«De la sala de clases, a la lucha de clases”
Revolución Pingüina – 2006
Durante más de dos meses, los gritos de miles de estudiantes en las calles, organizados en tomas a lo largo del país, han hecho eco en una sociedad en crisis que busca una alternativa política en un laberinto sin salida. La pregunta ¿y ahora quién podrá salvarnos? pareciera no encontrar respuestas en una clase política agotada e inconsistente. Hemos visto cómo la “transición” nos llevó a donde mismo, haciendo único el tránsito de los políticos de la des-Concertación, a los de la concentración en el gobierno pero sin alterar las arenas movedizas del sistema capitalista neoliberal sobre la cual se hunde nuestro país.
La reciente movilización de los estudiantes chilenos se ha posicionado como la suma de una serie de movilizaciones que han explotado en las manos del Gobierno (conflicto chileno-mapuche, manifestación contra HidroAysén, crisis del gas en Magallanes, retraso en las políticas post-terremoto). Nuestro rol histórico nos coloca como un actor social que cataliza procesos de agudización de conflictos sociales, esto debido a la alta masividad de nuestras movilizaciones y el carácter amplio de nuestro foco, empatizando con demandas sociales de corte transversal: ambiental, educativo, identitario, poblacional, etc. Además, el movimiento estudiantil y el estudiante como sujeto tiene el deber, político y moral, de ser apoyo, guía y carne para las demandas del campo popular, porque, como sujeto, es parte constitutiva del pueblo y de la clase trabajadora y no está, en ningún caso, separado de sus luchas, demandas y reivindicaciones.
Nuestra apuesta como estudiantes organizados debe estar centrada en:
Objetivo: Aumentar el descontento y proyectarlo en mayores niveles de organización y participación, que permitan dar pasos en el fortalecimiento del movimiento estudiantil.
1) Profundizar el cuestionamiento al capitalismo: las políticas de privatización e instalación de un modelo de libre mercado que funciona en base a valores como el individualismo, la competencia y la ambición, son el origen de una serie de políticas de desigualdad centradas en el crecimiento económico de pocos por sobre el desarrollo social de las grandes mayorías.
2) Desprestigiar al Gobierno y la clase política: denunciar la inoperancia de los partidos políticos acomodados por el sistema binominal, para dar respuesta a la crisis económica-social que vivimos. Son ellos los responsables de desarrollar una política de entreguismo de nuestras riquezas a las transnacionales que han saqueado nuestro país.
3) Vincular al movimiento estudiantil con otros sectores: se debe desterrar el gremialismo y el reformismo de nuestras organizaciones. La transformación del sistema educativo une a sectores de trabajadores con quienes, en conjunto, debemos construir comunidades educativas que tomen las decisiones en nuestras instituciones. A su vez, la revolución en la educación de nuestro país, sobrepasa los esfuerzos que como estudiantes podemos hacer, y requiere necesariamente de la organización del conjunto de la sociedad.
4) Aumentar los niveles de organización estudiantil: nuestras organizaciones de base (asambleas, federaciones, coordinadoras y confederaciones) deben fortalecer sus orgánicas y participación en función de un movimiento legitimado desde las bases en su conducción y representatividad.
5) Continuar las movilizaciones con masividad: Creemos de manera firme que el camino al cual convocamos no es para unos pocos elegidos, sino que para el bienestar de las grandes mayorías de nuestro país. Las movilizaciones y las distintas formas que ésta puede tomar, son nuestra herramienta de lucha y de fuerza frente a los ataques del modelo, el gobierno y el autoritarismo dentro de nuestras casas de estudio.
Fases de la Movilización:
Durante estos meses de movilización, hemos enfrentado diversos desafíos, sin dudas el primero de todos ellos es el de rearticular las fuerzas y confianzas en levantar un movimiento que había sufrido duras derrotas los años 2006 y 2008. Estas movilizaciones no lograron avanzar en cambios estructurales que beneficiaran a los miles de estudiantes movilizados, quedando solo en modificaciones cosméticas a una estructura intocable.
La tarea no fue fácil y responde a la desilusión de un proceso desgastante, los “pingüinos” de aquellos años, hoy están asumiendo la responsabilidad de volver a creer y crear una conducción de la lucha en las universidades; es ese paso al vacio de voluntad e ímpetu de quienes comprendimos que la historia no puede inmovilizarnos sino que por el contrario empujarnos en la búsqueda de respuestas. No tenemos nada que perder y todo por ganar, cada día de toma es un triunfo para la organización.
