Imaginar el mundo desde una plaza

Muchas miradas se han fijado en las plazas de España, donde se han generado acampadas y vientos de primavera acompañan a una ciudadanía exigiendo democracia real

Imaginar el mundo desde una plaza

Autor: Sebastian Saá

Muchas miradas se han fijado en las plazas de España, donde se han generado acampadas y vientos de primavera acompañan a una ciudadanía exigiendo democracia real. Paco Gómez Nadal, desde el centro de los acontecimientos hace una descripción analítica del proceso que ha surgido, tomando distancia de la política y del político tradicional.

El policía local echa a correr hacia el carro de la Policía Nacional. “Avisa y diles que son cuatro veces los que esperábamos”. La agitación no solo afecta al agente barrigón entrado en años… uno de los organizadores de la marcha Toma la Calle, el pasado 15 de mayo, grita y se desahoga: “¡Qué pasada! ¡Qué alucine!”. Casi ninguno de los participantes esperaba esto en una ciudad intermedia donde el Partido Popular (derecha) consigue el 60% de los votos elección tras elección. Lo cierto es que, bajo el lema,  Democracia Real Ya, entre 8 mil y 10 mil personas gritaban en Murcia “¡Lo llaman democracia y no lo es…!” o “No es una crisis, es una estafa”. En Madrid, unas 50 mil personas repetían los estribillos de rabia.

Los anteriores llamados hechos a los españoles para salir a la calle habían sido magros. Pocos y siempre detrás de las pancartas de uno de los dos sindicatos mayoritarios –y cuasi orgánicos- y casi ninguno cuando la convocatoria surgía de movimientos sin fama (ni buena ni mala). Por eso la convocatoria de Toma la Calle resultaba una incógnita ya que se hacía desde una plataforma plural (Democracia Real Ya), sin nombres figurantes, con prohibición de adhesión para sindicatos y partidos políticos y a una semana de unas definitorias elecciones municipales y autonómicas.

En todo el país se calcula que salieron a la calle unas 150 mil personas ese domingo y los medios de comunicación de masas no supieron interpretar el mensaje. Televisión Española le concedía 15 segundos a la noticia en el minuto 25 de su informativo y Antena 3, un canal privado, no llegó a 10 segundos.

Menos repercusión tuvo la decisión de unos 30 jóvenes de acampar en plena Puerta del Sol, el epicentro turístico de Madrid. La mayoría de ellos provenían del Centro Social Okupado Casablanca, un espacio autogestionado muy dinámico en la capital y parte del heterogéneo movimiento okupa, que bebe en su mayoría del anarquismo más constructivo. La policía cometió el error de proceder a un desalojo con nocturnidad el día 17 de mayo, cuando ya los acampados eran unos 100 y la represión prendió la mecha… Esa tarde eran miles los ciudadanos en Sol y lo que empezó como una protesta marginal se convirtió en el principal tema de debate de las elecciones municipales (una especie de primarias no declaradas de las presidenciales de marzo de 2012).

Han pasado las semanas y el fenómeno de masas inicial (en la Puerta del Sol llegaron a concentrarse 30 mil personas, y las acampadas nacieron como setas en 159 ciudades del Estado español) es ahora un estratégico movimiento ciudadano que se está extendiendo a barrios y pueblos exportando su lógica asamblearia que ya va pasando de la inicial terapia de grupo para la gente sin voz a un mecanismo de organización y acción plural y eficiente.

Los medios han seguido confundiendo las acampadas con Democracia Real Ya (DRY), pero los propios acampados y DRY han dejado claro que están en lo mismo pero no son lo mismo. Un colectivo anarquista lo explica así: “El movimiento 15-M [el que coordina las acampadas] es un movimiento social real y, como tal, es tremendamente heterogéneo y contradictorio. Hay de todo y todo está en diferentes dosis”.

¿QUÉ BUSCA EL MOVIMIENTO DEL 15M?

La riqueza –y la fragilidad- del Movimiento 15M está precisamente en su pluralidad y sus contradicciones. Aunque no se manifiesta como antisistema, sus consignas lo son; aunque se declara no-violento, han violentado la paz de los cementerios que reinaba en España; aunque en lo básico sean reformistas del sistema democrático, están pidiendo reformas que afectan, de lleno, al modelo capitalista.

