Somos la biosfera y la biosfera es en nosotros

En algún momento, cuando la biosfera cruzó un umbral de cobertura planetaria y de complejidad, emerge “Gaia” (James Lovelock), esta forma de organización en la que, por medio de una co-evolución biosférica, se interconectan los procesos físicos, químicos, energéticos y biológicos de toda la biosfera de forma tal que ésta se transforma en un super-organismo […]

Somos la biosfera y la biosfera es en nosotros

Autor: Cesarius

En algún momento, cuando la biosfera cruzó un umbral de cobertura planetaria y de complejidad, emerge “Gaia” (James Lovelock), esta forma de organización en la que, por medio de una co-evolución biosférica, se interconectan los procesos físicos, químicos, energéticos y biológicos de toda la biosfera de forma tal que ésta se transforma en un super-organismo que se auto-regula como un cuerpo integrado, igual que el nuestro.

A nivel atómico, podemos hablar concretamente de una ‘interpenetración’ entre todos los elementos que constituyen el fenómeno de la vida, ya que los átomos y moléculas están, desde la conformación del planeta, en un flujo recursivo permanente y constante entre todos los seres, cosas y fenómenos que en su conjunto constituyen Gaia. Un continuum espacio temporal que traspasa lo así llamado orgánico e inorgánico, desbaratando, de hecho, la separación postulada en el pasado entre estos dos ámbitos.

Es importante asumir de una vez por todas que los seres humanos modernos somos los últimos llegados a esta historia natural, y que hemos surgido desde ‘muy abajo’, desde el microcosmos, y que dependemos de toda la vida que floreció antes de nosotros. Aparecemos cuando la naturaleza desarrolla las condiciones precisas, después de la extinción de los dinosaurios, para que esto pueda suceder. La actual biosfera que nos sustenta es ‘nuestra’ biosfera, pero no en el sentido de que nos pertenezca a nosotros, sino, por el contrario, de que nosotros pertenecemos a ella. Podemos hacerla colapsar, de hecho, estamos febrilmente empeñados en hacerlo, pero no podemos destruirla, mientras haya sol con la luminosidad adecuada, y agua líquida y carbono, etc. Gaia no depende de nosotros. Ya se ha extinguido casi completamente varias veces y ha vuelto a renacer con un nuevo ensamblaje biótico, con una nueva comunidad biótica. Somos nosotros los que, no solamente dependemos 100% de la actual biosfera, sino también de su estado de organización, de su ‘salud’. Si esta visión gaiana es correcta, y parafraseando a Gregory Bateson, debemos asumir que la unidad evolutiva y de supervivencia, particularmente para la humanidad, y dados nuestros números y nuestras poderosas tecnologías, es la biosfera. Necesitamos una biosfera en muy buen estado para que una co-evolución que incluya a los actuales humanos pueda seguir su curso.

Entonces descubrimos que esta biosfera es más que nuestro hogar, como sugiere la palabra ecología (el prefijo ‘eco’ proviene del griego oikos: hogar). La verdad es que la biosfera es nuestro cuerpo extendido. La verdad es que somos la biosfera y la biosfera es en nosotros.

Lynn Margulis, subraya que en la evolución de la biosfera claramente han predominado los fenómenos cooperativos -desde el nivel atómico, molecular, elemental, de los amino ácidos, de las proteínas, de las células, de los organismos, y entre estos y su entorno-, por sobre los de la competencia, que enfatizaran Darwin y seguidores, condicionados probablemente por su entorno social. Los que ‘bien viven’ y perduran en este planeta son efectivamente los más aptos, pero no en el sentido de los más fuertes, sino de los que tienen mejores relaciones biosféricas.

Margulis plantea con poderosos argumentos y pruebas que la co-evolución de la biosfera ha procedido a punta de simbiosis, que somos agregados de ‘microorganismos’, que las mitocondrias y cloroplastos eran microorganismos independientes, que encontraron su nicho y misión dentro de los cuerpos de otros agregados celulares mayores.

Este es un cambio de perspectiva muy importante y esperanzador. Nos informa que si nos ubicamos con humildad y ternura respecto de nuestro origen y de nuestro real lugar en el orden natural, y cultivamos la tendencia cooperativista, e incluso simbiótica de la naturaleza, y la cortamos con el culto a la competencia, el poder y la fuerza, podemos crear un mundo/humanidad muchísimo mejor que el que nos rodea hoy… y la verdad es que ese nuevo mundo está hoy pugnando por nacer. Debemos contribuir a su alumbramiento.

Por Juan Pablo Orrego

Director de Ecosistemas


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