El duopolio inicia la defensa neoliberal como campaña política

La lectura atenta de la prensa del duopolio nos ofrece en estos días un cambio sorpresivo en las expectativas económicas. Tras varios años de abiertos gimoteos empresariales, que nos instalaron a todos los de a pie bajo una atmósfera económica desolada, hoy nos muestran "brotes verdes" otoñales. Un salto mortal en las expectativas que no deja de ocultar el creciente temor a la pérdida de la hegemonía del mercado ante unas elecciones presidenciales que pueden traer las mayores sorpresas en décadas.

El duopolio inicia la defensa neoliberal como campaña política

Autor: paulwalder

Hay ciertas señales aparentemente tenues que tienen, por acumulación y persistencia, sensibles efectos. En comunicación la redundancia, más que generar confusión y ruido, se filtra, decanta y finalmente permanece. Una reiteración que no sólo refuerza actitudes, sino las cambia. Eventos y registros aparentemente objetivos pueden ingresar en la escena de la duda bajo nuevas interpretaciones.

 

La economía, con sus rangos y matices, se mueve generalmente en estos espacios. Descartando crisis agudas, con devaluaciones bruscas, procesos de alta inflación, desabastecimiento o desempleo, las oscilaciones más o menos periódicas de los indicadores pueden ser objeto de diversas y muy disímiles interpretaciones. Las actuales percepciones, miradas y proyecciones son un caso ejemplar. Estamos inmersos en el inicio de un cambio de expectativas que avanza sobre los prolegómenos de la carrera electoral. ¿Coincidencia? Ya no estamos para estos juegos. Los grandes medios bajo el peso de las grandes corporaciones y sus representantes políticos difícilmente pueden ocultar esas voluntades.

 

Estamos en un punto de quiebre de las expectativas económicas. ¿Cómo explicar aquellos “brotes verdes” que han germinado en pleno otoño? ¿Sobre qué estadística se apoya el entusiasmo de aquellos medios empresariales?

 

Los últimos registros sobre actividad económica apuntan en sentido contrario. En febrero el IMACEC cayó 1,7 puntos y en marzo apenas creció 0,2 por ciento. Por sectores, la actividad da tumbos, como en la minería, que retrocede desde hace meses, la producción industrial y la construcción. Las exportaciones, el caballo de batalla del programa de la transición, que ha liquidado, dicho sea de paso, todos nuestros recursos naturales, también retroceden, lo mismo que la demanda agregada. Para el año, el mismo Banco central proyecta un crecimiento del PIB menor a un dos por ciento, similar al del año pasado. En suma, una economía estancada desde hace años que también tiene efectos en el empleo, con una fuerte precarización de los trabajos.

 

El cambio brusco en las expectativas obedece a intereses y temores. En un año electoral, lo que menos desean las elites es el auge y posible triunfo de candidaturas críticas al orden neoliberal, proceso que está estimulado y acelerado durante una economía, ya no sólo desigual y discontinua, sino también frenada. Por extensión, es una incierta etapa económica expuesta al debate político y a las críticas.

 

Las elites a través de sus medios han iniciado una campaña de restauración del discurso económico. Ni la corrupción desatada que fusiona con la misma soldadura a la política y la empresa privada, ni el clima social de indignación diaria logran alterar el cristalizado pensamiento de la ortodoxia neoliberal. El núcleo más duro del capitalismo, aquel uno por ciento que posee más del 30 por ciento de la riqueza en Chile, no está dispuesto a soltar la mano que aprieta esa enorme proporción del PIB.

 

Aquellos mismos medios pueden modelar a su antojo y en total descaro el clima económico. Si hace unos años y meses apostaron por oscurecer la atmósfera, hoy es el momento de aclararla para iluminar la pista a sus candidaturas. Aun cuando Sebastián Piñera ya ha lanzado su candidatura y pese a encabezar los sondeos, la telaraña de inversiones irregulares, por usar una expresión suavizada, lo han convertido en una carta electoral muy volátil y cada día más debilitada. 

Las elites económicas intentan levantar, esta vez desde el suelo, aquella clásica falacia que tantas ganancias les ha otorgado: el neoliberalismo como modelo económico desligado de la política. Un invento que funcionó a su favor durante varias décadas pero que hoy transparenta su verdadera naturaleza. El libre mercado ha sido un mito neoliberal, un territorio artificial amparado por la clase política para el beneficio mutuo. Pero también un modelo directamente responsable de las injusticias que hoy tienen levantado al país.

Las cúpulas empresariales, aquel uno por ciento propietario de gran parte del país, quiere mantener sus privilegios como si éstos les correspondieran por derecho divino. En un clima tensionado por la indignación ciudadana orientado a eliminar o, por lo menos, limitar esas prebendas, es posible que observemos de aquí en adelante al ya debilitado gobierno cada día más atemorizado y sumiso al poder económico.


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