Un sistema capitalista presentado inteligentemente. Una familia de bajos recursos unida. Simpleza. Es lo que nos presenta Alejandro Fernández Almendras, director de la película “Huacho”.
Crea esta familia, la familia de Manuel, la inserta en este sistema actual, donde las poblaciones campesinas quieren ser parte de esta sociedad capitalista, esta sociedad del consumo. Este les obliga a mimetizarse con lo que se les ofrece, siendo afectados en su mayoría los que están en la parte más baja de la pirámide, en este caso las familias de bajos recursos, y sobre todo los niños [1] .
Esta sociedad del consumo que excluye del círculo a alguien solo por el hecho de no tener. Esta situación se ve reflejada en la película al mostrar al niño Manuel ignorado por sus compañeros de “mayor estatus social”, por el solo hecho de no tener un aparato de videojuegos. Si uno analiza esto en la realidad, se da en algunos infantes con frecuencia, y el director trabaja esto de manera óptima en el film.
Alejandro Fernández nos presenta a la familia de Manuel, una familia que comparte algo tan íntimo, tan simple, cotidiano y tan extraño a la vez para la sociedad moderna como un desayuno.
Un “ritual”, una tradición que corresponde a familias en sectores, en su mayoría rurales, donde la vida es más apacible que en grandes ciudades como Santiago, o cualquier gran ciudad donde casi toda tradición familiar se puede ver olvidada y desechada, debido a la rapidez con que se vive la vida en estas grandes metrópolis [2] ; y algo tan simple como compartir en la mañana un desayuno, compartir con la familia; muchas veces no existe.
¿Se puede decir que “Huacho”, es una película chilena más? Craso error. En el cine chileno es habitual ver siempre los mismos rostros, que también se pueden ver a casi toda hora en televisión y también se pueden ver en publicidad. Rostros repetitivos que cansan.
Aunque suene extraño, y esto quiero recalcarlo, no se ocupan actores rostros. Esto es fantástico. Refrescante para el espectador que siempre tiene que ver las mismas caras impuestas por un medio algunas veces un tanto cerrado y elitista. Muchas veces estos círculos no aceptan en su mayoría a gente nueva, que pueda dar aires frescos al área.
A los pocos participantes “nuevos”, no se les da el renombre que merecen o necesitan para igualar a estos otros y que queden en el cotidiano del espectador, aún realizando trabajos de mayor calidad, mayor contenido, y muchas veces teniendo estos “nuevos” que buscar un mercado en el extranjero, o simplemente su trabajo se pierde en el tiempo.
En este grupo de los “nuevos”, nombro a Alejandro Fernández Almendras, director de “Huacho”, la película en cuestión. Hago la siguiente pregunta ¿Esta película se exhibió en las salas de cine habituales donde podemos ver las películas más cercanas al estándar comercial hollywoodense?
Con esa hora y media sin mayor reflexión, donde las personas vibran con tiroteos, golpes, situaciones que lleven a una moda general, o las mujeres vibren con el niño lindo protagonista (el divo como los nombra Umberto Eco en su libro Apocalípticos e Integrados).
¿O con cuanta situación se le ocurra a los creativos de Hollywood con tal de satisfacer ese hambre de las masas de ver lo que según ellos, quiere el público; y esto a su vez sirviendo como instrumento de unificación y adoctrinamiento para la sociedad?[3] .
Nuestro país no exagera en demasía con estos términos y estos estándares en la industria, pero de todos modos hay una aceptación por dar más renombre a ciertos tipos de películas que a otras.
En “Huacho” vemos a los invisibles de nuestra sociedad (quizás el Director por eso prefirió trabajar sin actores habituales), esos que vemos día a día (suena paradójico que sean invisibles pero que vemos a diario), pero no se les presta mayor atención, ni tampoco nos ponemos en su lugar.
La gente de esfuerzo, que sufre el día a día para poder sobrevivir, y que al no tener un nivel educacional alto, se deja llevar por lo que esta sociedad del consumo les ofrece, y tratan de imitar todo lo que ven en personas de mayor estatus social.
El director inteligentemente juega con esto, separando con una barrera imaginaria cada situación, donde cada miembro de la familia se ve solo en algún momento y se ven enfrentados a “personas totalmente distintas a ellos”, refiriéndome a la condición económica[4] .
Recordando partes de la película, no es casualidad que en el momento que la madre de Manuel baja de la micro para ir al mall, de fondo se vea un letrero de trabajos en la vía pública, que es ocupado inteligentemente y tampoco creo sea un elemento que apareció de casualidad (no creo que los elementos puestos en escena en la película hayan sido al azar), y que quizás muy pocos tomen en cuenta.
En el letrero dice: “Peligro a 50 m”. Qué mayor peligro para la clase obrera, campesina, o para la misma clase media que vive el día a día con lo justo y necesario, que ir al mall. El mall, ese templo del consumismo, los sueños y las falsas necesidades que predominan en nuestra sociedad consumista y endeudada[5] .
