En los años ’60, un grupo de científicos quiso probar una excéntrica hipótesis y les dio LSD a unos delfines para tratar de comunicarse con ellos.
Como parte de una investigación sobre la comunicación entre especies, la NASA financió este proyecto, que fue dirigido por el neurólogo estadounidense John Lilly.
El Communication Research Institute, más conocido como La Casa del Delfín, se dedicaba a investigar métodos para hablar con estos animales e incluso intentar enseñarles inglés, y para esto usaban una variedad de técnicas.
John Lilly, estudió a tres delfines en particular, de los cuales uno fue aislado en un estanque con la investigadora Margaret Howe Lovatt durante tres meses, las 24 horas.
En este período de aislamiento, el delfín, llamado Peter, comenzó a mostrar una inclinación sexual hacia su compañera de piscina, quien decidió aliviar manualmente las urgencias del animal para que su frustración no fuera un obstáculo en la investigación.
Una vez finalizado el experimento, el resultado fue que ninguno de los delfines pudo hablar inglés, pero los investigadores encontraron que después de que se les administrara LSD, los animales sí habían ganado habilidades vocales en un 70%.
«Lo importante para nosotros, con el LSD en los delfines, fue que lo que vemos no tiene significado en la esfera de lo verbal», escribió el Dr. Lilly, citado en The Independent. «Estamos fuera de lo que se puede llamar el intercambio racional de ideas complejas, porque no hemos desarrollado una comunicación en esa forma particular todavía», explicó.
Cuando los fondos para el experimento se terminaron en 1966, Peter el delfín fue trasladado a una instalación en Miami, donde terminó suicidándose. Según el Independent, algunos aseguran que esto pasó porque no pudo soportar estar lejos de Lovatt.
El Ciudadano