Cuando la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) reconoció a Israel sobre el 78% de la Palestina histórica, fue una concesión muy dolorosa del pueblo palestino. En ese momento se interpretaba que las fronteras para una solución de dos estados estarían dadas y que las materias a negociar serían restringidas a asuntos tales como modalidades para el derecho a retorno de los refugiados, la ciudad de Jerusalén convirtiéndose en una ciudad abierta y compartida, o el reparto equitativo de los recursos naturales.
Nadie se imaginaba que luego de ese compromiso histórico en busca de la paz, más de dos décadas después, el número de colonos se triplicaría (de 180 mil en 1988 a más de medio millón al 2010) y que Israel sumaría aún más excusas para no firmar un acuerdo de paz. Hoy, Israel quiere asegurar que más allá del 78% que tomó por la fuerza en 1948 (la frontera de 1967 o línea verde) importantes regiones de Cisjordania ocupada también sean tomadas por Israel ante cualquier acuerdo. Es decir, a las ya anexadas Jerusalén Oriental y Alturas del Latrun, la potencia ocupante, aspira a sumar territorios tales como el asentamiento de Ariel (acuífero occidental), Ma’ale Adumin (divide Cisjordania en dos), Gush Etzion (la zona agrícola que le queda a Belén) y el Valle del Jordán (la frontera con Jordania que posee un gran potencial económico).
La política de “hechos consumados” sumado a una cultura de impunidad que Israel ha ganado gracias, entre otros, al derecho a veto usado por Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU).
La histórica excusa israelí de no ser “reconocido” por el mundo árabe y particularmente por los palestinos no posee ninguna base. Hoy, la verdad es innegable: Israel es quien no acepta la idea de un Estado palestino. El hecho de que la Liga Árabe haya ofrecido reconocimiento pleno a Israel a cambio de una retirada a la frontera de 1967 ha sido correspondido con una escalada sin precedentes en la colonización, recrudeciendo el bloqueo contra la Franja de Gaza, el proceso de judaización de Jerusalén Oriental ocupada y la separación de ésta, nuestra capital, del resto del territorio ocupado.
Veinte años después de la histórica concesión de la OLP y el lanzamiento del Proceso de Paz, Israel no ha reconocido el hecho de que Cisjordania, incluyendo Jerusalén Oriental, es territorio ocupado. De hecho, el Primer Ministro israelí señaló hace poco en una entrevista que Cisjordania es “territorio en disputa”. Como prueba de su “conexión personal” con Cisjordania señaló que “el primer Benjamín, hijo de Jacob, caminó esas colinas hace 4 mil años”.
Hoy, lamentablemente, en vez de mirar hacia la paz, Israel ha decidido continuar su política histórica de violación del derecho internacional y acuerdos firmados. Particularmente su reiterada violación de la opinión de la Corte Internacional de Justicia de 2004, relativa al muro que construye en territorio palestino ocupado y sus obligaciones bajo la Hoja de Ruta, hacen que nadie pueda creer en la seriedad de Israel para lograr una solución justa y duradera.
¿Cómo enfrenta esa realidad la OLP? La opción palestina de una solución negociada en base a claros términos de referencia y el derecho internacional, incluyendo la frontera de 1967, Jerusalén Oriental como capital y una solución justa basada en el derecho internacional al asunto de los refugiados palestinos, no es factible. Pero al mismo tiempo un retorno a la violencia es rechazado de forma consensual por todo el liderazgo palestino. La combinación de una lucha no violenta y la aplicación del derecho internacional son vistas como el modelo a seguir.
Palestina ha decidido comenzar una ofensiva internacional para lograr tanto su reconocimiento como Estado en la frontera de 1967 así como su ingreso como miembro pleno en la ONU. De esa forma, entre otras acciones, Palestina podrá acceder al Tribunal Penal Internacional y hacer uso de su derecho en la Corte Internacional de Justicia.
El mes establecido para llevar a cabo los mayores esfuerzos ha sido septiembre. ¿Por qué? Porque es cuando se inaugura la asamblea de Naciones Unidas y justo un año después de que el Presidente Barack Obama haya señalado que esperaba que para la próxima asamblea “haya un nuevo Estado miembro, el palestino.” También coincide con el fin del proceso de dos años de construcción de instituciones del Estado palestino, liderado por el Primer Ministro Salam Fayyad, que ha llevado a que la ONU y el Banco Mundial califiquen a Palestina como lista para su independencia, aplaudiendo los avances dados por la economía, aunque señalando que es imposible que continúe creciendo si no se termina con la ocupación israelí.
En mayo cumplimos un año más desde la catástrofe de un pueblo forzado al exilio y a la vida bajo ocupación. La única base legal del Estado de Israel es la resolución 181 que establecía dos estados, además de condicionar la existencia de uno a la del otro. Hasta el momento solo uno se ha creado y el otro continúa ocupado.
La comunidad internacional debe hoy asumir su responsabilidad histórica por la tragedia del pueblo palestino reconociendo su estado en la frontera de 1967 con Jerusalén Oriental como su capital y el acceso de Palestina como miembro pleno de Naciones Unidas. Solo en ese momento Israel entenderá que los más de 17 billones de dólares que ha gastado en los asentamientos desde 1967 han sido en vano y que nadie reconoce ese crimen de guerra llamado colonización.
Israel entenderá que la impunidad no es perpetua, que el derecho a la autodeterminación de un pueblo no se puede continuar negando, y por ende deberá aceptar términos de referencia claros para la paz. En ese momento el sueño de un Palestina libre y soberana que viva en paz y prosperidad con todos sus vecinos, podrá concretarse.
Por Xavier Abu Eid
El autor es cientista político de la Universidad Diego Portales y miembro del equipo negociador palestino.
Fotografía: Reuters/Ammar Awad
El Ciudadano Nº102, segunda quincena mayo 2011