Los perros tienen su propio e innato sentido de la justicia. Antes se pensaba que esta cualidad la habían aprendido de los humanos, pero un nuevo estudio concluyó algo muy diferente.
La investigación sugiere que habría ocurrido prácticamente lo contrario: los perros habrían adquirido una tolerancia mayor al trato injusto, como resultado de su relación tan cercana con los humanos.
Pero en pruebas realizadas con lobos y perros, ambas especies mostraron reticencia a participar si no recibían un premio a cambio por presionar un timbre, mientras un compañero sí lo recibía por hacer lo mismo. Lo mismo ocurrió cuando ambos recibían premios, pero de diferente calidad.
Se pensaba que los perros habían aprendido la importancia de la ecuanimidad de los humanos, a través de la domesticación –porque es una habilidad sofisticada que se observa prominentemente en las especies de primates. Pero esta investigación muestra que lobos y perros se muestran reacios a tomar parte en el experimento cuando se dan cuenta de que no hay un reparto equitativo.
Los autores del estudio publicaron sus hallazgos en la revista Current Biology, donde describen que esa suerte de sentimiento de justicia en los perros «no es un efecto de la domesticación, sino mas bien un rasgo que se mantuvo de sus ancestros».
«De hecho, los resultados de este y otros estudios previos con perros domésticos, sugieren que, más que una respuesta creciente de los perros al tratamiento injusto, su relación son los humanos puede resultar en una mayor tolerancia a este; al menos cuando viene de los humanos», escriben los investigadores.
Señalan que, en el experimento, los largos períodos de interacción con sus cuidadores y entrenadores influyeron en que los perros se mantuvieran en pruebas que no los beneficiaban, por querer complacer a los humanos.
Aunque habían estado «altamente socializados con los humanos en su primeras semanas de vida», no tenían una relación mascota-cuidador, «sin embargo se mostraban más ansiosos por complacer al humano experimentador de lo que estaban los lobos», escriben los conductores del artículo, citados en The Independent.
Para las pruebas, los perros y lobos fueron instruidos para presionar un timbre mientras estaban en jaulas adyacentes. «En la prueba de ‘no recompensa’, solo el compañero recibía un premio en cada ronda, mientras el animal de prueba no recibía nada», explica Jennifer Essler, de la Universidad de Medicina Veterinaria en Viena.
En una segunda prueba, ambos animales obtuvieron una recompensa, pero esta vez el compañero recibió un premio de mejor calidad. La habilidad de darse cuenta de esta inequidad se hizo evidente cuando el animal más perjudicado se resistió a seguir participando. Se consideró que un animal había dejado de participar cuando ya no respondía después de 10 veces de recibir la instrucción de presionar el botón. Entonces, la sesión se daba por terminada.
Los resultados confirmaron que la inequidad de los premios son comprendidas por perros y lobos, explica Essler, y que no es la domesticación lo que hace que perciban estas injusticias.
El Ciudadano