las antipopulares medidas que se le obliga a defender. El quinto tramo del primer rescate al finalizar el mes aún no se libera, manteniéndolo como un instrumento de presión y que de no concederse llevarían a “cerrar la persiana” como señalo el ex ministro de Finanzas Yorgos Papaconstantinu.

En estricto rigor se dio por la Eurozona un virtual ultimátum a la aprobación de un programa de ajuste fiscal aún más riguroso.  Se notificó que deberá estar sancionado el próximo 3 de julio.  “Eso debe hacerse, si no (…)” declaró amenazantemente el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker (21/06/11), dando a entender que se produciría de otra manera lo peor.  Por su parte, el director gerente interino del FMI, el norteamericano John Lipsky, dirigiéndose al parlamento griego dijo:  “Fallar en esa decisiva votación contagiaría las tensiones al corazón de la zona euro, con el resultado de graves efectos en todo el mundo” (21/06/11).

El nuevo rescate se abrió camino después de prolongadas negociaciones  del gobierno  de Papandreu con  la “troika” conformada por la Comisión Europea, el BCE y el FMI, decidiéndose dar curso a la cuota de 12.000 millones de euros del plan anterior a Grecia concordado hace un año.  La entrega se supeditó a la aprobación del nuevo programa de ajuste, con recortes sociales y privatizaciones que en total proporcionarían recursos por 78.000 millones de euros.

La fuerte oposición a la intensificación del ajuste fiscal generó un cuadro público complejo.  Papandreu propuso constituir un gobierno de unidad nacional detrás de las exigencias impuestas por el Eurogrupo, pero la oposición de derecha, encabezada por el partido Nueva Democracia -que se pensaba incorporar a este acuerdo-  lo rechazó, obligando el primer ministro a poner su cargo a disposición del parlamento.   Previo a ello modificó su gabinete designando como nuevo ministro de Finanzas al ex titular de Defensa, Evangelos Venizelos, para tratar así de lograr un respaldo mayor en el Pasok.  Con el ajuste ministerial, “la línea dura del gubernamental Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok) –destacó El País– se imponía al pragmatismo del primer ministro (…) que defendía la elección de otro tecnócrata para el cargo” (17/06/11).

La moción de confianza fue aprobada gracias a la mayoría parlamentaria que tiene el Pasok.  Todo el resto de los congresales votaron en contra.  El paso siguiente es obtener el visto bueno en el parlamento al impopular proyecto de ley del nuevo plan de ajuste, cuya justicia social fue puesta en duda hasta por el propio Venizelos.  “Existe un problema de balance moral de las medidas –señaló- y de justicia interior” (22/06/11), agregando poco después que “las medidas (…) son severas y en muchos sentidos injustas, pero creo que al final se impondrá la responsabilidad” (27/06/11).  Para tratar de contar con un mayor respaldo al plan de ajuste en el parlamento, Angela Merkel, Nicolás Sarkozy y los presidentes de la Comisión Europea –José Manuel Durao Barroso– y del Consejo Europeo –Herman Van Rompuy– se reunieron con el máximo dirigente de la oposición conservadora griega, Antonio Samarás, para que su partido lo apoye.

Es una  gestión, que no solo significó inmiscuirse aún más en la política interna, sino pedir su respaldo a quienes condujeron al gigantesco endeudamiento del país helénico, a  través de burdos engaños estadísticos.  Angela Merkel llegó al extremo de pedir a Samarás que los responsables del elevado endeudamiento hagan “honor a su responsabilidad histórica” (24/06/11).  La gestión no tuvo éxito, Samarás rechazó apoyar la intensificación del ajuste.  “Me están pidiendo –declaró- que apoye una medicina para alguien que se está muriendo por culpa de esa misma medicina.  No lo haré” (24/06/11).

La presión la hizo suya el Consejo Europeo, que exigió reunidos en Bruselas la “unidad nacional”.  En su documento demandaron imperiosamente que el “paquete de reformas exhaustivas acordadas por la Comisión, en conexión con el BCE y el FMI,  y la adopción por el parlamento griego de las leyes claves de la estrategia fiscal y consolidación debe finalizarse con urgencia en los próximos días”.  Bruselas pretende dirigir directamente la política griega.  La dignidad nominal de su Gobierno ya no existe, acepta la abierta injerencia externa.  El texto aprobado fue analizado previamente con la canciller germana y el presidente galo.