Un segundo momento fue la articulación de demandas sectoriales que hicieran eco en cada sala de clases del país, acá se observa una profundización y madurez de los discurso de años anteriores, pasando del plano reivindicativo al carácter propositivo. La fundamentación político-técnica de cada una de las propuestas y el correlato de forma y fondo nos dan cuenta de una solidez política de un movimiento dispuesto a cambiarlo todo.
Luego de articulado un contenido y una organización mínima, el movimiento estudiantil vive su etapa de radicalización, expresada en la profundidad de sus protestas/propuestas, anclando su conciencia en el corazón y raíz de los conflictos que nos afectan como chilenos: Una política capitalista-neoliberal de la mano de la mas profunda antidemocracia de nuestra historia, es el punto de inicio de un periodo nefasto de nuestra historia en donde por la razón o fuerza se dejó la política en manos de dictadores y falsos profetas. Sentimos que es importante borrar las falsas ilusiones de una “vuelta a la democracia” y darnos cuenta que la alegría nunca llegó. Conflictos como los dados por La Polar y la agudización de la represión policial expresan que la alianza antidemocrática-capitalista se mantiene vigente atando de pies y manos a la organización de nuestro pueblo. Bajo relatos de miedo al pasado y promesas de futuro, se pretende el inmovilismo y el silencio en una sociedad cada vez más desigual.
Ante tal escenario el movimiento estudiantil, formado por jóvenes que nacieron sin el miedo de la dictadura y que no están dispuestos a comprarlo, por ilusiones en las que no creemos; se reencuentran con la historia olvidada de un país que nos ocultaron, el de un país donde la educación era gratuita y un proceso de democratización y organización popular se construía públicamente. Con el reconocimiento profundo de nuestra historia, el movimiento estudiantil recrea viejas consignas dotándolas de un renovado sentido histórico.
Sumado a la profundidad de las demandas, un segundo aspecto de la radicalización es la amplitud social de las movilizaciones. La necesidad de recuperar la Educación Publica, es sentida desde los sectores populares a las capas medias de nuestra sociedad quienes se han visto obligadas a sobrevivir entre vidas de insuficiencia y endeudamiento para cumplir el sueño de la movilidad social; esta situación es una mera ilusión, el sistema de educación chileno se monta sobre el esquema de libre mercado, haciendo de la educación un engranaje, de exclusión y reproducción de lógicas mecanicistas que promueven la producción sin reflexión. La lucha no solo queda en manos de los explotados, excluidos y marginados sino que también se da en el plano de jóvenes (y viejos jóvenes) que dicen que la realidad es transformable, y que no creen en el viejo cuento del “así son, y así van a seguir siendo”.
Como estudiantes hemos sido promotores de la apertura de nuestro movimiento, entendiendo la necesidad de que el conjunto de la sociedad exige una Educación Publica Gratuita y de Excelencia y en función a un modelo publico de desarrollo y una renovación del espacio público que nos despoje de los miedos e ilusiones. Es así como las calles y plazas se han llenado de colores y contenidos, que hacen del espacio público un espacio de encuentro, risas y diálogo.
Nos acercamos finalmente a un cuarto momento que ya no queda en manos de los estudiantes, y que es la suma de un proceso de articulación social lento y que sigue avanzando, un camino emprendido de recomposición del tejido social desde los espacios territoriales, que deposita en el mismo pueblo las respuestas frente a las incógnitas de construcción del país que queremos. Nos referimos a la formación de espacios de soberanía popular que nos permitan discutir un programa político que de respuestas a nuestras necesidades. Generar espacios de empoderamiento que dicten cátedra de democracia al mostrar que la política se construye desde el calor de las movilizaciones y la discusión pública en las plazas y calles de forma abierta y transparente, y no desde el frío de un parlamento cerrado entre murmullos o de encuestas que nos hablan de una política de virtualidad y de redes sociales que se disuelven en el pragmatismo de lo cotidiano. Recomponer desde el reconocimiento de los distintos actores sociales, nuestras experiencias individuales en una historia colectiva que nos proyecte hacia una sociedad más justa y democrática.