De las primeras y kilométricas listas de peticiones elaboradas en las asambleas se ha pasado a unas coordenadas mínimas. La primera aborda el sistema electoral español, que por su diseño en la transición de la dictadura a la democracia, fomenta el bipartidismo y hace que un voto no valga un voto. Y que un diputado cueste muchos menos votos a un partido mayoritario (unos 60 mil a PSOE y Partido Popular) que a uno minoritario (unos 500 mil a Izquierda Unida). La segunda, se refiere a la lucha contra la corrupción y los límites a los políticos. La tercera, busca una efectiva separación de los poderes públicos y la cuarta, el establecimiento de mecanismos de control ciudadano de las políticas públicas.

Excepto en el primer caso, el resto de peticiones son vagas si no se matizan con los reclamos concretos aparecidos en las asambleas, que van desde la nacionalización de una parte de la banca, los límites a salarios públicos, la imposición de sanciones a la especulación financiera, la rebaja de la edad de jubilación o la mejora radical de la educación y la salud públicas.

SORDERA POLÍTICA

Los reclamos del movimiento 15M sonaron fuerte en su primera semana de existencia, en la que las carpas cohabitaron con la campaña electoral, pero los partidos tradicionales, una vez pasada la ola de los comicios parecen haber decidido matar al 15M a punta de indolencia. Excepto Izquierda Unida, la debilitada amalgama de movimientos de izquierda dominada por el Partido Comunista Español (PCE) que ha tratado de capitalizar en algo las protestas ciudadanas, los grandes partidos políticos han defendido su “modelo de democracia real” basado en las urnas cada cuatro años.

El Partido Popular, la derecha envalentonada después de su aplastante victoria en las municipales del 22 de mayo, porque las propuestas del 15M supondrían, en la práctica, su desaparición por ir en contravía de casi todo lo que se escucha en las acampadas. El Partido Socialista, porque el 15M le resta votos de jóvenes y adultos decepcionados por la política neoliberal con la que el PSOE ha afrontado la crisis económica que mantiene desempleado a un 22% de los españoles en edad activa.

Lo que ha destapado el Movimiento 15M es la sordera política y la inmensa distancia entre la clase política española y, al menos, una parte de la sociedad, quizá esos 13 millones de ciudadanos (un 35% del censo electoral) que o no acuden a las urnas o votan en blanco o nulo.

¿POR QUÉ HA FUNCIONADO EL 15M?

La capacidad de penetración del Movimiento 15M en las clases medias españolas tiene que ver con la gestión de la rabia. La mayoría de la opinión pública ha visto escenificada en las plazas una realidad perturbadora: Ciudadanos desarmados con las manos en alto pidiendo pacíficamente ser escuchados frente a una policía que ha actuado con brutalidad -véase el desalojo en Barcelona, el 27 de mayo- y un sistema que ha penalizado la protesta social -véase la resolución de la Junta Electoral Central declarando ilegales las concentraciones-.

A diferencia de la violenta rabia expresada en Grecia o por la convencional, tópica y politizada protesta de los sindicatos mayoritarios, el Movimiento 15M ha sido festivo, lúdico, original y casi poético. Nadie lo podía tildar de violento o agresivo. En los días de mayor concentración en la Puerta el Sol, familias enteras paseaban por el espacio público leyendo consignas, asistiendo a una improvisada charla sobre feminismo o sorprendiéndose con la buena organización del caos lograda en Sol.

Artificiales parecen los intentos de relacionar este movimiento con las revueltas en los países árabes, pero sí es cierto que se respiraba un aire global, una necesidad de unión ciudadana más allá de las fronteras para redefinir el sacrosanto término de Democracia. Los medios de comunicación trataron desde el primer momento de ponerle rostro a la protesta, de buscar uno o dos líderes maquiavélicos detrás de las acampadas y las marchas, pero les ha sido imposible. El 15M no ha tenido protagonistas individuales y eso, una bendición en tiempos de héroes y villanos, ha despistado de forma positiva a periodistas, políticos y a más de un ciudadano.