La intensificación del ajuste condujo a una nueva huelga general  efectuada el 15 de junio, convocándose otra de 48 horas de duración en la víspera de la votación en el parlamento del nuevo plan de ajuste.  Al tiempo que crecía en diferentes ciudades griegas la reproducción del movimiento de los indignados (aganaktismeni)  que sacude a España, el que cuenta en Grecia con el “apoyo moral” con el 67,9% de la población, de acuerdo a una encuesta efectuada por el departamento de Estadística de la Facultad de Economía de la Universidad de Atenas.  La actividad central tiene lugar en la plaza Syntagma, en pleno centro de Atenas.  Como ha señalado Joseph Stiglitz refiriéndose a España, “estas situaciones no son sorprendentes, lo sorprendente es que la gente tardara tanto en protestar” (05/06/11).  En el caso de Grecia, han existido movilizaciones, expresadas ante todo en paros nacionales, desde los inicios del plan de rescate, pero no alcanzaron hasta ahora la fuerza suficiente para detener la aplicación de medidas económicas cada vez más draconianas.

En principio se concordó con la “troika“ la ampliación del rescate, que se agregaría a los 110.000 millones de euros iniciales a entregar hasta el año 2013, luego de comprobarse el cumplimiento de las obligaciones contraídas.  El acuerdo contempla la renovación de los préstamos al momento de tener que cancelarse y prolongar el plazo de vencimiento de los bonos de deuda emitidos por Atenas.  La diferencia se produjo al interior de la UE en la posible participación de la banca privada al dar este paso, propiciada por Alemania e impugnada por el BCE, que privilegió la “normalidad” del sistema financiero.

El BCE puso en primer lugar la suerte de sus acreencias en bonos soberanos difícilmente recuperables en los montos otorgados y el de los bancos europeos que han buscado en la crisis de la eurozona obtener altas rentabilidades elevando las tasas de interés de los títulos de los países en dificultades, y no la de éstos y sus habitantes.  “Hoy el BCE –demandó Joseph Stiglitz- necesita pensar en cómo ayudar a todos, no solo a los banqueros que compraron los bonos.  El nuevo criterio debería ser poner a la gente en primer lugar y a los accionistas de los bancos y tenedores de los bonos en segundo lugar.  Incluso –añadió- si los accionistas y los tenedores de los bonos pierden todo con una reestructuración correcta, aún podemos salvar a los bancos y proteger a los contribuyentes y a los trabajadores” (12/06/11).

El proceso de privatización incluido en el proyecto de ajuste será supervigilado directamente por un organismo nuevo, independiente, restándosele así protagonismo al Ejecutivo.  En el comunicado que dio a conocer los compromisos no se habla de las actividades a privatizarse, pero es vox populi que incluirá, entre otras, a ferrocarriles, puertos, aeropuertos, bancos y compañías de seguros.   Por lo demás, este proceso se llevaría adelante en condiciones muy desfavorables.  La privatización a todo evento conducirá a que se vendan en condiciones no favorables, al ser percibidos por los adquirentes como realizadas de urgencia en un contexto económico de grandes dificultades.

“Grecia –enfatizó Barry Eichengreen, historiador económico de la Universidad de Berkeley, California –no puede pagar.  Es imposible, se pongan como se pongan Bruselas, París, Berlín y el Banco Central Europeo” (05/06/11).  Es una afirmación cada vez más generalizada. Mohamed El-Erian, director de Pimco –la mayor empresa global de inversiones en bonos- considera que Grecia y posiblemente otros países europeos caigan en cesación de pagos.  “Nada se ha hecho –recalcó- para fortalecer el crecimiento.  Ningún indicador ha mostrado solidez” (23/06/11).  En verdad, las políticas de austeridad fiscal actúan en sentido inverso a la expansión de la actividad.

Estas políticas, por lo demás, no solo afectan las señales de actividad económica sino que implican al mismo tiempo groseros atentados sociales.  “La creciente presión a favor de medidas de austeridad, ostensiblemente por razones de consolidación fiscal –destacó el informe del Banco Mundial sobre la situación social en 2011 -, está poniendo en riesgo la protección social, la salud pública, y los programas de educación, al igual que las medidas de recuperación económica.  El apoyo continuado al estímulo y otras medidas de recuperación –agregó, pronunciándose por el camino inverso- es necesario para reforzar el dinamismo de la recuperación y para proteger las inversiones económicas y sociales que apuntalan el crecimiento futuro”.

