Apenas producidos los atentados en Oslo, pudimos leer en los diarios nacionales, sabemos cuales, que se trataba de grupos antisistema, no era necesario decir más; a tiro de piedra, nos encontramos con los desmanes de la Alameda, los estudiantes intransigentes, padres que no saben donde estás sus hijos, hermanos que mienten, alumnos que no estudian, flojos, fumadores de marihuana, luego, antisistema.
Días antes, un desconocido, comenzó a disparar en un vagón del metro, las hipótesis acerca de su salud mental entusiasmaron a más de un técnico en descifrar los misterios de una mente difunta. Sabemos ¿sabemos? desde Foucault en adelante, que la locura no es por sí misma explicación de nada, salvo que define lugares y posiciones subjetivas, según los cuáles, unos ciudadanos, son convertidos en enfermos peligrosos y por lo tanto encerrados. Luego del episodio del metro, ninguna pregunta, salvo una -¿por qué lo habrá hecho? pregunta imposible de resolver-, fue formulada. No estaba enfermo. No estaba en tratamiento. No tomaba pastillas. Era un buen tipo. Estamos más violentos cada día. La gerencia del metro, pondrá más guardias armados. Carabineros estudia las imágenes de video ¿qué esperan ver? ¿Qué miran? ¿Qué esperan descifrar? La imagen parece tener algo en nuestros días que le confiere un poder absoluto, el problema es que justamente allí radica su paradoja estructural, muestra al tiempo que oculta. No es todo, es sólo algo que se da a ver y algo que se oculta. Lo que no significa que intentemos pensar ¿Qué ocurre para que un ciudadano se suba y dispare a otros y luego de suicide?
Las manifestaciones estudiantiles, han dado paso a otros técnicos, manejan un axioma esencialmente sencillo, para que comprendamos, es, “tenemos una ciudadanía empoderada”, “una ciudadanía que reclama y demanda mejor ciudadanía”. En ningún caso nos aclaran ¿A qué se refieren con ciudadanía? ¿Qué es eso que surge de la mano de otro término no menos fatuo, sociedad civil? ¿Quiénes componen la ciudadanía? Obvio, los ciudadanos ¡qué idiota! ¡Cómo no saberlo! ¿También los carabineros que apalean a un dirigente estudiantil en Concepción son ciudadanos? ¿Forman parte de la misma “ciudad”? Todos parecen aceptar el empoderamiento mientras avance y proteste por los carriles adecuados de la Alameda o bien, a través, del mamotreto representativo que es el Congreso, ¿No fue sintomático que mientras los indignados españoles impedían el acceso de los representantes, al congreso, éstos usaran los mismos argumentos que escuchamos en nuestro país? “Pueden protestar pero deben hacerlo de manera correcta”. No hay ciudadanía empoderada. No existe tal cosa. Empoderarse no es un proceso producido naturalmente por la democracia. Empoderar no es lo mismo que apoderarse. De hecho no define una acción, delimita campos, define posiciones y elabora estrategias de pedido al Estado, por los conductos regulares. La ciudadanía empoderada, es producida por la educación cívica, el respeto al orden y la comprensión paciente que los cambios llevan tiempo.
Tenemos problemas, el tipo de Oslo, no es un militante antisistema, sino más bien, un militante de la raza pura, contra los inmigrantes, que suelen ser: oscuros, toscos, malhablados, malolientes, pobres y ex (traños). Sabe que su acto fue horroroso, pero inevitable ¿Qué significa que un acto pueda al mismo tiempo ser considerado por un sujeto como horroroso e inevitable?
Si quien disparó en el metro hubiese sido un loco, encasillado por el orden médico, no habría más que preguntar. Bastaría con saber que era un loco ¿sería suficiente? ¿Nos permitiría esa respuesta continuar en el OCDE? Pareciera que sí, los yanquis, nos señalan el camino. ¿Podemos pensar que algo de su acto le pareció horroroso e inevitable y luego decidió algo consigo mismo? ¿Inexplicable incluso para sí?
Ambos, el de Oslo como el de Maipú, son ciudadanos de sus respectivas polis, ¿Esto es la cosa global? ¿No es hora de preguntarnos las razones por las cuales nuestras sociedades crean condiciones para que se produzcan actos horrorosos e inevitables?
La conciencia parece ser la encargada de juzgar, al mismo tiempo, los actos, como horrorosos e inevitables, a parte de juzgarlos, pareciera que no los puede evitar, si eso que vendría a ser, algo así como la voz de dios en cada uno, no puede evitarlo ¿cómo podría hacerlo Carabineros de Chile? ¿O los noruegos? ¿Cómo podemos hacer para evitar que nuestros actos sean horrorosos? El sólo recurso a la conciencia no basta.
Por Alejandro Cárdenas