Los resultados de las primarias del domingo ofrecen un balance ambiguo y vuelven a poner sobre la mesa la pregunta sobre la estrategia política. Una primera lectura, solo considerando los datos, obliga a asumir que el desempeño electoral fue pobre. Si bien el triunfo de Beatriz Sánchez fue holgado, superando ampliamente la estética “izquierdista” de Alberto Mayol, lo cierto es que la estrategia de campaña no logró convocar a un sector más amplio de la ciudadanía. Sin ir más lejos, solo Ossandón logró sacar la misma cantidad de votos que todo el Frente Amplio.
Ahora bien, es evidente que no se puede hacer abstracción de las condiciones objetivas que marcaron la primaria, particularmente la debilidad orgánica del Frente Amplio, inexperiencia en elecciones reales, además de las dificultades que tuvo el proceso respecto a la gestión del SERVEL.
Sin embargo, más importante aún es considerar el escenario político anterior a las primarias y los objetivos que debe perseguir la campaña del Frente Amplio, en función de una de sus posibles estrategias: la construcción de un movimiento ciudadano y popular como salida al Neoliberalismo[1].
Así, el escenario previo a las primarias sin duda representa una novedad para la política de la post-dictadura. Por una parte, el campo de la centroizquierda se encuentra en una profunda crisis, sin proyecto de futuro, sin capacidad de ordenarse orgánicamente, atravesado por divisiones que hoy tienen a la Democracia Cristiana fuera de la coalición. Así, la fuerza política que ganó 12 elecciones consecutivas en Chile parecía tener fecha de defunción. Por si fuera poco, el liderazgo de Alejandro Guiller claramente es incapaz de ordenar a la coalición. En síntesis, una coalición débil, sin proyecto y desordenada, pero no muerta.
En Chile Vamos, la pugna interna estaba cobrando niveles álgidos. El sector, que ya había mandado a jubilación a varios de sus coroneles en el gobierno de Piñera, sufrió algunos desordenes internos en el último tiempo producto del retiro forzado al que se vieron sometidos otros, particularmente quienes estuvieron implicados en escándalos de corrupción. Estas jubilaciones y retiros dejaron a Sebastián Piñera y la que en 2005 era la “nueva derecha” por su crítica al pinochetismo, como el sector consolidado y oficial. Sin embargo, ese lugar ha significado un endurecimiento del discurso piñerista, replegándose a posiciones estrictamente conservadoras, únicamente como férreo defensor de la hegemonía neoliberal y machista. Sin ir más lejos, su franja orbitó en torno a sus triunfos como presidente, ofreciéndose como el mesías que viene a restaurar el orden.
La pugna, sin embargo, creció, por una parte, por el discurso ultra neoliberal de Felipe Kast, que en torno a la renovación política ofrecía las recetas clásicas del neoliberalismo. Por otra parte, Ossandón introdujo la cuota de sorpresa, intentando mostrar una derecha propiamente política, así como la incorporación de ciertas sensibilidades conservadoras que componen el pueblo chileno. Liderazgo, independencia, gestión y voluntad fueron las claves de su campaña, aunque no tenía mayor proyección para esta pasada.
Visto así, era evidente que más allá de las debilidades orgánicas del Frente Amplio, el momento político era (y es) clave para avanzar en la ruptura de la vieja estructura de representación. La posibilidad de desalojar al duopolio sigue estando presente, sobre todo si se considera la incapacidad de ofrecer horizontes de futuro, los escasos liderazgos, el desorden al interior de las coaliciones y la incapacidad que han tenido los bloques tradicionales de representar a amplios sectores de la población. Sin embargo, ello exige una estrategia más sólida que la desplegada hasta ahora.
Para ello, la primaria aporta varias lecciones. En primer lugar, se debe reconocer que la derecha se prepara con fuerza para noviembre. La cantidad de electores que movilizaron da cuenta de que Sebastián Piñera es efectivamente el enemigo a vencer. Guste o no, más allá de que se deba vencer al duopolio en su conjunto, tácticamente es evidente que la pelea principal es con Chile Vamos, en particular con su candidato presidencial.
