Estados Unidos y Europa quieren derrocar al presidente sirio

Las revueltas sociales en Siria no tienen nada de “espontáneas”

Estados Unidos y Europa quieren derrocar al presidente sirio

Autor: Director

Las revueltas sociales en Siria no tienen nada de “espontáneas”. Desde que estallaron en marzo vienen siendo promovidas por EE UU y la Unión Europea. Estos consideran que Bashar al Assad es aliado de Irán y los palestinos.

La administración Obama y la Unión Europea quieren repetir en Siria su maniobra de Libia: maquillados de amigos de la “revuelta árabe” quieren sacarse de encima a gobiernos que no comulgan con sus políticas.

El libio Muammar Khadafy y el sirio Bashar al Assad quieren ser borrados del mapa por Washington y sus aliados.

Ese interés en derrocarlos hizo que las grandes potencias tuvieran una actitud diametralmente opuesta a la que mostraron en las rebeliones en Túnez y Egipto. En estos países, los imperios sostuvieron todo cuanto pudieron a los regímenes de Zine el Abidine Ben Ali y Hosni Mubarak.

Esos gobiernos eran aliados íntimos de Estados Unidos, e incluso de Israel, por lo que los embates democráticos de la sociedad no contaron con ninguna simpatía inicial del Departamento de Estado. Después, cuando la suerte estaba echada para esos dictadores, aparecieron –sin autocrítica- los saludos de gobernantes estadounidenses y europeos para con los movimientos a favor de la democracia.

La enemistad manifiesta de la superpotencia mundial con Siria viene de muchas décadas atrás, de los ´70, cuando gobernaba Hafez al Assad, padre del actual presidente. El país tenía buenas relaciones políticas, comerciales y de defensa con la extinta Unión Soviética, como las supo cultivar el Egipto de Gamal Abdel Nasser.

Hafez gobernó entre 1971 y 2000, cuando fue sucedido por su hijo, el médico Bashar. Y el imperio siguió enojado con esas autoridades, fundamentalmente porque éstas mantuvieron una política de colaboración con los palestinos de todas sus tendencias. Aún hoy reside en Damasco Jaled Meshaal, el jefe de Hamas, la organización islámica de fuerte predicamento en Gaza.

Hamas, como la libanesa Hizbollah, son consideradas agrupaciones “terroristas” por la Casa Blanca. Esto a pesar que la primera gobierna Gaza luego de las democráticas elecciones de 2007 y que la segunda es una fuerza política de El Líbano, en cuyo gobierno influye decisivamente. Siria no inventó a Hamas ni Hizbollah, que son creaciones de sus respectivas poblaciones; pero sí mantiene amistad y solidaridad con ambas. Y este es un pecado mortal para Washington y su socio menor Tel Aviv.

Bashar al Assad incurrió en estos once años de gobierno en otra actitud que aquellos no perdonan: reclamó por las alturas del Golán, pertenecientes a Siria, y ocupadas militarmente por Israel tras la guerra de 1967.

Siria sería culpable de otro “horror”. ¿Cuál es? Mantener una relación amistosa, de comercio recíproco, etc., con el vecino Irán de Mahmud Ahmadinejad. Para Obama y sus aliados, se trata del mismísimo demonio y principal amenaza a la paz, aunque nadie puede discutirle esta condición a EE UU.

PAÍS IMPORTANTE

El resentimiento norteamericano contra el gobierno de Al Assad pegó un salto en marzo-abril de 2003, cuando Siria fue el único país árabe que apoyó a Irak, invadido por los marines y bombardeado sin compasiones. George Bush juró venganza, que en parte fue cumpliendo en los años siguientes, como en 2002, cuando incluyó a Damasco en el “eje del Mal”.

El Departamento de Estado, mientras se comportaba de ese modo agresivo y destituyente para con el gobierno de Damasco, financiaba en forma encubierta a grupos de la oposición siria. The Washington Post publicó en fecha reciente los cables que comprueban esa financiación de los EE.UU. “al menos desde 2005 y hasta hoy”. Ahora ha tomado esa posta Barack Obama.

Siria es un país importante y no sólo o no tanto por el petróleo y recursos naturales. Sus 24 millones de habitantes viven en un territorio que linda al sur con Israel y Jordania, al oeste con el Líbano y el mar Mediterráneo, al norte con Turquía y al este con Irak. Es una posición clave.

Si los estadounidenses lograran instalar allí un gobierno adicto y dependiente, asegurarían la posición que ya tienen por medio de Israel y pondrían al Líbano de espaldas al mar, con la punta de lanza del ejército israelí por el sur y una Siria hostil al este y el norte.

