Como cada año, los horarios del Primavera Sound son una maraña que resulta difícil desentrañar sin acabar perdiéndose varios conciertos que se solapan. En la segunda jornada del festival, -aunque tenía como cita ineludible el concierto de Whitney, una banda de Chicago de melodías pop melancólicas-, inesperadamente conseguí una entrada para asistir al recital de los Magnetic Fields en el Auditorio.
La banda liderada por Stephin Merritt, que hace unos meses sacó un disco de 50 canciones conmemorando cada uno de los años del artista, tocó 25 de los temas de este nuevo álbum y mañana hará lo propio con las 25 siguientes para cerrar el programa doble que traen al festival.
La puesta en escena, situaba a Merritt bajo un decorado que simulaba su habitación cuando era niño y, alrededor de él, situados en semicírculo, el resto de músicos que conforman la banda.
El espectáculo, amenizado por una serie de proyecciones y los comentarios agudos del cantante neoyorquino (“al funeral del novio de mi madre solo asistieron las seis parejas que tuvo a lo largo de su vida. Todas se llamaban Linda”), mantuvo hipnotizado durante casi dos horas a un Auditorio entregado a la majestuosa voz del lídero de los Magnetic Fields.
Merritt, destacado multiinstrumentista, cede en este show la parcela musical a sus seis compañeros que, durante las dos horas que duró el concierto, hicieron desfilar por el escenario diversos instrumentos como bajos ukeleles, marimbas, sierras musicales y, por supuesto, infinidad de sintetizadores a medida que el repaso autobiográfico se acerca a los años 80.
La experiencia Swans
Aun con el efecto balsámico producido por Stephin Merritt y los suyos, lamentándome a la vez por no poder llegar al show de Mac DeMarco, escuché un par de canciones de los Descendents, pasados de moda si es que alguna vez lo estuvieron y accedí al escenario Mango para presenciar el concierto de The XX.
Debo reconocer que, al acceder con el tiempo justo a la explanada central del escenario, la inmensidad del público no me permitió situarme en un lugar relativamente cercano a la banda y el sonido llegaba con dificultades. Quizá ello, contribuyó a que los temas del grupo me parecieran un tanto sosos y optase por abandonar a mitad del concierto para ver lo que aun quedaba de Swans.
La experiencia en el Pichfork Stage fue completamente distinta. Los gritos guturales de Michael Gira se escuchaban desde lejos y una vez entre el público, daba la sensación de estar asistiendo a un rito espiritual de lo más oscuro, una experiencia física que a la postre resultó agotadora por su intensidad.
Sleaford Mods, el rap de la clase obrera
Y así, cambiando de tercio de nuevo, el escenario Primavera programaba a los Sleaford Mods, una banda de raperos de Nottingham que se han hecho un hueco dentro del hip hop más combativo gracias a sus ritmos electrónicos retorcidos y sus letras contestatarias que pretenden dar voz a la clase obrera inglesa. A pesar de un problema de sonido que duró más de quince minutos y desesperó al frontman Jason Williamson, Sleaford Mods supieron cerrar con dignidad -el que para el que esto escribe- ha sido uno de los mejores conciertos de rap de esta edición del Primavera Sound.
Tanto es así que, al acercarme de nuevo, en otra terrible caminata hacia el escenario Heineken con la intención de presenciar la sesión de Jamie XX, los últimos compases de las rimas de Run the Jewels parecieron lánguidas, débiles en comparación con el dúo de Nottingham.
A partir de aquí, solo quedaba disfrutar de los tres dj´s de lujo con los que el festival cerraba la noche. De un lado, el ya comentado Jamie XX, que entró en el cartel a última hora por la baja de Frank Ocean y ofreció una sesión bastante animada. Más tarde, Flying Lotus con su siempre interesante mezcla entre jazz, hip hop y electrónica y, para finalizar, Talaboman, o lo que es lo mismo, techno para moverse hasta que el sol obligase a retornar a casa.
(Por Diego Montes para El Ciudadano / Fotografías: Garbine Irizar y Nuria Rius).
::::