La liberación de Mosul, tres años después de que la ocupara el grupo yihadista Estado Islámico (EI), ha supuesto una gran noticia para todos los iraquíes, sobre todo si tenemos en cuenta que el país lleva sufriendo 17 años de violencia continuada. Sin embargo, la reconciliación, la reintegración y la reconstrucción, que deberían convertirse en los pilares fundamentales para sacar a Mosul del pozo en el que se encuentra inmerso, han sido sustituidas por la misma sed de venganza que hace años contribuyó a la victoria de los yihadistas.
Los informes de las organizaciones de derechos humanos que llegan desde Irak son demoledores: ejecuciones extrajudiciales, detenciones ilegales, maltrato a los arrestados y prisiones improvisadas en condiciones infrahumanas. Ante lo que las ONG ya califican como «crímenes de guerra», el primer ministro iraquí, Haider al Abadi, ha afirmado que «toda violación contra la ley o contra la dignidad de una persona es inaceptable». Aunque el mandatario ha asegurado que las autoridades perseguirán estos abusos, los ha calificado como «actos individuales».
Ejecuciones, torturas y centros de detención
La semana pasada, circularon por Internet cuatro videos, supuestamente grabados en el oeste de Mosul los días 11 y 12 de julio, que muestran los abusos de los soldados iraquíes durante la batalla para la reconquista de la ciudad. En uno de ellos, se puede observar a soldados iraquíes golpeando a un detenido y arrojándolo por un acantilado para luego dispararle a él y a otros cuerpo que yace en el fondo del precipicio. El resto de los vídeos muestran a soldados iraquíes y a miembros de la Policía Federal golpeando a civiles.
Estos hechos no son aislados. La organización Human Rights Watch (HRW) ha denunciado que existen numerosas pruebas que demuestran que se están llevando a cabo ejecuciones extrajudiciales en Mosul. Entre ellas, la ONG destaca el informe de dos observadores internacionales que aseguran que el pasado lunes un comerciante de un barrio del oeste de la Ciudad Vieja les mostró los cadáveres de 17 hombres, algunos de ellos vestidos con ropa de civil, supuestamente tiroteados por la una división de las Fuerzas de Seguridad iraquíes.
La organización publicó también hace unas semanas el relato de cuatro testigos que aseguraban haber visto a las fuerzas iraquíes golpear a ciudadanos, entre ellos niños, que trataban de escapar de la ciudad durante la ofensiva. Además, durante los nueve meses que ha durado la ofensiva sobre Mosul, HRW ha documentado que las fuerzas iraquíes han detenido sin cargos a al menos 1.200 hombres y niños en condiciones inhumanas, en algunos casos, torturándolos y ejecutándolos por ser sospechosos de pertenecer al Estado Islámico.
La ONG también ha denunciado la existencia de un «centro de rehabilitación» donde fueron retenidas unas 170 familias de los combatientes del Estado Islámico para recibir «una rehabilitación psicológica e ideológica». En estos centros, los detenidos eran interrogados para determinar si apoyaban o no la ideología del grupo, sin ningún cargo contra ellos que justificase su detención. El Gobierno iraquí ha asegurado que cerró este campo de detención a principios de esta semana.
Los mismos abusos que llevaron al EI a la victoria
El sentimiento que tiene ahora una parte de las fuerzas armadas iraquíes, y también algunos ciudadanos – dentro y fuera del país -, es que la lucha contra el Estado islámico puede estar exenta del cumplimiento de las leyes internacionales para la guerra, dada la crueldad con la que han actuado los yihadistas. Sin embargo, las ejecuciones y otros abusos tienen el riesgo de devolver a Irak a los ciclos de violencia que han plagado el país durante más de una década, según Belkis Wille, investigadora de Irak para HRW.
Son precisamente este tipo de abusos de derechos humanos los que facilitaron que los yihadistas fueran capaces de reclutar a tanta gente en el pasado y derrotar, en el norte de Irak, a las fuerzas gubernamentales. Si los abusos continúan, «verán que los árabes suníes querrán sumarse a cualquier organización extremista que surja en el futuro», aseguró. Además, la experta añadió que, más allá de las declaraciones de las autoridades asegurando que no permitirán estos abusos, de momento, ningún soldado u oficial ha tenido que rendir cuentas por estos actos.
En este sentido, Daniel R. DePetris, analista en materia de seguridad, recuerda en un artículo en ‘The National Interest’, cómo hace tres años los residentes de Mosul aplaudían y vitoreaban en las calles la llegada de los convoyes de los yihadistas. Su alegría, sin embargo, no se debía tanto al hecho de ser partidarios del proyecto de construcción de un califato o de la aplicación de la ley islámica, sino a que los soldados iraquíes, a los que consideraban injustos, corruptos y duros, fueron expulsados de la zona y recibieron una lección humillante.
Para el experto, si el Gobierno iraquí no quiere encontrarse en la misma situación en el futuro, debe iniciar una serie de reformas políticas e institucionales que impidan que las fuerzas de seguridad iraquíes muestren el comportamiento atroz que una minoría de ellos está exhibiendo hoy. Estas medidas incluyen organizar los ministerios de seguridad, perseguir a los soldados que comentan crímenes de guerra, despedir a los comandantes y generales que permiten y fomentan estos abusos, así como llevar ante la justicia a los ministros y funcionarios que violen la ley.
FUENTE: RT