El presidente de EE.UU., Donald Trump, causó hoy un sismo político al despedir por sorpresa al director del FBI, James Comey, que lideraba una investigación sobre los posibles lazos de la campaña del magnate con Rusia en las elecciones de 2016.
«El FBI es una de nuestras instituciones más estimadas y respetadas de nuestra nación y hoy marca un nuevo comienzo para nuestra joya de la corona de las fuerzas del orden», afirmó Trump en una nota oficial emitida por su portavoz, Sean Spicer.
Spicer indicó que Trump «actuó basándose en las recomendaciones claras del vicefiscal general, Rod Rosenstein, y el fiscal general, Jeff Sessions», y señaló que «la búsqueda de un nuevo director del FBI empezará inmediatamente».
El propio presidente envió hoy una carta a Comey, quien se encontraba de viaje en California cuando estalló la noticia, en la que le informó de su destitución «con efecto inmediato».
«Aunque aprecio enormemente que usted me informara, en tres ocasiones distintas, de que no estoy bajo investigación, aún así estoy de acuerdo con la conclusión del Departamento de Justicia de que usted no es capaz de liderar eficazmente el Buró», dice Trump.
De esa manera, el gobernante republicano hace en la misiva una aparente alusión a la pesquisa del Buró Federal de Investigación (FBI) sobre los nexos entre Rusia y la campaña electoral del magnate neoyorquino.
«Es esencial que encontremos un nuevo líder para el FBI que restaure la confianza del público en su vital misión de aplicación de la ley», zanja el mandatario en la carta, divulgada por la Casa Blanca.
Trump no explicó el motivo de su decisión, pero Rosenstein aclaró que el ya exjefe del FBI perdió su empleo por violar los principios del Departamento de Justicia al hablar públicamente sobre la investigación del manejo del correo electrónico por parte de Hillary Clinton cuando ejercía como secretaria de Estado (2009-2013).
Conocido por sus reacciones intempestivas, Trump conmocionó con esta decisión a la clase política de Washington -que no esperaba el cese de Comey- algo sin precedentes desde 1993, cuando el entonces presidente de EE.UU., el demócrata Bill Clinton, destituyó a William Sessions como jefe del FBI.
La medida evocó también la llamada «Masacre del Sábado Noche», cuando Richard Nixon ordenó el 20 de octubre de 1973 el despido del fiscal especial Archibald Cox, encargado del caso «Watergate», que en 1974 lo convirtió en el único presidente de EE.UU. en dimitir.
«Este es un momento extraordinario en la historia estadounidense. (…) Es un grotesco abuso de poder del presidente de EE.UU.», aseveró el experto en asuntos legales de la cadena CNN Jeffrey Toobin, al asemejar el cese de Comey a la destitución de Cox.
La oposición también criticó duramente a Trump y el líder de la minoría demócrata del Senado, Chuck Schumer, exigió la designación inmediata de un fiscal especial independiente que dirija la investigación de los vínculos de la campaña de Trump y el Kremlin.