Ilustraciones perversas de hombres explorando su sexualidad

Ni una mujer despechada, ni un hombre fúrico, los más perversos sobre la faz de la Tierra son los niños

Andrea Peña

17/07/2017 7:48am

Ni una mujer despechada, ni un hombre fúrico, los más perversos sobre la faz de la Tierra son los niños. Ellos, sin saberlo, sueltan de manera abrupta un comentario cruel, una crítica desalmada o una burla salvaje; son los que muestran la verdadera naturaleza de su maldad. Ésta no se relaciona con alguna intención de hacer daño, sino con la vileza que todos los seres humanos poseemos; misma que poco a poco “educamos” para disimular y convivir en sociedad.

Ácido, incómodo, confuso y –al mismo tiempo– irresistible, así es el humor de un niño. Los más pequeños no tienen tabúes ni prejuicios, por ello pueden tocarse los genitales sin siquiera inmutarse o pueden permanecer indiferentes ante un cuerpo desnudo, pero también pueden burlarse de lo más impensable.

Las hilarantes ilustraciones de Cute Brute nos recuerdan esa acidez infantil e intimidante que –a la vez– nos divierte y encanta. Hombres jugando a ser tan sensuales como una mujer en lencería, mucha piel y suficiente vello, nalgas descubiertas, disfraces exóticos y fantasías eróticas son parte de una serie en la que los hombres exploran su sexualidad.

Los colores y la estética de los trazos de Brute son, a primera vista, tan vivaces, cómicos y burlescos como la mente de un niño. Sin embargo, después de algunos minutos explorando su trabajo se puede apreciar el verdadero tono de cada imagen. No se trata de una perversión maligna, sino de la búsqueda de ese placer escondido en la alegoría de lo infantil.

Todos los personajes de este artista estadounidense son excéntricos y un tanto seductores. Entre colores surrealistas y expresiones jocosas encontramos un conjunto de travesuras, a través de las cuales, algunos hombres buscan su propia explosión de placer o simplemente la diversión más pura.

El talento de Brute nos lleva a scrollear su Instagram de forma imparable, conforme nuestro dedo se desliza sobre las máscaras, poses, colores y cuerpos desnudos de estos pícaros, nuestra mente comienza a fantasear tan velozmente como lo hacíamos en nuestra niñez. Después de todo, las perversiones no sólo nos acompañan desde que llegamos a este mundo, también nos definen.