Estas living la vida loca en un bar, a tu bola por la calle, ejercitando el dedo índice en Tinder o estudiando en la puta biblioteca –porque cualquier lugar es bueno para un poquito de acoso baboso-, y a lo lejos ves cómo se acerca un Novo Australopithecus.
Estos primos-hermanos de los primates ya extintos han logrado sobrevivir hasta nuestros días a duras penas. Les cuesta andar erguidos por el peso de su estupidez y normalmente van en manada, para darse ánimos cuando una “posible presa” los manda a freír monos al África. Aun así, hay algo que todos tienen, y es que cuando pasa por su lado una mujer sus instintos salen a la luz. En su cerebro, casi tan grande como el de los monitos de Gibraltar, la única neurona que les queda hace click, y de manera incontrolable empiezan a aullar en un idioma casi ininteligible.
EH, TÚ, HEMBRA. YO MACHO. TÚ ESTAR MUY BUENA. TÚ Y YO PROCREAR. QUIEN FUERA BALDOSA PARA VERTE TODA LA COSA. UGA, UGA, UGA.
El resto de la manada aplaude y se ríe. Acabamos de presenciar su delicado ritual de apareamiento.
A veces tienen suerte y se cruzan con mujeres que les ríen las gracias -o fingen hacerlo-, se quedan calladas, agachan la cabeza o miran para otro lado. El Nuevo cavernícola sí que intimida . Parece más grande de lo que es. Parece más valiente de lo que es. Parece más hombre de lo que es. El problema es que este espécimen, a pesar de haber aguantado estoicamente glaciaciones y sequías a lo largo de estos casi 4 millones de años, no está del todo preparado para la vida moderna. Sí, ellos han convivido con mamuts, pero nosotras hemos aguantado más de mil años siendo menospreciadas, insultadas, vejadas, explotadas, violadas y asesinadas.
Conocemos a la bestia, y ya no nos callamos a su paso. Si nos chistan como si fuésemos animales, nos gritan como si fuésemos sordas y nos cosifican como si fuésemos objetos, nosotras respondemos. Entonces la única neurona del Novo Australopithecus colapsa.
MI NO ENTENDER. SI YO REGALAR A HEMBRA MI ATENCIÓN PORQUE ELLA RECHAZARLA. HEMBRA DEBERÍA SENTIR FELIZ PORQUE YO QUIERA QUE COCINE PARA MÍ. HEMBRA HERIR MI ORGULLO DE MACHITO. HEMBRA HACER QUE MI PENE SE ENCOJA.
El medio-mono-medio-hombre empieza a poner cara de circunstancias, como si tuviese ganas de tirarse un peo pero le asustase cagarse encima. Quiere salvar la dignidad delante de la manada y no sabe cómo hacerlo. Está al borde de la combustión espontánea. ¿Reconocer que sus técnicas machistas de ligoteo no funcionan? IMPENSABLE. ¿Aceptar que el sexismo existe? NI CAGANDO. ¿Dejar de tratar a las mujeres como si fuesen trozos de carne? MUCHO MENOS. ¿Reconocer que su autoestima está casi tan jodida como la posición de las mujeres en un sistema patriarcal? ANTES MUERTO.
De repente la bombilla se ilumina… Al Novo Australopithecus no le rechazan, es él el que rechaza.
¿PUES SABES LO QUE TE DIGO? ME DA LO MISMO QUE ME DIGAS QUE NO PORQUE ERES FEA. Y NO ESTÁS TAN BUENA. Y ERES UN ORCO. Y CASI QUE ME HAS HECHO UN FAVOR. HE ESQUIVADO UNA BALA. CONTIGO NO, BICHO.
La manada está eufórica. Se unen a su compañero cambiando los MOZA por ZORRA como si de un cántico tribal se tratase. Se les llena la boca. Los pulmones están repletos de aire y los huevos de falsa hombría.
Bromearán durante semanas sobre esa cerda que se creyó lo suficientemente buena como para plantarles cara, y una sonrisa de oreja a oreja esconderá toda la mierda que llevan dentro. Heridos, vulnerables e inseguros, así son. Toca disimular, no vaya a ser que tu colega te llame maricón para no reconocer que se siente igual o peor que tú. Sea como sea, se convencerán de que no les hace falta el feminismo.
Y como si de un cuento se tratase, durante los siglos de los siglos -amén- vivirán en una contradicción constante. Insultarán a quien se la pone dura, renegarán de sus sentimientos y evolucionarán involucionando. A fin de cuentas, por muy guapa, sexy, inteligente, divertida y carismática que sea una mujer, perderá todo su atractivo al demostrar que el tamaño de sus ovarios es más grande que el del miembro del NUEVO CAVERNÍCOLA.