Sonidos del Subterráneo Chileno VI: Doctor Pez

DOCTOR PEZ: Los maravillosos laberintos de la confusión Como una metralla de bolsillo, sus mil palabras musicalizadas no demoran en vencer nuestros blindajes y, aún cuando nos estremecen una y otra vez, las letras que pretenden explicar aquello reducen siempre el momento de verdad y mentira, horror y belleza, duda y certeza, que hay en […]

Sonidos del Subterráneo Chileno VI: Doctor Pez

Autor: Cristobal Cornejo

DOCTOR PEZ: Los maravillosos laberintos de la confusión

Como una metralla de bolsillo, sus mil palabras musicalizadas no demoran en vencer nuestros blindajes y, aún cuando nos estremecen una y otra vez, las letras que pretenden explicar aquello reducen siempre el momento de verdad y mentira, horror y belleza, duda y certeza, que hay en sus canciones.

Si bien el mundo está lleno de músicas y músicos son las esquinas por las que nuestro cuerpo y mente se mueven las que, en definitiva, nos llevan frente a frente a los sonidos que perpetrarán nuestras vidas, unos para quedarse, otros para acompañarnos sólo por un rato. En este caso, casualidades sociales y afinidades personales, son las que me llevaron a conocer a la persona y a la música que pretendo a continuación presentarles en su esplendor.

“En 2001 conocí un punk en Puerto Varas que hacía canciones en inglés. “¡¿Pero por qué?!… ¡Canta en español!”, le dije yo con mi bandera americanista. “Es que aquí viene mucho turista, yo hago canciones para los turistas y les tiro mierda”, me respondió. Esa fue la primera vez que justifiqué a un chileno haciendo canciones en inglés”, relata Luis Pezoa (1976) -desde ahora y para siempre, Doctor Pez o, simplemente, Doc.

La anécdota es relativamente útil para identificar elementos presentes en su vida/obra: “Uso de la canción como soporte plástico, elaboración de un discurso infinito en la multiplicidad de las experiencias, búsqueda de una propuesta combativa humanamente integral”, pero también los tiempos de sus procesos, acciones/reacciones, contradicciones y saltos al vacío.

Tuve la mágica experiencia de haberme acercado a su persona y obra en momentos de extrema felicidad y extremo dolor. Pero como suele ocurrir, queda más vívido el recuerdo de su compañía y su música en los tiempos tristes, cuando uno pone a gatos y perros a lamer sus heridas. El tiempo ha pasado –no mucho- “ahora voy y soy un ser tremendo y amoroso, y solo, y solo”, y la luminosa humanidad de sus versos se ha impuesto a las circunstancias, emergiendo con la fuerza de lo que realmente son.

Pero ¿qué son?…

“Desde adolescente me definía como “confusionista”… ahora último he retomado esa idea. Definirse hoy de una sola manera y estar a gusto es casi romántico. Los tiempos nos han arrojado al caos, pero yo veo el caos como el inicio de un ordenamiento”, explica el también voz y guitarra del longevo trío Solteronas en Escabeche (en la foto), en una demostración práctica de pensamiento dialéctico.

MUERTES QUE CURAN

Sorprende lo prolífico de su trabajo poético-musical solista. A un auditor minucioso, puede llevarle meses la apreciación de su planificada obra sonora: Originalmente, una trilogía de 21 discos, 3 series de 7 volúmenes.

Fruto de este trazado, “Todas mis muertes” es la primera parte. Contiene los discos OvOnOvo (2003), Mía Láctea (2008), Ronda de niños dientes de sable (2009), ¿Verde, verdad? (2009), Quimera fantasma (2010), Icono cluster (2010), y Radio Ni Uno (2009).

Detallar este universo excede los límites de este artículo y de mi capacidad literaria, pero podemos decir que en él se encuentran dispersas las influencias estilísticas que lo cruzan, lo que da como resultado algo así como una amalgama folklore-rock.

Hay desde himnos épico-emotivos, viajes por latinoamérica, hasta un originalísimo disco de versiones del repertorio popular chileno, donde convive Upa (una disonante e hipnótica versión de “Ella llora”) con Tiro de Gracia (“Chupacabras” apta para niños).

Guitarra (electro) acústica mediante, tocada con furia cavernícola en busca de su exorcismo, su voz comunica vía gritos o susurros (con predominancia de los primeros, y con un tono más bien agudo y que recurre regularmente a la reverberancia). A veces juega con algunos ruidos, efectos y experimentos de edición y de guitarra, aunque si no estuviesen, las canciones funcionarían igual. Esto corre para todo su trabajo.

Estas composiciones “no están dispuestas en orden temporal, sino más bien obedeciendo a un delirio temático”. La serie “retrata un renacer y lo sella mágicamente con un toque numerológico y reivindicatorio”, explica en sus notas.

Siempre autodidacta, abandonó tras cuatro años sus estudios de Pedagogía en Música para recuperar su capacidad de creación. Autoeducación y desescolarización estaban más cerca de su propia experiencia de vida.

