Seguimos intentando alumbrar el conflicto entre gobierno y movimiento estudiantil, a la luz de la estrategia del conflicto de Thomas Schelling. La discusión política e intelectual ya dejó de centrarse en entender la dinámica de los eventos. Ha dado paso a la retórica y el discurso ideológico, cuando no a la mentira y distorsión interesada de la realidad. Esto es humano, demasiado humano.
Juego y Constitución del ’80
Las constituciones pueden ser entendidas como una matriz de juego, cuyos pagos y pérdidas son formulados en términos cualitativos (principios, valores, etc.). En cada negociación, que corresponde a un conflicto entre distintos actores sociales (por ejemplo, empresarios de la educación y de la banca, estudiantes, gobierno), la clase política transforma la matriz cualitativa en cuantitativa.
La Constitución del ’80 es el marco que restringe las estrategias y movimientos de los jugadores. Los jugadores son: los grupos económicos y la sociedad civil. Los partidos políticos legales son los representantes que canalizan las expectativas de ambos jugadores.
El rasgo central de la Constitución es que combina dos movimientos estratégicos: amenaza y promesa.
Así entonces, Alianza es el partido que juega por los grupos económicos y Concertación el partido que juega por la sociedad civil.
Alianza dispone del sistema binominal, de las leyes de altos qourums y de un TC para amenazar con el bloqueo de cualquier legislación que afecte a los grupos económicos.
Concertación es admitido en el juego si y sólo si puede formular y garantizar una promesa: el control de la movilización social. La cual, en todo modelo epistemológico de corte neoliberal (como los de Schelling y Epstein) se da por descontada, siempre presente.
Problema
Concertación no puede garantizar controlar la movilización social. Porque Alianza destruyó a Concertación política y moralmente, con el fin de llegar a la Moneda. Aprovechó, obviamente, las propias “debilidades” de su socio estratégico. Sin embargo, esto tuvo un efecto inesperado: el binominal y su camisa de fuerza han entrado en su fase terminal. Tanto Alianza como Concertación lo saben.
El tema de los otrora socios es cómo cerrar la Caja de Pandora que abrieron y por la que se les metió el Movimiento Estudiantil. Quien viene movilizándose desde 1981, debido a la destrucción del Pedagógico y la Universidad de Chile y la privatización del sistema universitario.
Alianza quiere hacer la primera jugada (concesiones). Pero, necesita confiar en la promesa original de Concertación: que no se desmantelará el modelo económico-social neoliberal. Concertación ya no puede garantizarlo.
Escenario actual
Alianza se atrinchera en la Constitución del ’80, enfrentando el vendaval de la movilización social. Concertación está en un proceso ciego de disgregación.
Es posible que el Partido Comunista le de un balón de oxígeno a los sectores de centroizquierda de Concertación. El PC es la única fuerza política tradicional que puede ejercer algún grado de control sobre el movimiento estudiantil. Es la fuerza política que está en mejores condiciones para negociar concesiones con Alianza. La propuesta de la CONFECH de bajar la movilización, terminando con las tomas y retomando las clases, si el Gobierno accede a la condiciones solicitadas para iniciar las mesas de trabajo, es una muestra de ello. El PC estaría a punto de volver en gloria y majestad por la puerta grande de la política chilena. Sin embargo, Alianza necesita que el PC controle a los liderazgos emergentes, más radicalizados, de la CONFECH y de los Secundarios.
Reformas políticas
De acuerdo a declaraciones de Camilo Ballesteros, presidente de la FEUSACH, la visión estratégica del PC es que hoy , además de las soluciones ‘retail’ del Gobierno, se pueden dejar bien instalados los temas de las reformas políticas de fondo (educacionales y de la institucionalidad binominal). El PC está en condiciones de aprovechar los espacios del binominal, en las elecciones de alcaldes de 2012, y mejorar su posición articuladora de los sectores que se desgajan de la Concertación y de los sectores díscolos que ya la abandonaron. Con ello se potenciaría el proceso de acumulación de fuerzas y de dirección de las próximas movilizaciones sociales, las cuales serían la condición necesaria para reinstaurar una democracia representativa plena, sin seguros autoritarios.