Pero quizás más importante para Obama y las grandes potencias, si cae la ficha siria podrían sumarla a Irak, la parte contigua que ya ocupan. De ese modo, reforzados, pasarían a preparar en mejores condiciones sus planes de agresión contra Teherán.

Esto explica que Obama hiciera días atrás la fuerte declaración de que su colega sirio debía dejar el poder. “Es hora de que se retire. Hemos dicho continuamente que el presidente Al Asad debe encabezar una transición democrática o hacerse a un lado. No la ha encabezado. Por el bien del pueblo sirio, ha llegado el momento de que el presidente Al Assad se vaya”, aseguró el comunicado oficial de la Casa Blanca.

Los europeos lo siguieron a pie juntillas. La responsable de Política Exterior de la Unión Europea, Catherine Ashton, firmó otro comunicado donde sostuvo que “la UE toma nota de la pérdida total de legitimidad de Bashar al Assad a los ojos del pueblo sirio y la necesidad de que renuncie a su cargo”.

Las naciones del Tercer Mundo, independientemente de la simpatía o antipatía que sientan por Al Assad, ya saben que no se trata de una revuelta espontánea en ciudades sirias. La mano de los imperios está muy involucrada. Viene a cuento: “La mano que mece la cuna es la mano que conquista el mundo”.

LA DEMOCRACIA EN UNO Y OTRO LADO

Las revueltas en el país árabe comenzaron el 15 de marzo en una ciudad del sur, Daraa, cerca de la frontera con Israel y Jordania, reclamando democracia. Hubo represión policial invocando el estado de emergencia, vigente desde 48 años atrás, y allí murieron los primeros manifestantes.

Luego las protestas se fueron expandiendo a otros puntos, como Latakia, en el noroeste, Alepo, Hama y la propia Damasco, en el centro-sur.

El número de fallecidos por la represión gubernamental fue in crescendo. Aunque no se ponen de acuerdo el Observatorio sirio de Derechos Humanos (con sede en Londres), Amnistía Internacional y las propias agencias de noticias, es difícil precisar el número de muertos. Los cálculos más pesimistas los cifran en 2.000, de los cuales 1.600 serían manifestantes y 400 miembros de la policía y el ejército sirio.

Las acusaciones son cruzadas. Los opositores dicen que el derramamiento de sangre fue causado por el régimen. El gobierno, por su parte, dice que sus uniformados han sido ultimados y degollados en algunas ciudades. Al mostrar una fosa común con policías propios, daba una pauta de que esa denuncia parecía seria. Los opositores adujeron que eran policías que se habían pasado al bando opositor y que por eso fueron ultimados por las fuerzas leales al presidente.

Las denuncias opuestas por el vértice también se produjeron por el envío de una brigada del Ejército, a cargo de un hermano de Bashar, al norte del país, casi en la frontera con Turquía. Los pobladores huyeron de esa ciudad, los opositores acusan de crímenes a los militares y el gobierno los endilga a “bandas armadas”.

La agencia oficial Sana privilegió en sus despachos las marchas habidas a favor del presidente sirio, y eso habrá molestado a los amigos de Washington. Pero éstos quedaron muy mal parados luego que se descubriera el fraude de un blog de una supuesta lesbiana siria opositora, que incluso habría sido secuestrada por éste. Al final se supo que quien operaba esa red social y cometía fraude era un estudiante estadounidense de posgrado con residencia en el Reino Unido. No había la tal lesbiana, ni había sido apresada ni nada de lo que se posteó era cierto. Sólo mentiras para acumular denuncias contra las autoridades de Siria, en un show mediático como los vistos en Irak, Honduras, Libia, etc.

Al Assad ya tomó decisiones que recogen parte de las demandas opositoras: cambió a cuatro de los gobernadores más cuestionados, dio de baja a su gabinete nacional y suspendió la aplicación del estado de emergencia. Se dirá que eso es tardío y no alcanza. ¿Pero qué reformas democráticas hicieron las monarquías de Arabia Saudita y el Golfo aliadas de EE UU?

Pero no hay caso. En Washington, Londres, París y Tel Aviv quieren ver rodar su cabeza. Por eso Obama no sólo pidió su inmediata renuncia sino que también dictó las primeras sanciones: se congelan los fondos y activos sirios en territorio norteamericano y no se le compra más un barril de crudo.

Pero el imperio tendrá que poner sobre la mesa mucho más que eso si quiere derribar al gobierno. Si no pudo todavía con Libia, ¿cómo podrá con Siria, un país más importante y mejor defendido, con mayores aliados?

Por Emilio Marín

El Ciudadano


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