“No tuve muy buenas notas en los ramos musicales, tocaba el piano igual como escribía a máquina”, dice, agregando que jamás haría clases (casi lo único que afirma tajantemente en nuestra conversación).

Así, solo, trabajó su lenguaje poético, decidió luego transportarlo en canciones, las grabó y se apronta a editarlas oficialmente en un momento indeterminado, que yo deseo que sea pronto, por el bien de la humanidad sensible y como aporte cualitativo al panorama actual de cantautores.

“Siempre pensaba que mi trabajo iba a ser valorado después de muerto. Mi único soporte era el cuaderno con las letras. “Todas mis muertes” tiene que ver con esa redundancia la idea de la muerte y de grabar antes de morir”, explica sin vergüenza.

El grado de “confusionismo” que acusa no significa no saber desde qué posición se enfrenta al mundo. De espíritu libertario está “lejos de odiar al ser humano en general; soy humanista en el fondo. Aunque a veces me den rabia muchas cosas de las personas, aún creo en los valores primordiales”, dice.

Además, la autonomía creativa y en la edición, “el cómo se elabora y comparte la música, dice mucho de mi posición política y además es pedagógico”, afirma.

Como él mismo explica, de esta serie, Ronda de niños dientes de sable (2009) es más explícitamente político y social en sus temáticas, aunque nunca panfletario.

Galeote es una metáfora del esclavo remador, que puede ser proyectada a cualquier trabajador actual. «Misotrol», «Tijeras con Sida», también hablan de temáticas sociales. «Agorafobia» habla del avance aplastante de la ciudad”, comenta.

En lo literario, a veces se acerca a los temas desde lo poético, a veces desde lo explícito; cuando lo hace desde lo poético, puede tener influjos del automatismo o momentos más expresionistas, “de pura emoción”.

YO NO TEMO A LA LLUVIA, SÍ A AHOGARME EN EL MAR

“Remedios Caseros”, la segunda parte de su serie, también suma siete volúmenes que han sido fechados en 2011: Árbol de noche, Breves i Bravas –con canciones de un minuto, que era lo que le permitía grabar una versión demo del software que ocupó-, Gerundio, Tripas, Botánica TitánicaUn vaso de agua, y C H O N.

“Botiquín sub-laboratórico”, las canciones practican una especie de “sanación mágica”, ya sea del desamor, de la miseria societal, de los infortunios. Pero, ojo, como en gran parte de su obra, atravesada por una inclinación hacia el humor, de diversos tonos, nutrida con una aguda inteligencia en el uso del lenguaje, en el juego con las palabras, ideas y sus sentidos, y valiosa sinceridad a la hora de confesar lo sentimental, de manera más o menos directa, que lo hermana rápidamente a uno consigo mismo y con las canciones.

“Cada vez me interesa más la profundidad de la obra, tratar un tema desde diversas perspectivas, el serialismo es por eso”, aclara.

Le pregunto por la primera canción que se le viene a la mente y me dice «Retrovértigo» de Mr Bungle. De las suyas, me dice que le gesta «Bruxismo», «Hombre Bala», «Presos». Le pregunto por las que gustan más a sus auditores. Menciona «El secreto» (ver video más abajo), «Saqueante» y «Tijeras con sida».

Y sobre la canción como formato: “Tiene mucha más difusión que otros objetos culturales, se consume canciones cotidianamente. En un comienzo sólo escribía poesía, muy poca gente leía (y lee) poesía. Un día decidí musicalizarla e inmediatamente aumentó la recepción de lo que hacía”.

Y el serialismo al que alude tiene relación con esto: “Un contra de la canción es que es breve, los maestros desarrollan con profundidad un tema en ellas, yo no. Cada emoción puede estar reflejada en una canción o varias a la vez. El código es más claro, la emoción está antes que el goce estético. La idea de la canción es dejar una interrogante más que plantear explicaciones”, afirma.

Inseguro, la valoración de sus pares y premios en un par de festivales (Festival de la Canción Comprometida del Sindicato Social y Cultural; y en el Festival Luis Advis), lo han convencido: “Tengo mi camino trazado, lejos del mainstream, experimentando con las experiencias mías y del oyente”.

Hoy vive del canto en las micros, un “ejercicio experiencial y complementario”: Boleros, tonadas, valses peruanos, tangos, a los que ahora suma temas de su autoría.

Además, cuenta sus proyectos por venir: Tres discos con el guitarrista Jaime Castañeda, la musicalización de poemas de Lord Carter, un experimento con la electroacústica de Ulra Díaz y otro con el grupo de jazz y rock La Kut.

“Por justicia no serán la tercera parte de mi serie, sino discos independientes”, indica.

ANTOLOGÍA PERSONAL

Si yo quisiera darme un arduo trabajo y armar una compilación en doble CD para regalarte.

CD 1 “Todas mis muertes”

1. Molotov. Presentación de primera mano: “Acúsenme de todo si eso quieren, menos de haber creado cosas muertas… aplastadas, infelices…”. Del volumen 1.

