Si bien en 1937 la edición estadounidense de la revista Vogue le dedicó un artículo reconociendo su influencia en los diseñadores de la época, Frida Kahlo no respondía al prototipo de ícono de la moda del siglo XX. Pasó mucho tiempo para que el mundo fashion, con lo elitista y exclusivo que a veces resulta, admitiera que la pintora mexicana era una referente de estilo. Hoy lo sigue siendo, a más de 60 años de su muerte.
Lejos de los estándares de belleza femenina de su época -en la que las mujeres solían utilizar vestidos con silueta ceñida y el cabello corto con ondas-, la artista se presentaba en los eventos más prestigiosos de París o Nueva York con moños, trenzas, faldas, blusas holgadas con llamativas flores y sus famosas cejas pobladas y unidas en el entrecejo. Pero su estilo no sólo fue una forma de vestir o para lucir bien, fue algo más: la ayudaba emocional y físicamente a esconder cosas que no quería mostrar, como su pierna delgada y corta por la poliomielitis que tuvo a los 6 años y los estragos del accidente automovilístico que tuvo a los 18. Así fue como creó su “marca personal”, que se llegó a volver tan fascinante que modistos de alta costura se fijaron en ella para traerla de nuevo como tendencia. Para la colección de Givenchy en el 2010, Ricardo Tiscise inspiró en su famosa obra “La columna rota”. Para la temporada primavera-verano 2012, Moschino se basó en México y España, obteniendo un resultado muy Frida.
En 2015, Valentino imitó la vida silvestre que aparecía en los autorretratos de la pintora. Se usaron bordados de plantas exóticas y algunas aves sobre transparencias, resaltando el color y sabor de la cultura que tanto amaba la artista. Quienes también la revivieron en sus pasarelas fueron Jean Paul Gaultier, John Galliano, Dolce & Gabbana, Alexander McQueen y Karl Lagerfeld.
Pero el furor por su look se extiende hasta nuestros días porque supo mezclar lo caro y lo barato “sentando, de forma instintiva y autodidacta, las bases de la moda contemporánea”, explicó Susana Martínez Vidal, autora del libro “Frida Kahlo: fashion as the art of being” (La moda como el arte de ser).
En Argentina, por ejemplo, China Suárez creó para China by Antolin una colección llamada Frida, influenciada por la vida de la artista, en la que los nombres de las prendas hacen alusión a su historia: Vestido Frida, Kahlo, Diego (por Diego Rivera, el gran amor de la pintora) y Casa Azul (el Museo Frida Kahlo, donde los objetos personales develan el universo íntimo de la artista).
No hay dudas, Frida es una de esas tendencias que perduran en el tiempo, pero siempre tuvo en claro que ella utilizaba a la moda: “Verme de buen aspecto me servía de consuelo”, dijo una vez, y de eso se trata. Hay que tener en claro que la ropa es pasajera y que la personalidad queda, como reza su famosa frase: “La belleza y la fealdad son un espejismo porque los demás terminan viendo nuestro interior”.
Para coronar el look
Kahlo entendió como nadie el poder de los accesorios. Sus permanentes flores naturales en la cabeza prueban la importancia que siempre les dio a los complementos. Hace dos o tres años, estas diademas románticas y bohemias hicieron furor, pero ahora se usan más para adornar el cabello y darle un toque único a un outfit en eventos especiales como una boda o un festival de música.