Las próximas semanas que enfrentará el movimiento estudiantil con el Gobierno no son para nada sencillas. Las agendas son diferentes y cada cual con un fuerte componente ideológico. Por un lado el Ejecutivo, abrazando el modelo neoliberal, sigue defendiendo el lucro. Mientras que los estudiantes lo han definido como la lacra de la educación, desde una perspectiva anticapitalista.
No obstante, para que este movimiento no postergue su objetivo primero por diez años más, el derecho a una educación gratuita y de calidad en todos sus niveles, pensamos que el tema del lucro en sectores claves de la economía, si bien merece ser reformado o abolido, no debe estar en el centro inmediato del debate.
Lo que aquí interesa en el ahora y la coyuntura política, es que los dirigentes estudiantiles, en su diálogo con el Gobierno, logren que desde el 2012, el Estado cumpla con garantizar educación pública gratuita y de calidad. Los respaldos para ello están en las arcas fiscales más grandes de nuestra historia nacional y están en los millones de chilenos(as) que así desean el cometido.
Y es que -si bien hay sectores de la economía del país en que el lucro debiese estar seriamente regulado, debiendo por último existir techos-, prohibirlo es lo complejo y tal vez a lo que nunca estará dispuesto un interlocutor como el que se tiene en frente: Un magnate.
Es por ello que, de momento, en vez de hablar de fin del lucro, hay que agarrarlo por definiciones claras de fondo, como que el que quiera lucrar con la educación no lo haga anual y eternamente recibiendo los recursos del Estado, que son los recursos de todos los chilenos y chilenas, que deben ser para fortalecer el sistema público.
Pueda ser que para este tipo de emprendimientos, pueda haber un impulso inicial por parte del Estado, pueda ser que, como actor dedicado a la formación e investigación, postule a concursos, pero el Estado no debe por qué subsidiar de forma permanente una institución de carácter privado, con o sin fines de lucro, pues su deber primero es, una vez más, fortalecer la educación pública, inclusiva y libre para todos los(as) hijos(as) de Chile.
Ahora, mirando a más largo plazo, pues el movimiento por la educación es hoy un movimiento social mucho más amplio, debemos pensar que aunque las conversaciones con el Gobierno fracasaran y nada se consiguiera, esto no es ni será responsabilidad del movimiento estudiantil ni sus representantes, sino más bien de quienes tiene el sartén por el mango, el Gobierno en extremo presidencialista de nuestro país, quien sabe que mantener mal educada a su población, es el mejor negocio para mantener a una clase privilegiada en el poder.
La historia de las revoluciones, hacía notar Trotsky, es ante todo la historia de la irrupción violenta de las masas al terreno en donde se decide la suerte. Y así los estudiantes han irrumpido con cacerolazos y respaldados por más de un 80 % de la población en la arena política nacional. Tal vez no hay un plan orgánico para la transformación social, pero sí conciencia de que ya no podemos soportar el viejo régimen.
Esta toma de conciencia nos llevará a una forma de entender y actuar frente a nuestra contemporaneidad, lo cual hará que con el tiempo se reafirmen las palabras de los jóvenes revolucionarios que han expresado “venimos a la política para quedarnos”.
Claramente la batalla es de sentidos, claramente se trata de ideologías, aunque traten de sacarle el poto a la jeringa, y esa batalla de ideas es la que queremos se transparente, se abra el Ágora, se viva en la plazas, se televise y fomente el diálogo social pues ya estamos hartos, no solo en Chile sino en el mundo, de ser excluidos, ignorados, oprimidos.
Finalizamos este editorial recordando a nuestros(as) lectores(as) que cruzamos septiembre, mes en el que se celebra esa independencia que no es tal, a nuestro juicio, pues terminamos, a grandes rasgos, cambiando de imperialismo español a uno anglosajón.
A tenerlo en cuenta; es también tarea y parte de nuestro desafío político, el darnos pronto una nueva independencia, no solo nacional, sino plurinacional, para todos los pueblos de América Latina; que se multipliquen los abrazos trasandinos pues recordando a Francisco Bilbao: “Tenemos que desarrollar la independencia, que conservar las fronteras naturales y morales de nuestra patria, tenemos que perpetuar nuestra raza americana y latina, que desarrollar la república, desvanecer las pequeñeces nacionales para elevar la Gran Nación Americana, la Confederación del Sur. Tenemos que preparar el campo con nuestras instituciones y libros a las generaciones futuras” (…) “El viejo mundo, recibirá la democracia de las manos del mundo nuevo y no será por primera vez, para dar la última prueba de que la juventud tiene la misión de todas las grandes innovaciones humanas”.
El Ciudadano
Ilustración: Cristobal Correa