Tampoco es casualidad, recordando otra escena de la película, que la abuela de Manuel mientras vende quesos hechos por ella misma para tener algún ingreso extra para la familia, se muestren grandes camionetas, casi de lujo, y los que van en su interior no sean capaces de pagar $1.500 por un trozo, no menor, de queso fresco.
Pero si esto lo trasladamos a la realidad, y ocurre; estos mismos que puedan ir en las camionetas lujosas (muchas veces ocupadas solo por dos personas), sí tienen dinero para gastar en la mantención, que no debe ser menor y en el consumo de combustible, y sí tienen dinero para comprar todo lo que encuentren en un supermercado o un mall [6].
Y tampoco es casualidad que “el niño rico”, no deje jugar a Manuel con un PlayStation portátil. Este egoísmo existente de los niños en los colegios donde el que tiene, abusa contra el que menos tiene económicamente[7] .
Situación que incluso se puede observar en una sitcom tan inocente, divertida y que ha pasado de generación en generación como es “El Chavo del 8”. Creación de Roberto Gómez Bolaños. Donde Quico, el niño rico, siempre lucía lo que tenía para así demostrar ser más que el Chavo, el niño pobre[8] .
Vivimos en una sociedad donde el día a día pasa de manera vertiginosa en las grandes ciudades. Una sociedad donde el consumismo y el poseer bienes materiales, se transforma en una batalla interna del día a día y el aparentar nos da la sensación de ser superiores.
Vivimos en una sociedad donde la competitividad pasa a ser parte de nuestra existencia desde los primeros años de estudios, y donde esta competitividad supera la fraternidad y las relaciones existentes. Lamentablemente, muchos de los habitantes de la gran ciudad no reflexionan en qué tienen al lado, con quién comparten; o no se dan unos segundos para pensar y decir: “Para” [9].
En Huacho, la familia campesina que se nos presenta está unida. Independientemente si en algún momento del día se separan. Su unidad llega más allá, a pesar de su condición económica. Alejandro Fernández nos presenta la unidad familiar. Esta unidad representada por algo tan simple como una taza de té en la mañana, o un plato de comida en la noche.
Mucha gente en las grandes ciudades, en las selvas de cemento, en estas sociedades del consumo, no puede decir lo mismo. ¡Qué lección de unidad para esta sociedad autodenominada inteligente y civilizada!
Se nos da esta lección de unidad demostrando que el no tener muchos bienes materiales, el no tener una situación económica acomodada y el no vivir en la gran ciudad, no es impedimento para tener una familia unida y feliz.
Y quizás mucho más unida y quizás mucho más feliz, que muchas familias en una ciudad como Santiago. Si la intención real de Alejandro Fernández, director de la película, fue plantearnos estas inquietudes analizadas, sus inquietudes, “Huacho” es una película para pensar, reflexionar, observar qué tenemos cerca, sacar conclusiones personales; y a su vez, notable.
Por Silvio Scalpello R.
Crítico Cultura, Literatura y Cine.
NOTAS
1. Salazar, Gabriel. “Ser Hucho en la historia de Chile (siglo XIX)”. Crisis, malestar privado y el mensaje a los cabros chicos (El caso de las poblaciones populares del sur y poniente de Rancagua hacia el 2000). VII El mensaje de “los cabros chicos”. LOM Ediciones, 2006.
2. Lang, Fritz. “Metrópolis”. Cine ficción mudo. 120 minutos. UFA, 1927.
3. Debord, Guy. “La Sociedad del Espectáculo”. Cap.1: La separación consumada. Champ Libre, 1967.
4. Salazar, Gabriel. “Ser niño huacho en la historia de Chile (siglo XIX)”. Página 40: “Pero ¿qué ingreso le generaban los productos que cultivaba en su quinta? Rara vez más de $30 anuales (según documentos oficiales) ¡cuando lo que necesitaba al año para alimentar a su familia no podía ser menos de $120. LOM Ediciones, 2006.
5. Klein, Naomi. “No Logo: El poder de las marcas”. Segunda parte: Sin Opciones. Traducción por Alejandro Jockl. Ediciones Paidós Ibérica S.A., 1999.
6. Fernández Miranda, R.; González Reyes, M.; Jiménez Gómez, I. y Ramiro Pérez, P. “Contrapublicidad: ConsumeHastaMorir”. Libros en Acción, colección Clorofila N°1. Primera edición septiembre de 2009.
7. Salazar, Gabriel. “Ser niño huacho en la historia de Chile (siglo XIX)”. Crisis, malestar privado y el mensaje a los cabros chicos (El caso de las poblaciones populares del sur y poniente de Rancagua hacia el 2000). IV La fraternidad germinal de los niños. LOM ediciones, 2006.
8. Gómez Bolaños, Roberto. “El Chavo del 8”. Sitcom, comedia, 30 minutos. Televisa, México. Primera emisión, 1971.
9. Salazar, Gabriel. “Ser niño huacho en la historia de Chile (siglo XIX)”. Prefacio a La Guarida de los Príncipes. Página 127. LOM ediciones, 2006.
julio 31, 2011
Publicado en www.libertadexpresion.cl