Llamamos hoy a generar asambleas populares, abiertas, inclusivas y convocantes, que desde la discusión sobre educación se puedan abrir a otras materias avanzando en un proceso de construcción política que nos de un sentido de unidad. Finalmente hacemos un llamado hacia la operatividad de dichos espacios dotándolos de un carácter propositivo, alejado de las simples declaraciones o catarsis colectivas. El proceso que asumimos hoy como estudiantes es de dotar a nuestra sociedad de espacios de soberanía que permitan al menos construir la articulación mínima de los sectores organizados en función de planificar un proceso que nos permita pasar de masas descontentas a un pueblo organizado.
Reflexiones y Proyecciones:
Al hacer el análisis de la historia de nuestro pueblo y las actuales movilizaciones se evidencia que el norte es uno solo: hacia adelante y a la victoria final ; una vida digna, salarios justos, salud y educación pública, viviendas de calidad, trabajo y alimentación garantizada. El debate entonces debiera centrarse precisamente en el polo opuesto ¿Cuál es nuestro sur, quienes son los nuestros? y la respuesta a esta interrogante pasa por un proceso de re-conocimiento de los distintos actores sociales que han construido por diversos caminos organizaciones de base que se han propuesto recomponer el tejido social desde su particularidad, organizando el descontento y transformándolo en propuestas de cambio.
Identificar a los distintos actores sociales de nuestro territorio y articularlos en un diálogo común que transforme nuestras prácticas cotidianas, es el principio básico de construcción política que debemos enfrentar, para ello es de vital importancia avanzar sobre los puntos convergentes con la transparencia y honestidad de las diferencias. El reconocimiento de nuestras organizaciones y nuestras experiencias nos permite evaluar y proyectar de manera conjunta un proceso revolucionario, identificando los vacíos políticos que tenemos. Sin lugar a dudas es un trabajo extenso, en los sindicatos y juntas de vecinos hay una tarea enorme que emprender, para eso las federaciones de estudiantes y organizaciones estudiantiles debemos volcarnos a la tarea de ser catalizadores y actores activos en los procesos de articulación social, haciendo de la tarea de recomponer el tejido social una constante en nuestras vidas.
Durante las últimas décadas la derecha y la Concertación aliadas al reconocer el poder potencial de la organización popular, llevó un proceso sistemático de desorganización, cooptación y desinformación, que buscó impedir la articulación política de un nuevo bloque histórico; dicho proceso no impidió que una juventud sin miedo a la historia, a la política y las ideologías, decidiera despertar a los dormidos y convocarlos a una nueva batalla por la más grande de las victorias, recuperar nuestra historia y lograr la verdadera independencia.
Debemos asumir que el proceso de reconstrucción y empoderamiento del pueblo es de lento tránsito, y no se logra de la noche a la mañana, las movilizaciones y luchas sociales aceleran el paso, en 20 días se aprende, lo que no se aprendió en 20 años. Sin embargo se debe enfrentar la lucha social con la tranquilidad y templanza de un trabajo que no se detiene con represión, represas, ni promesas; la iniciativa propia y el apoyo mutuo forjan nuestro camino hacia el mañana, no sintiendo que la revolución es una meta a la cual correr, sino que comprendiendo que la revolución es un proceso que se organiza día a día con nuestros hermanos de lucha, nuestros compañeros de toma y nuestras familias trabajadoras. Debemos avanzar con altura de miras, ya que la miopía política es un obstáculo que debemos superar; avanzar dando pasos firmes, lento si es necesario, pero todos juntos con el peso de la historia.
Los espacios de construcción colectiva darán cuenta de que el camino no es volcar sus esfuerzos en manos de los ambiciosos de siempre, ni mucho menos pedirles que cumplan nuestra tarea de transformar la sociedad. Denunciar que el “Gran Acuerdo Nacional de Educación” es el acuerdo de los mismos de siempre, y que lo que debemos hacer es un “Gran Acuerdo Social” que recoja la palabra de los nunca y de los nadie, que siempre hemos estado ahí, soñando en el trabajo con una realidad distinta. Hacer de ese sueño una realidad es el desafío que queda en manos de nuestro pueblo, quien en un ejercicio de soberanía popular desacata los intentos de pactar migajas con el poder y pasa a exigir las grandes respuestas. El problema es uno solo y la salida es una sola: organización y poder popular: “por la razón o la fuerza”.
“Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro”
Por Aquiles Hernández
Vicepresidente FEPUCV
25 de julio del 2011 / Escrito en Toma