Un grupo de investigadores que revisaba imágenes de una instalación de investigación forense en Texas, se sorprendió al ver un rostro desconocido que se inclinaba sobre un cuerpo humano en descomposición.
La Unidad de Investigación de Antropología Forense de la Universidad Estatal de Texas (FARF) es un gran área –interior y exterior– donde los científicos pueden estudiar los efectos de diversas influencias sobre los restos humanos en descomposición. Se la llama coloquialmente «la granja de los cuerpos», informa mental_floss.
La investigaciones llevadas a cabo por la FARF y otras instalaciones forenses, ayudan a entender lo que sucede después de que una persona muere y ofrece información a la policía cuando están investigando crímenes.
Estos científicos forenses están acostumbrados a ver cosas extrañas y desagradables. Las cámaras trampa están colocadas cerca de los cuerpos, en todo el paisaje que comprende esta suerte de laboratorio abierto, y estas les permiten ver a animales carroñeros, como zorros y pájaros.
Pero hasta que el equipo revisó las imágenes de enero de 2015, nadie había visto jamás un ciervo intentando comer restos humanos.
Se sabe que el clado de los ungulados –como ciervos, ovejas y jirafas– ocasionalmente roe huesos de otros animales en lo salvaje. La teoría es que lo hacen buscando nutrientes que no han podido conseguir en otra parte. Sin embargo, los huesos humanos son algo completamente diferente.
Lo que los investigadores vieron no se trataba solo de unos pocos teniendo un comportamiento raro en un día extraño. Las cámaras fotográficas capturaron un ciervo en dos ocasiones distintas en un mes, sosteniendo un hueso humano en su boca «como si fuera un cigarro», describen los investigadores. El cuerpo había permanecido en ese lugar durante seis meses.
Los hallazgos tienen implicaciones que van más allá de la mera confusión. El más simple es que si masticar restos óseos humanos es algo que los ciervos hacen, incluso ocasionalmente, en el futuro tendrá que ser considerado como un factor en la ley y la investigación forense. El descubrimiento fue publicado en la revista Journal of Forensic Sciences.
El Ciudadano