“Las autoridades europeas tienen la tentación de posponer lo inevitable –sostuvo a su turno Carmen Reinhart, profesora en el Peterson Institute– con el opio de más fondos públicos para Grecia.  Esa resistencia, esa negación de la realidad, no hace más que echar a rodar montaña abajo una bola de nieve: la deuda de Grecia no va a dejar de aumentar y son los bancos griegos quienes más van a sufrir las consecuencias, porque las entidades alemanas y francesas llevan meses reduciendo su exposición al país.  Puede que un nuevo rescate calme a los mercados a corto plazo y Europa gane tiempo para posponer una quiebra que es difícil de explicar y que al final requerirá más dinero público para sostener a los bancos afectados.  Pero al final –enfatizó- una reestructuración es inevitable (…)” (05/06/11).

Para los propiciadores del rescate, dar paso a la necesaria reestructuración conduciría a los peores males.  “Crearía riesgos potencialmente incalculables”, expresó el economista jefe del BCE, Jürgen Stark.  Su presidente, Jean-Claude Trichet, la considera una variable que “no está sobre la mesa”.  Christine Lagarde, candidata europea a dirigir el FMI,  la considera “catastrófica”.  Y Wolfgang Schäuble, el ministro de finanzas germano, que conduciría a “un nuevo Lehman Brothers”.

Quienes más han aprovechado la política de “ganar tiempo” han sido los bancos europeos más comprometidos en los países de mayores dificultades.  En Irlanda, constató el Banco de Pagos Internacionales, que cumple la función de coordinar a bancos centrales, durante los meses finales de 2010 la banca internacional redujo su exposición en un 15%, en la suma de US$83.000 millones.  De producirse una reestructuración en las deudas de Grecia e Irlanda, revela por su parte un estudio del banco norteamericano Goldman Sachs, el impacto más fuerte lo experimentarían las instituciones bancarias de ambos países, que concentran más de un 60% de los bonos emitidos por los estados respectivos.  En el país helénico el capital de los bancos se vería afectado entre un 25% y un 80%, lo que obligaría al gobierno a inyectarles recursos para impedir sus quiebras.

La demora en la UE para aprobar el segundo rescate fue provocado por diferencias en la forma que revestirá.  Alemania propició la participación de los acreedores privados en el paquete a decidirse, lo cual encontró la decidida oposición del BCE y Francia. Finalmente, el 17 de junio Angela Merkel y el presidente francés,  Nicolás Sarkozy, en una reunión extraordinaria efectuada en Berlín para ver las diferencias producidas concordaron, según explicaron, que dicha participación privada sería “sobre una base voluntaria”, de acuerdo con el BCE.

Una vez más quedó claro quién decide, en último término, en la eurozona y en la Unión Europea: Alemania y Francia.  Las instituciones comunitarias y los otros gobiernos, en definitiva, se ponen de acuerdo detrás de sus determinaciones. En este caso requieren, eso sí, que el denominado “mercado” o más bien las calificadoras de riesgo norteamericanas –Moody’s, Standard Poor’s y Fitch– , no consideren la salida pactada de cesación de pagos, ya que ello provocaría un remezón profundo en el mercado financiero.

El acuerdo Merkel-Sarkozy también exige que los sectores europeos más decididamente en contra de nuevos rescates no lleven su oposición a niveles más extremos. En Finlandia y Holanda el malestar de pagar las cuentas de la crisis en la periferia europea se ha traducido en la elección de gobiernos a la “derecha de la derecha”. En Alemania se estima que un 60% de la población rechaza los rescates así como profundizar la Unión Europea con una política fiscal única o la emisión de eurobonos.

“Mañana –comentó Daniel Gros, del Center of European Policy Research– habrá 12.000 millones (de euros) más para Grecia. En unos meses las cifras de ayuda se ampliarán con el segundo rescate. El resto es puro teatro: no va a haber impago porque eso no parece digno de una potencia mundial (…) hasta que Alemania, Holanda y Finlandia digan basta y no quieran rascarse más el bolsillo. En ese momento –concluyó-cualquier cosa puede suceder” (19/06/11).

“Europa -manifestó a su vez Kenneth Rogoff, profesor de Harvard y ex economista jefe del FMI– se encuentra en una crisis constitucional. Nadie parece tener el poder de imponer una resolución razonable a la crisis de sus países periféricos. En lugar de reestructurar la deuda manifiestamente insostenible de Portugal, Islandia, y Grecia, los políticos y legisladores están presionando para que se adopten paquetes de rescate cada vez más grandes con condiciones de austeridad cada vez menos realistas.  Por desgracia, no están solo “pateando” el problema para más adelante, sino empujando (coincidiendo con Carmen Reinhart N. del A.) una bola de nieve montaña abajo” (19/01/11).  Como señaló finalmente Rogoff “el final de cualquier crisis es difícil predecir. Pero es difícil ver como la moneda única puede sobrevivir mucho tiempo más sin un paso decisivo hacia una política fiscal más sólida”.

