Aurora Bernárdez nació en Buenos Aires en 1920 y pese a haber estudiado Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, desde muy joven se dedicó a la traducción, logrando con el paso del tiempo un gran reconocimiento dentro de ese ámbito literario. En diciembre de 1952, viajó a París y se casó con Julio Cortázar, con quien estuvo en pareja hasta el año 1968. Sin embargo, después de la separación siempre se mantuvo cercana al escritor argentino y se acompañaron mutuamente hasta la muerte del autor de Rayuela, el 12 de febrero de 1984. Desde esa fecha, fue la albacea literaria de Cortázar hasta su muerte en París en 2014.
De esa manera, la trayectoria dentro del mundo de las letras de Bernardéz se vio centrada en dos ocupaciones: la traducción y el manejo de la obra de Cortázar, quedando relegada su propia producción, la cual nunca vio la luz. Ahora bien, los textos de Aurora no eran un secreto bajo llave y muchos de los editores con los que ella frecuentaba le insinuaban que publique. Sin embargo, ella se mantenía firme en su decisión de mantenerse inédita. Quizás las sombras de su medio hermano, Francisco Luis Bernárdez, y su eterno compañero fueran difíciles de sortear para ella.
Al respecto, en la extensa conversación que mantuvo con el compositor y cineasta francés Philippe Fénelon en noviembre del 2005, única entrevista concedida durante su vida y que forma parte de El libro de Aurora (Alfaguara, 2017), señala: «Mi medio hermano fue un poeta muy reconocido, excelente poeta, católico. Y yo tenía conciencia de eso. Es decir que vengo de un mundo en que la literatura era una cosa real, concreta, vivida (…) Una escritora era un poco sospechosa. Primero, podía ser de una moral discutible -ahora parece ridículo, pero en aquellos tiempos no lo era-; segundo, se metía en un terreno que no era para las mujeres».
Sin embargo, además de la historia familiar de Aurora, los conservadurismos y machismos de la época también jugaron un rol importante para esconder su propia obra. Por supuesto que el casarse con Julio Cortázar tampoco la ayudó a exponerse. No porque el autor de Bestiario no la incentivara: «Me inhibía seguramente mucho. Me imponían una gran exigencia. No sé por qué me comparaba, no me puedo comparar, uno no puede compararse con nadie (…) Cortázar pensaba que yo era perezoza, haragana, que era el colmo que no lo hiciera, que patatín, patatán. Me criticaba mucho por eso».
Compuesto por poemas, relatos, anotaciones personales en forma de diario y la entrevista con Fénelon, este libro se centra en la escritura de Bernárdez, la cual hasta el momento era conocida por poquísimas personas. Por ejemplo, puede leerse en el primer poema que abre El libro de Aurora.
La tarea de escribir
Llenarás las palabras de ti mismo,
llenarás las palabras de palabras,
llenarás con las cosas las palabras:
quedan siempre vacías.
Vaciarás las palabras de ti mismo,
vaciarás las palabras de palabras,
vaciarás de las cosas las palabras:
queda siempre el vacío.
¿Dónde estarás tú mismo,
dónde las cosas, dónde las palabras?
Otro fragmento de El libro de Aurora, en el que se puede ver el tono reflexivo y personal que algunas de las anotaciones tienen, es el siguiente: «El amor no se construye día a día. Es instantáneo y no dura. Lo demás es tentativa de sustituirlo por otro vínculo, el de la poesía del objeto que nos deslumbró, que tiene ese poder. Poder que pierde en la medida en que es nuestro».
Balanceándose entre la propia figura de Aurora y su rol de eterna compañera de Julio Cortázar, algo que se puede ver con más detenimiento en la entrevista que cierra el libro, donde las mayorías de las preguntas se centran en el escritor y no en ella, como si Bernárdez fuera la portavoz de su difunta expareja, se puede decir que de todas formas este libro hace honor a una escritora reservada, que prefirió esconderse en las traducciones por las que es reconocida.
En definitiva, para los fanáticos de Cortázar, además de los escritos de Bernárdez, este libro ayuda a conocer detalles de los años junto a Aurora, la separación, y los últimos meses de vida del escritor. En cambio, para los fanáticos de la literatura en general, podrán introducirse a una escritora que aprovechó sus apasionadas lecturas para metabolizarlas en un nuevo material con voz y talento propios.
No es casualidad que la autora señale en la entrevista que cierra su libro: «La lectura no es nunca pasiva para mí. Es quizá lo que más satisfacción me dado en esta vida, sin duda». Ahora, serán sus propias obras las que provoquen, o al menos tengan la oportunidad de intentar provocar, esa sensación a los lectores de la región.