En el mes de Octubre, se realizó el primer Hackmeeting en Chile. El encuentro tuvo lugar en la Okupa Aki, en pleno centro de Santiago, donde organizadores y asistentes compartieron su interés en crear una sociedad más igualitaria y participativa.
La invitación al primer Hackmeeting chileno sonaba peligrosa, o al menos muy ilegal. No es difícil imaginar un montón de terroristas informáticos, reunidos en una Okupa –sobre todo con el revuelo sobre el allanamiento de una de estas casas donde, supuestamente, encontraron material subversivo-, dispuestos a provocar el caos en las redes computacionales. Cualquiera con un poco de imaginación, o mucha película norteamericana en la retina, hubiese vaticinado el caos total.
Al contrario de esta errónea concepción, los hacktivistas habían organizado un entretenido congreso sobre los softwares libres, creación de servidores independientes y la creciente popularidad de un nuevo modelo económico, basado en la comunidad y en la distribución desinteresada de conocimiento. Es en este último punto donde se derrumba toda la mala percepción de los hackers.
LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Vivimos en una época donde el conocimiento ha adquirido un valor vital en la producción y reproducción de nuestra sociedad. Necesitamos de él para procesar la información que nos bombardea constantemente, y también para sobrevivir en un mundo cada vez más competitivo.
Si nos basamos en las ideologías capitalistas, que es el modelo económico predominante, entonces debemos creer que el conocimiento tiene un alto valor económico; es decir, un alto valor de cambio. Esto significaría, siguiendo la premisa del modelo, que el conocimiento es un bien escaso. Revisando las políticas educacionales y el bajo promedio que alcanzamos respecto a otros países, en nuestro país este pensamiento neoliberal estaría en lo correcto.
He aquí un mito que sería bueno ir derrumbando. El conocimiento, a diferencia de otros bienes, no es escaso ni tiene un real valor económico. Hugo Muñoz, mejor conocido en el hacktivismo como Baronti, lo explica de manera muy simple. “Si yo tengo una manzana y la comparto, voy a tener media manzana. Pero si comparto una idea, ésta se va a multiplicar. Con el desarrollo de las tecnologías el conocimiento ha ido perdiendo cada vez más su valor económico, porque existen medios muy baratos para almacenarlo y distribuirlo, como por ejemplo los cd’s”.
A medida que los hackers se van organizando, se dan cuenta que, más que destruir los sistemas basados en el lucro y el monopolio económico, resulta bastante más provechoso utilizar sus conocimientos en crear programas y herramientas que estén al alcance de todos. Entonces nace Linux y todo el concepto del Creative Commons (licencias que permiten copiar y distribuir libremente información relativa a la producción de arte, cultura y conocimiento). Comienzan a desarrollarse softwares libres, superando incluso la calidad de Microsoft, Macintosh y otros de menor envergadura.
En poco tiempo, estos genios informáticos crean los hacklabs, verdaderos laboratorios donde experimentan con nuevos programas, los que rápidamente serán puestos a disposición de los usuarios de todo el mundo, a través de internet. Paralelamente dedican parte de su tiempo para enseñar a otros cómo potenciar estos softwares libres, entregando herramientas que pueden ser usadas para ganar dinero. Es decir, están entregando conocimientos para la producción y reproducción de la sociedad, sin agregar el valor de mercado, que restringe y discrimina.
IDEOLOGIA ANARQUISTA
Conversando con los organizadores del Hackmeeting de Santiago, es posible reconocer los más altos principios de la ideología anárquica. La autogestión y autogobernación son las bases que sustentan este nuevo modelo socioeconómico que busca reemplazar al ya desgastado capitalismo.
Otro término que se escucha hace un tiempo es el Copyleft; en el que, a diferencia del Copyright, los autores donan sus derechos en pro del bien común. Estas licencias protegen la propiedad intelectual pero no económica, ya que todos los productos Copyleft o CC son de libre distribución y no está prohibida su reproducción. Las regulaciones están basadas en el respeto y, aunque parezca increíble, funcionan.
Por eso no es coincidencia que el hackmeeting se realizara en una casa Okupa, donde el sentido de propiedad es muy diferente al enseñado por el capitalismo. Ambas organizaciones –hacktivistas y okupas- abogan por una sociedad constructiva y generosa, porque si bien es cierto que hay mucha carencia, también tenemos abundancia en muchas áreas. “Cuando sobran productos, como por ejemplo espacios abandonados o la opción de distribuir ciertos productos libremente, como seres humanos estamos obligados a aprovecharlos al máximo”, comenta Chino, un okupa que vivía en la casa de San Ignacio, allanada hace un par de semanas.
El trabajo que los nuevos actores sociales están realizando da para largo. Los hackers y los okupa son parte de un movimiento mucho más grande, que demuestra todo su energía en los foros sociales. Allí se reúnen toda clase de personas: religiosos, políticos, ecologistas, indígenas, jóvenes representantes de distintas tribus urbanas y hackers. “El mes que viene voy a participar en el Foro Social para explicar un poco más sobre el Copyleft y el nuevo modelo económico a un grupo de personas muy heterogéneo, pero que al final está trabajando para lograr la misma meta y esa meta es derrocar un sistema que busca mantener las desigualdades sociales”, cuenta Baronti.
SOCIEDAD LIBERTARIA
La conclusión después de asistir al primer Hackmeeting, es que la libre distribución del conocimiento es el camino para lograr una sociedad verdaderamente libre. El copyleft, los software libres y todo el trabajo que se hace en los hacklabs son, por así decirlo, la revolución no violenta que tanto han buscado las diferentes organizaciones.
Si bien no está exenta de dificultades –enfrentarse a grandes compañías que tienen, tanto el poder económico como político de gran parte del globo-, es una tarea que ya agarró un ritmo difícil de detener. Y es que el tema del software libre no es sólo económico, sino también de independencia política. “Tenemos que tener en cuenta que hay un tema de seguridad nacional, porque mientras las políticas estatales sigan validando y usando tecnologías monopólicas como Microsoft, los países estarán a merced de estas empresas y no tendrán verdadera autonomía para gobernar”, sentencia Hugo.
Valeria Segovia