“Se cuenta –como escribió Martín Wolf en Financial Times– que Albert Einstein dijo que la locura consiste en hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes.  Bajo ese estándar, el pacto a punto de cerrarse con Grecia parece una locura.  No se puede hacer creíble lo increíble mediante infinitas demoras.  Uno puede hacer más doloroso el reconocimiento a la realidad cuando finalmente ocurre” (22/06/11).

Varios escenarios están abiertos, los sucesivos rescates buscan ganar tiempo. ¿Los pueblos afectados hasta cuándo soportarán planes de ajustes cada vez más draconianos? ¿La ultraderecha continuará ganando terreno? ¿Se irá finalmente a la imprescindible reestructuración de la deuda? ¿La UE entrará a una nueva etapa para superar sus contradicciones y limitaciones de nacimiento?

Por lo demás, el tema no es únicamente europeo y tampoco se expresará marginalmente en la economía global, sino que es un problema que afecta directamente al resto de los países.  De allí la inquietud expresada por el G-7 y la Casa Blanca.  El 19 de junio los responsables económicos de EE.UU., Japón, Canadá, Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido tuvieron una conferencia telefónica para evaluar de urgencia la situación.  Dos días después el secretario del Tesoro norteamericano, Timothy Geithner, demandó una “voz clara y única sobre la crisis por la que atraviesa Grecia” (22/06/11).  Coincidiendo “casualmente” con John Lipsky, el director interino del FMI quién planteó la necesidad de “reforzar” el gobierno económico de la UE.

Europa renunció a enfrentar solidariamente la crisis griega cuando Berlín rechazó crear un Sistema Monetario Europeo y empezó a utilizar las fracasadas recetas clásicas del FMI de ajustes cada vez mayores en los países afectados y el organismo internacional decidió participar con cuantiosos fondos en los rescates. ¿La comunidad mundial lo aceptará indefinidamente ya que están utilizando sus recursos?

Esta política ha llevado a la recesión a países fuera de la periferia de la eurozona.  Es el caso de Dinamarca que se contrajo en enero-marzo de 2011 en 0,5% con relación al trimestre anterior, cuando efectuando la misma comparación lo había hecho en 0,2%.  Entre los factores explicativos de la recesión está precisamente la política de ajuste fiscal propiciada que reduce el gasto público.

En varios países de la eurozona, es el caso de Grecia, han sido partidos socialistas o socialdemócratas los que han defendido los planes de ajuste exigidos por la “troika”, defendiendo los intereses del “mercado”, o sea de los bancos acreedores.  “Los gobiernos –escribió el académico español Santos Juliá– refiriéndose a esta experiencia no son ya depositarios de la soberanía nacional, sino meros ejecutores de órdenes que emanan de los centros del poder financiero, los políticos han sucumbido ante las exigencias del capital llamado ahora los mercados” (05/06/11).

“La revolución conservadora, encabezada por Margaret Thatcher y Ronald Reagan y la expansión del neoliberalismo –escribió Santiago Carrillo, a partir del escrito de Santos Juliá- nos han conducido a un retroceso brutal.  La consigna “menos Estado” se ha impuesto generalmente.  El poder financiero se ha convertido en una especie de dios todopoderoso, ante cuya autoridad han sucumbido gobernantes y partidos políticos históricos que en otros tiempos parecían una garantía democrática.  Un dios porque no se le ve, pero se le siente y está en todas partes.  Quienes  aparecen públicamente endosando la responsabilidad de sus decisiones -concluyó Carrillo- son los políticos los que para el pueblo que sufre la crisis aparecen como los demonios en esta constelación que se nos ha impuesto tan clara como inesperadamente” (05/06/11).

Estas políticas seguidas por partidos socialistas durante las últimas semanas les pasó la cuenta en las elecciones de España y Portugal.  Impulsaron en ambos países políticas profundamente reaccionarias, dictadas desde el exterior.  En España, las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo significaron el peor resultado de los socialistas en este tipo de votaciones.  En Portugal, su líder José Sócrates quedó a más de diez puntos porcentuales de la candidatura de derecha, que luego de su victoria prometió  ir más lejos que el ajuste impuesto por la UE, el BCE y el FMI, acentuando las privatizaciones y otras exigencias a cumplir.

Por Hugo Fazio

El Ciudadano


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