2. Speculum. Podría ser un single. A ella me refiero como ejemplo de “himno épico emotivo”. Ternura negra chorreando en una rama. Yo no se adónde lleva ese dolor. Si mal no recuerdo está basada en la escena de una película, aunque tampoco estoy muy seguro de eso. Del mismo volumen.

3. Aún del río. Shoegaze acústico. Un ventarrón de emociones en la misma senda anterior. Un intento de conversación con las diosas desde la orilla de un peñasco, peligro, que al final siempre nos arrastra.

4. Cueca quemada. Humildad en una autoinmolación en 6/8. Del volumen 4.

5. El incendio. Destaca por su elegancia y devoción entre una mayoría de canciones que recurren al minimalismo a la vez que son muestra de sus más inspirados momentos compositivos. Como la segunda parte (o la primera) de “Cueca quemada”. Del volumen 5.

6. El garzón. Confesiones de la alienación urbana. Como si, a semejanza inversa de la figura del barman, un día el garzón se sentara en nuestra mesa y se confesara, aunque decidido a después levantarse de la mesa y tirar del mantel con toda la naturalidad del mundo. Y lo aplaudiéramos. Del volumen 4.

7. Crack. Una canción que se desarrolla en una tensa calma mientras la tormenta toma forma y la hecatombe finalmente desgarra el cuerpo en la misma colina donde hablamos a las diosas. Del volumen 5.

8. Gallo. Quiebre en la compilación. Con una música de cortejo, folclore oscuro e hipnótico, casi psicodelia naturalista.

9. Pies. Atmósfera disonante que desafía la ortodoxia tanguera. Del volumen 2.

10. Bailando como mono. El bacilón soñado en un difuso viaje etílico. Del volumen 7, original de La Floripondio.

11. Cuando te vayas. Canción de despedida, una de mis favoritas. Clásico del tecnopop chileno desnudado a la fuerza hasta el rubor. Del mismo volumen, original de Los Prisioneros.

12. Ami. Un monumento a la lucidez para explicarse y explicarte. Un paisaje armónico anclado en la dulzura y un canto a la humanidad. Del volumen 4.

13. Democracia. Cerrando la primera parte con la canción ganadora del Festival de la Canción Comprometida. Guarda la inmanente tristeza del desengaño con la declaración de principios de un guerrero: “Alzaré la voz de sol a sol hasta que vengan los pacos a quitarme la guitarra y a negarme la batalla… Todo fue una mentira, todo termina”. Uno de sus temas más explícitamente políticos, junto a 19 y Presos (dos temazos, por lo demás). Todas del volumen 3.

CD 2 “Remedios caseros”

1. Gendarmería. Un clásico anti-carcelario inmediato. Espíritu folclore punk para la acción. Del volumen 3.

2. Hambre. Lo más cercano a Manu Chao que podremos escucharle, parece intencional. Espíritu folclore punk para la juerga. Del mismo volumen.

3. Eloy. Una invitación a la rebeldía ontológica en clave Flor Motuda. Del volumen 2.

4. Perpetua. Con letra de un texto de Enrique Gastón Valls. Tango rebelde contra la formación opresora hacia los niños. Del volumen 3.

5. Raro. Canción callejera, flotando como un volantín. La paliza podría ser en Matucana o saliendo del Mesón Danés. Del volumen 1.

6. Devuelto al mar. Podría haber sido cualquiera de este disco, pero incluiremos este por su entrega poética, la interpretación, lo que evoca, su tensión y clímax… Del volumen 4.

7. Contrahueso. Amor de ultratumba, resucitando en el contacto óseo hacia nuevas prácticas del cuerpo. Del volumen 1.

8. Dunar. Evocación muy personal de Violeta Parra y del mundo araucano. Del volumen 6.

9 Tus hombros. De las más bellas y patéticas declaraciones, imposible rechazar por su ingenuidad y devoción. Ternura blanca donde se desliza la lujuria y la niñez de un verso y otro. Del volumen 1.

10. Congelo. Distancia para estos climas, manjar agridulce donde convive él y ella, en un mar de contradicciones. Alto vuelo poético al servicio del amor, ineludible. Del mismo volumen.

11. Tectónica. La mejor canción sobre el terremoto hecha antes del terremoto. Fraseo estupefacto en acompasado tradicional. Del volumen 3.

12. Paleontología inversa. Narración desde el punto de vista de los antepasados del homo sapiens. No son muy bellos, pero por dentro viven en paz, cuenta. Del volumen 6.

13. Pseudoescleropodium. Denso y cadencioso. Broche de oro. Del volumen 5, un disco enteramente dedicado al reino vegetal.

Si piensa que he sido muy exagerado, música para descargar y escritos  en ¿Quien aguanta al Doctor Pez?

Por Cristóbal Cornejo G.

Fotografías Doc: Carlos Quiroz Navarro

El Ciudadano

 


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