Un martes, cercano a la medianoche chilena, en un día como cualquier otro. Con mis manos muy heladas tras llegar del centro de Viña del Mar, me acerco a mi vieja TV para abrigarme, habiendo recién dejado una pequeña bolsa amarrilla con una película que acabada de comprar (“Pi- fe en el caos», de 1998), todavía estaba en pie, por lo que quedaban varias cosas que hacer. ¡Qué mejor que un poco de programación nacional para eliminar un poco de neuronas, de olvidarme de mis problemas y achaques. Comienzo así a escuchar ese pitido único y peculiar que hace la tv al recibir señal. Y poco a poco mi sed de morbo se va saciando. Un enano con una extraña formación craneal se pasea con ropa ajustada de lado a lado del set, mientras los “camera-man”, gritan como locos, alentando a que la gente aplauda, y se calle. Mientras por otro lado la música en vivo pone un poco más armónicas las cosas en el lugar, tocan así una que otra cumbia, uno que otro reggaetón, todas melodías para que el público no cuestione mucho todo y “de deje llevar”. A su vez aparece un supuesto pastor evangelista que grita improperios en otra esquina, mientras se mete las manos en los bolsillos exhibiendo su supuesta “virilidad” al público, se acerca así a las señoras, que ríen como locas, mientras mujeres aceitas, que juegan el rol de sus bailarinas destruyen canciones religiosas con bikinis ajustados, pero ríen siempre, como maniquíes pagados, parecen estar felices.
Ya tras unos segundos, golpean una puerta falsa, que estaba ubicada como parte del montaje televisivo al fondo del escenario. Es un anoréxico muchacho de unos veintitantos años, que entra con una sunga apretadísima, no dejando nada a la imaginación, la gente estalla en risas, que son acompañadas por más risas enlatadas puestas por la producción, parece ser una catarsis en el que todos son partícipes, mientras que este nuevo sujeto comienza a intentar decir su texto aprendido, pero no puede, al parecer tiene serios problemas del habla, como a esos niños que fueron fuertemente golpeados en su infancia, y quedan con serios problemas neuronales. Finalmente entra un tipo vestido completamente de roza al set, con una especie de luma peluda, del mismo color, grita frases morbosas, con un doble sentido evidente, poniendo en evidencia su visión de las minorías sexuales, todos son locos, esquizofrénicos, todo el día piensan en elementos fálicos, no pueden ver a un hombre (o mujer), ya que no se resisten en ser “punteados”, son notoriamente afectados por una enfermedad que ni los enfermos del “Peral” podrían resistir. Seguido de éste, para terminar el espectáculo, entra el animador del show, dice un chiste malo para terminar la rutina, seguido de unas palabras para irse a una pausa comercial. “El estelar del pueblo” le llamó él a todo eso. ¡Qué pueblo de porquería el que tenemos, si es verdad lo que dice él!
La verdad reconozco que me sentí mal con todo lo que vi. No es que nunca vea “tele”, pero todo eso me produjo como una sensación extraña en el estómago. Recuerdo cuando les mostré “The Toxic Avenger 1” (1984) a unos familiares, solo se remitieron a decir: “¡acaso estás enfermo!, ¿te da risa eso?, eso es asqueroso”, o cuando intenté explicarles el subtexto de “Basquet Case” (1982) a unos compañeros de universidad. Intenté decirles que gran parte era una metáfora que hablada todo de las falencias en el sistema médico de EEUU, de los discapacitados y discriminados de la sociedad, de lo que hay, pero preferimos mirar para otro lado… pero todo mi intento solo sirvió para volver a escuchar la frase: “estás enfermo”. Ahora dudo un poco y me pregunto de la forma más honesta posible: ¿estaré yo mal, y los demás bien?
Cambié de canal, en donde también pasaban tandas comerciales, y comencé a buscar material audiovisual en mi computador, y es que tengo gran cantidad de memoria ocupada con “Bodrios”, como le llama la gente, revisé así extractos de “Krull” (1983), de la reciente “The Fighter” (2010), “The Wicker Man” (1973), “Buried” (2010), y de unas de mis preferidas “Howard the duck” (1986), película en donde George Lucas se gastó una millonada de dólares, pero que al parecer la gente no entendió, o simplemente era mala. Ya habiendo llenado mis entrañas con material de calidad, comencé a buscar algún review de “Pi-fe en el caos” en la Internet (la que me costó unos $27.000, por ser la edición coleccionista). Pero tras haber pasado tan solo unos segundos de eso, ocurrió algo increíble: ¡alguien iba a comentar la cinta en la tv, era el programa que estaba en comerciales que acaba de comenzar!, es así como en un set a modo de living ABC1, todos con bebidas alcohólicas en las manos decían estar contentos por la sección de análisis de cine que anunciaba uno de los panelistas. El conductor del programa decía como apoyando al panelista, una frase de Buda, una que he visto en redes sociales varias veces, una de esas como creadas forzosamente para quedar como intelectuales frente a los demás. Mientras que otra mujer decía frases en defensa del ya muerto general Augusto Pinochet, dando paso a la “crítica de cine”, por parte del evidentemente obeso panelista, que tras expresar que “el mundo estaba dominado por reptialianos”, dijo: “en exclusiva para los amigos en sus casas contaré el final de Pi”. Yo quedé un poco preocupado y confundido, ¿alguien podría atreverse a quitarle la fantasía al cine?, pero no le creí y dejando el control remoto a un lado, escuché absolutamente todo lo que dijo.
Ahora mismo ya pasado un largo tiempo de esa noche me arrepiento. Recuerdo la cara que puse mientras miraba la carátula de mi película nueva, que nunca había querido ver hasta comprármela en alta calidad. Recuerdo el silencio de ese momento, que no me permitió ni siquiera decir un garabato, ni hablar solo. Es que el sujeto lo primero que dijo fue el final de la cinta, qué pasaba con los personajes, acompañando todo con: “esta película es la raja”. Sé que mi mundo es diferente, que todo lo que me ha entregado el celuloide me ha hecho ver el mundo con otros ojos, ser un persona diferente, con actitud forzada más allá de las enseñanzas de mis padres, pero me gusta, me agrada ser diferente, y “enfermo”, como han dicho algunos, ¿acaso me va a privar de eso a mí y a otros, extraña TV?
Por Luis Ramírez
@LRamirez_