En este sentido, el Frente Amplio debe atreverse a ocupar el espacio que la centroizquierda está dejando vacío. Para ello, junto con proclamarse la opción vencedora, debe mostrar fortalezas como coalición, visibilizando sus opciones al parlamento. Si la propuesta presidencial no es una aventura de bandoleros, Beatriz Sánchez debe tomar el rol de líder de un equipo. En la misma línea, los parlamentarios y alcaldes del Frente Amplio tienen el desafío de tomar la iniciativa política. Recientemente Jorge Sharp marcó la agenda con la llamada “ley Valparaíso”, haciendo que todos los actores se pusieran detrás de él. Iniciativas de ese tipo o como el proyecto 8M son cruciales para aprovechar la debilidad de la centroizquierda. No es mediante el ataque furioso. Al contrario, es mediante la iniciativa que los subordine a nuestro proyecto de país, a la vez que se le invisibiliza en la discusión.
En segundo lugar, se hizo evidente que la agenda de reformas ha sufrido un retroceso importante. Insistir en aparecer como los agentes que lograrán los cambios inconclusos que dejó la Nueva Mayoría sitúa la cuestión en un ámbito peligrosamente moralista, lo que las primarias justamente demostraron no influye en las votaciones, sobre todo si se considera que ganó al que no declararon reo por lindo. Por lo tanto, es necesario construir en términos programáticos una alianza que logre movilizar un espectro transversal de la sociedad. En este sentido, hasta ahora la campaña de Beatriz Sánchez se ha enfocado principalmente en las mujeres.
Con miras a la salida del Neoliberalismo, es fundamental pensar también una alianza de clase que incorpore a los pequeños productores, industrias nacionales de mediano tamaño (como Fruna), “emprendedores” y trabajadoras y trabajadores, fundamentalmente aquellos derivados de la inserción chilena en la globalización, quienes nunca han sido parte de ningún proyecto político o identidad colectiva. Junto a ello, fortalecer el rol del Estado como productor de orientaciones nacionales, como ente aglutinador.
En tercer término, es importante notar que el Frente Amplio aún no es capaz de producir subjetividades y sentidos. En este sentido, es necesario fortalecer el liderazgo de Beatriz Sánchez, los lugares de encuentros y las ofensivas comunicacionales. En la misma línea, urge construir una propia industria mediática que contribuya a la formación de redes virtuales que difundan las ideas del Frente Amplio. Asimismo, en línea con lo expuesto anteriormente, es necesario identificar significantes importantes que debe ser disputados. Las cuñas polémicas no sirven si no se inscriben en una estrategia. Así, junto a los clásicos significantes como patria o democracia, en Chile palabras como desarrollo, futuro, feminismo, empleo y seguridad son claves para construir la cancha. De alguna forma, ellas deben componer los mantras que marquen la campaña.
Finalmente, es necesario recordar que 2017 no es 2013. Luego de cuatro años de gobierno “reformista”, se ha pasado de la impugnación a la arremetida conservadora. El Frente Amplio llega con cuatro años de retraso. La estabilidad de los bloques políticos es más sólida de lo que el voluntarismo indica. El triunfo del Frente Amplio para estas elecciones es convertirse en una fuerza parlamentaria relevante. Para ello, no basta la conformación de una bancada; hay que proyectar un resultado que nos convierta en actores y actrices claves en la conformación de mayorías.
Si la meta es, en el mediano plazo, desplazar la actual estructura de representación, tenemos que salir a buscar la victoria. Dejar los pies en la calle para sacar la mayor cantidad de parlamentarios. Un desafío para el que debe ponerse a disposición la candidata y que exige grados de coherencia entre candidaturas. Pero sobre todo, un desafío que exige la convicción de que es posible recuperar el futuro y este país para su gente. Por eso, a partir de ahora debemos construir un Frente (amplio) para la victoria.
[1] http://www.eldesconcierto.cl/2017/01/09/movimiento-ciudadano-y-popular/
*Gabriel es Delegado de Bienestar Fech y militante del Movimiento Autonomista