Una vez fui invitada a un encuentro con campesinos de Paraguay, Argentina y Brasil, en donde se habló de economía sustentable y desarrollo de las comunidades desplazadas desde sus tierras hacia la urbe. El culpable era el cultivo de soja. Un alimento transgénico que servía no para matar el hambre de la población empobrecida por el duro impacto del éxodo campo-ciudad, sino para producir biodisel.
Es bastante curioso lo que sucede con la soja. Para algunos es el alimento que simboliza el movimiento vegetariano y vegano, sin embargo, muchos conocemos las complejidades que existen, que son explicadas en detalle en “Los señores de la soja – La agricultura transgénica en América Latina”, escrito por María Elizabeth Bravo, Diego Domínguez, Pablo Sabatino, Hugo Florencio Centurión Mereles, Javier Rodríguez, Carla Mariela Poth y Ana Lucía Bravo, y que pertenece a la Colección Becas de Investigación. CLACSO Coediciones.
Su resumen dice así:
“Este texto sigue el recorrido de la soja transgénica en América Latina y particularmente, en el Cono Sur. Podemos afirmar que, si bien la soja ha sido una fuente de ingresos para los Estados y los grandes sojeros de la región, ha beneficiado fundamentalmente a un puñado de empresas extranjeras. Entre ellas, podemos mencionar a Monsanto, que licencia sus genes y vende el herbicida glifosato; y ADM, Cargill y Bunge, que se encargan del acopio, el procesamiento y la comercialización de la soja no sólo en la región, sino a nivel mundial. Tristemente hemos visto que los excedentes de soja transgénica, que son rechazados por los consumidores de países opulentos, son colocados mediante programas de ayuda alimentaria en los países más pobres de América Latina y de otros continentes, para alimentar a los más pobres de los pobres, mientras se benefician repetidamente los mismos grupos económicos. Finalmente, observamos cómo hemos empezado a transitar un peligro aún mayor, con la promoción de los agrocombustibles. Y es a estos grupos de poder que los gobiernos del Cono Sur representan en espacios como las negociaciones del Protocolo de Cartagena, debilitando la posibilidad de alcanzar una posición latinoamericana soberana. Todo esto, mientras las comunidades locales son expuestas a baños de glifosato o son desplazadas para ceder el paso a la soja”.
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Por Karen Hermosilla