¿QUÉ HACER CON EL CAPITAL POLÍTICO?

Pero basta de romanticismo. Parte del debate interno dentro del 15M es el qué hacer ahora. La perspectiva electoral de las presidenciales de marzo de 2011 hace imaginar un gobierno nacional del Partido Popular y no se descarta que con mayoría suficiente para controlar el Parlamento. Mantener las acampadas hasta entonces, sin autocondenarse a la muerte por aburrimiento, parece inviable.

Manuel Castell, uno de los sociólogos de cabecera de la postmodernidad española, escribía hace unos días: “Aquellos que minimizan las wikiacampadas no entienden todavía su profundidad. Podrán salir de las plazas, para volver periódicamente a ellas, pero no saldrán de las redes sociales y de las mentes de quienes participan. Ya no están solas y han perdido el miedo. Porque descubrieron nuevas formas de organización, participación y movilización que desbordan los cauces tradicionales de los que una parte de la sociedad, y la mayoría de los jóvenes, desconfían”.

Y una vez perdido el miedo, el Movimiento 15M ha optado por descentralizar su lógica asamblearia y llevarla a pueblos y barrios para convertirse en un  movimiento ciudadano de presión al sistema. Pasar de ser “los indignados” -como han sido bautizados por los medios de comunicación, reduciendo todo a un efecto casi marketiniano relacionado con el libro Indignaos, de Stéphane Hessel– a una verdadera fuerza tenida en cuenta en el debate político nacional.

De momento, las acampadas siguen. Con menos presencia masiva de los ciudadanos de clase media, pero con más vigor y organización. La de la Puerta del Sol en Madrid, referente para todo el movimiento, está pasando de ser el mega zoco de las ideas a un centro de información y coordinación, posiblemente con una instalación más pequeña pero extendiendo sus lazos al cinturón obrero de Madrid. El resto tienen más carpas que nunca, pero aún no son capaces de decidir si levantar la protesta física o si mantenerse en los centros de las ciudades.

El politólogo altermundista Carlos Taibo plantea varios escenarios para la evolución del Movimiento 15M pero apuesta claramente por uno: “Lo que me gustaría que cobrase cuerpo realmente es un horizonte articulado en torno a una fuerza social, que desde perspectivas orgullosamente asamblearias y anticapitalistas, antipatriarcales, antiproductivistas e internacionalistas, apostase por la autogestión generalizada e inevitablemente se abriese a las aportaciones que deben llegar de sectores de la sociedad que todavía no han despertado. Esa fuerza, que habría de acoger en su seno, claro, al movimiento obrero que todavía planta cara al sistema y se enfrenta a los sindicatos mayoritarios, provocaría el alejamiento de una parte de quienes en inicio se han incorporado a manifestaciones y acampadas”.

Mientras las opciones toman cuerpo, Democracia Real Ya, el detonante de esta sorpresa ciudadana, ha decidido convocar una protesta global para el mes de octubre, aprovechando el tirón que ha tenido en redes sociales la #spanishrevolution y las réplicas en países como Italia o Francia. El movimiento se extendería, de este modo, a una Unión Europea cuyo déficit democrático es evidente y donde la crisis económica ha dejado en evidencia que son los intereses económicos de una minoría los que determinan los vientos políticos de los 27 países asociados.

El futuro del nuevo movimiento ciudadano es incierto. España, cuya democracia ha crecido deforme a la sombra de una censura a la autocrítica impuesta durante la denominada “transición democrática”, quizá se esté enfrentando de verdad a su transición a la democracia real. Los principales debates del país en los últimos 30 años han tenido que ver con la Economía y con un profundo complejo de inferioridad frente a la Europa ‘desarrollada’.

Ahora, lo que se cocina en las acampadas asamblearias es una refundación de este sistema que, de algún modo, ha insertado a España en las grandes ligas de la geopolítica y la economía por el vagón de cola, pero que la ha sacado de la búsqueda de la justicia social y la equidad.

Por Paco Gómez Nadal

Desde Madrid

Publicado en la Edición N°104 de El Ciudadano


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