¿Hasta qué grado el PC cosechará los réditos de la movilización estudiantil? ¿Qué significan las pifias contra Jaime Gajardo, en la última marcha de los estudiantes? ¿Y la escasa convocatoria a los actos políticos que el PC ha desarrollado en algunos establecimientos en toma? Pareciera ser que la restauración de una democracia representativa clásica no garantiza que las nuevas generaciones de ciudadanos confien en fuerzas políticas entrenadas para negociar en las altas instituciones políticas, sin el control directo de sus electores. No es una casualidad que una de las consignas políticas más fuertes de las movilizaciones estudiantiles sea: “El pueblo unido avanza sin partidos”.
El control directo de los electores sobre sus representantes es un hecho posible, desde la irrupción de las redes computacionales, mucho antes que Facebook y Twitter aparecieran. El “Pueblo de Seattle” ha sido un buen ejemplo de ello. Hoy existe un ágora electrónica (ágora computacional, ciberAgora) en la que, en tiempo real, discuten, se organizan, toman decisiones y actuan sobre “la realidad” millones de ciudadanos. ¿Qué justificación puede argüir, hoy día, en su favor la democracia representativa?
Las nuevas generaciones de ciudadanos, secundarios y universitarios, no parecen orientados a formar nuevos partidos políticos. Sino a manifestarse a través de movimientos sociales que se esfuerzan en mantener su independencia de los partidos políticos. La era del consumo global, también abrió la era de la participación política global. La cual, paradójicamente, puede desplegarse desde la propia localidad de los individuos. Las redes computacionales permiten interconectar estos fenómenos locales, dando pie al surgimiento de efectos globales difíciles de controlar y difíciles de preveer desde las alturas del estado y sus instituciones.
Las movilizaciones estudiantiles que han “azotado” la institucionalidad política muestran que una de las tareas es construir constituciones que preserven la presión de los movimientos sociales emergentes sobre la clase política, el estado y sus instituciones, »disuadiendo» a éstas de recurrir a estrategias centralizadoras. Instituciones como la “revocabilidad”, nacidas de las experiencias de Asamblea Constituyente, en varios países vecinos, son posibilidades que deben ser estudiadas, para construir instituciones políticas que estén a la altura de la movilización social apoyada en el ágora eléctronica (ágora computacional, ciberAgora).
Addenda
Producto de la única reunión sostenida, hasta ahora, entre Piñera y el movimiento estudiantil, el gobierno propuso su esquema de tres mesas de trabajo. Como dicho esquema no hacía ninguna concesión a las demandas estudiantiles, fue obviamente rechazado y generó una contrapropuesta de los estudiantes. La cual fue rechazada por el gobierno. Los principales medios de comunicación se han explayado en presentar la situación como si se hubiera concedido en dos de los cuatro puntos pedidos por la CONFECH y los Secundarios. Sin embargo, el gobierno ha seguido con su estrategia retórica de presentar concesiones que no son tales:
*»acordar» actas públicas de las reuniones no es televisar, en tiempo real (de nuevo el tiempo real de las redes computacionales), el trabajo de las mesas.
*aceptar poner en primer lugar, el establecimiento de una Superintendencia que vigilará, en el futuro y tras el debate parlamentario, el cumplimiento de las leyes contra el lucro, no es detener, ahora ya, el flujo de platas del estado a empresarios de la educación que se enriquecen con ellos. Flujos que terminan en las utilidades del sistema financiero.
Usando una metáfora tomada de la Estrategia del Conflicto, el gobierno trata de poner al movimiento estudiantil en un escenario de «guerra termonuclear». Es decir, frente a un precipicio donde los estudiantes se vean en la disyuntiva de retirarse o desatar una represalia con pérdidas totales para si mismos y las universidades del Cruch: pérdida de becas, del aporte del CAE, repitencia (caso de los secundarios), etc.
Lo que intenta el gobierno, y aquí se juega su maestría negociadora, es que el movimiento estudiantil aparezca como el culpable de desatar el castigo estatal.
Esto es, ciertamente, muy peligroso, porque una opción del movimiento estudiantil es subir los costos del gobierno y de la clase política: enfocar su proa a la institucionalidad política. Por ejemplo, vía una huelga de hambre generalizada y la convocatoria a un plebiscito. Recordemos que Lota ya mostró parte de ese camino.
Rogelio Vilches Márquez
Editor NautilusWiki