He encontrado, en un breve pero contundente libro publicado por Claudio Gutiérrez, una de esas citas que llegan al alma. Es de Miguel Ángel Solar, quien fuera presidente de la Feuc y uno de los líderes de la reforma universitaria de fines de la década de 1960. Y dice:
“Cuando en el mes de febrero de este año 400 universitarios nos despedíamos de la provincia de Arauco, había una petición en la boca de los hombres y mujeres de esa lejana región: no nos olviden. Prometimos no hacerlo y las palabras que dijimos esa noche en la plaza de Curanilahue podemos repetirlas hoy textualmente: no nos olvidaremos, porque vamos a aplicar el espíritu que en Arauco hemos encontrado, en nuestra universidad, le vamos a exigir que cambie sus viejas estructuras y los hombres que las sostienen, para que se coloque al servicio de su pueblo, para que cumpla con el mandato de la hora presente y se abra a todos los sectores sociales, que investigue la realidad de este país y elabore la teconología, ciencia y cultura que la comunidad nacional requiere. Que, en fin, sea la culminación intelectual del vivir de su pueblo, porque allí está su energía y vitalidad” (7 de abril de 1967, Santiago, citado en “El G.A.N.E. de Piñera en que Chile P.I.E.R.D.E.”, Ediciones Ceibo, 2011)
Y es cierto: no, este país no ha olvidado. No ha olvidado que las cosas no siempre fueron como hoy, que hubo un tiempo en que la lucha por fundar y mantener escuelas, liceos, escuelas de artes y oficios y universidades, porque los hijos de los campesinos, pescadores, obreros y empleados también tuvieran una educación y tambien pudieran soñar así con un futuro diferente, dio frutos. Este país no ha olvidado que hubo un momento en que la universidad dejó de ser solo para las elites, en que la misma UC creó el Duoc, cuya sigla significa Departamento Universitario Obrero y Campesino, y que en la Universidad de Chile los empleados fiscales se sentaban junto a estudiantes de 18 años a estudiar y obtener un título profesional. Este país no ha olvidado a sus profesores normalistas, que iban a hacer clases en bote o a caballo a pueblitos perdidos en los cerros o los canales, con padres que regalaban comida y leña para la escuelita, donde a sus hijos se les enseñaba que había mucho qué aprender más allá de su horizonte diario, y también dentro de él. Este país no ha olvidado que muchos de sus actuales dirigentes politicos, que construyeron o aceptaron el modelo de educación de mercado, estudiaron gratis, o casi.
No ha olvidado, y hoy prueba una vez más, con los miles en la calle, con las decenas de organizaciones e instituciones apoyando la movilización por una educación pública y de calidad, con los padres marchando junto a sus hijos y los profesores al lado de sus estudiantes, con los funcionarios del Ministerio de Educación tirando papel picado por las ventanas, que la memoria social y su conciencia de los derechos individuales y sociales es más dura que la represión y que las refinadas explicaciones que nos tratan de instalar desde hace 30 años: que la estatización pasó de moda y es absurda y que ‘la gente’ cuando recibe algo gratis no se esfuerza y no lo valora, que es uno de los argumentos centrales del credo liberal para hacer a todos pagar por todo. No hemos olvidado lo que fuimos y lo que pudimos seguir construyendo, y que fue uno de los sueños rotos por una dictadura. Y por eso sabemos que otra manera de enfrentar las cosas es posible.
No sé cuanto se conseguirá con esta movilización. Espero -con ardiente paciencia, como dijo Neruda y citó Skármeta– que sea mucho. Pero aun cuando la movilizacion se detenga en algún momento, aun cuando no lo consigamos todo, creo que ya hay algo que ya es una victoria: que el 80% de los chilenos está a favor de la movilización de los estudiantes, y que se instaló la convicción de que este no es un asunto de minorías ideologizadas que tratar de amargar a un país feliz y contento, ni los reclamos de niños mimados y que no tienen nada mejor que hacer que realizar paros y molestar al resto, ni una treta de los profesores, ese gremio pesadito que siempre está haciendo denuncias y pidiendo más plata. La crisis de la educación pública, la vergüenza nacional e internacional de ser un país donde el Estado no financia educación superior y donde las escuelas públicas se desmoronan sobre sí mismas es un problema de todos los chilenos y chilenas, no de ciertos grupos o sectores. No hemos olvidado, y no olvidaremos. A veces parece que la historia no es nuestra y que no la hacen los pueblos, a veces parece que no queda otra cosa que resignarse y seguir como se pueda, para no hundirse en la mas profunda depresión, pero no siempre. Este es uno de los momentos de ese ‘no siempre’, y qué bien se siente, ¿no?
Por Azun Candina
Académica
Departamento de Ciencias Históricas
Universidad de Chile