Como seguir haciendo las cosas mal y no morir en el intento

En un carro alado, tirado por militares y policias a los cuales les brilla su uniforme, va la clase política; gorda y sonriente

Como seguir haciendo las cosas mal y no morir en el intento

Autor: Ciudadano

En un carro alado, tirado por militares y policias a los cuales les brilla su uniforme, va la clase política; gorda y sonriente. Blanden sus discursos de sentido común y altanería disfrazada de bondad como si fuera la única verdad posible. ¡Hay que meter bala!, ¡hay que aplicar todo el rigor de la ley!, ¡todos somos chilenos!, dicen con su voz socarrona y ganadora. Inmediatamente atrás, una corte de mandarines e intelectuales los aplauden y celebran sus gracias. Llevan puesto un pie en el carro. En sus bocas cuelgan crisantemos y claveles. Les brillan sus ojitos pues los que viajan delante dejan caer de vez en cuando unos guesos trozos de pan que ellos recogen y esconden, recogen y esconden. Al final de la cola, hombres y mujeres con la cara embarrada gritan a sus señores que tienen razón, que sólo les regalen unos mendrugos de pan para comer con sus hijos. Los gordinflones se ríen y les gritan desde el carro: ¡deben trabajar para ganárselo, así que empujen el carro con más fuerza!. El carro alado se marcha rápido dejando a su corte tirada en un inmenso lodazal.

 

Ante la pregunta ya cansina: ¿Hay terrorismo en la Araucanía? hay que oponer una metáfora que permita comprender de mejor forma cómo se pueden seguir haciendo las cosas mal. Cómo es posible eternizar un problema y ganar las suficientes elecciones para que las cosas se repitan sempiternamente.

 

Lo primero que habría que hacer es invocar el carácter impoluto y casi santo de las fuerzas armadas y policiales. Como si la historia no hubiese demostrado ya de manera contundente que las milicias sólo han tenido como enemigo real a su propio pueblo en las distintas arremetidas violentas y golpistas a lo largo del siglo XX. Se han tragado el pescado de la limpieza institucional. Los que tiran el carro lo hacen con un buen sueldo, excelentes pensiones y temprana jubilación, así que están descansados y pueden galopar con fuerza. Los señores que van arriba del carro les dicen que son los defensores del orden y de la patria. Los que van atrás, jadeantes, les susurran que los cuiden de los delincuentes, que están en todos lados. Se les cae una lágrima, pero la recogen y se la tragan. ¡Hay que traer más polícías, hay qué traer la paz!, se lamentan entre sollozos. Los señores se ríen de buena gana.

 

La segunda forma de no solucionar nada es la histeria nacionalista. En este libreto, los señores del carro marchan con sus banderitas tricolores. Las mueven, las llaman bicentenario, se las colocan en las chaquetas en la forma de oropeles. Rugen que Chile es Uno. Como los Fariseos ante la presencia de Jesús. ¡Dios es Uno!. Se esfuerzan en juntar pedacitos de un rompecabezas, convenciendo a los que van atrás del carro de que todo permanecerá como está. Estos les dicen: ¡¡Si señor, así debe ser!!. Los del fondo estallan en júbilo, cantan la canción nacional a grito pelado. Los de arriba reparten el botín con señores que viajan en un carro alado con más caballos, los felicitan y se marchan.

 

Temuco, julio del 2017

 


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