En unos 5 mil millones de años nuestro Sol terminará de consumir todas sus reservas de hidrógeno y empezará su enfriamiento y expansión, volviendo a la Tierra un fantasma de lo que fue por causa del calor y la radiación. Considerando que nuestra actual dinámica planetaria nos tiene condenados (si no la renovamos), probablemente los seres humanos seremos los dinosaurios de entonces.
Lo más probable es que al menos una forma de vida siga prosperando: el tardígrado, un organismo prácticamente invencible. Según un nuevo estudio de las universidades de Harvard y Oxford, no tomará nada menos que la muerte del Sol para afectar a esta especie, lo que resulta ser una buena noticia, porque significa que otras catástrofes graves no acabarían con toda la vida del planeta y dejarán a algunos organismos funcionando.
Los tardígrados no tienen buena cara, parecen torpes y llevan apodos tiernos que no reflejan lo que realmente son (los amos del mundo), como osos de agua o cochinillos de musgo. Todo esto es una máscara, porque estas criaturas microscópicas están entre las formas de vida más duras del planeta. Al entrar en un estado de animación suspendida soportan temperaturas tan bajas como -272º C y tan altas como 150º C. Pueden vivir sin alimento, agua y oxígeno por largos períodos, y soportan el vacío espacial y las presiones que hay en las mayores profundidades del océano.
Es por este rango de poderes que los tardígrados son un buen punto de referencia para medir la resistencia de la vida en la Tierra, en general. Cuando los científicos estudian las amenazas a gran escala, por lo general se centran en la supervivencia de nuestra especie, pero en el gran esquema de las cosas, los seres humanos somos bastante frágiles. Por ejemplo, si un gran asteroide impacta el planeta, la civilización humana y una buena parte de las especies terrestres y marinas podemos morir, pero ciertas formas de vida encontrarían una manera de continuar sin nosotros.
Mientras la vida en la Tierra ya ha sufrido cinco eventos de extinción en masa, matando a veces hasta un 90% de todas las especies, los tardígrados han sobrevivido a todos ellos. Esto nos da una idea de la magnitud que debería tener una catástrofe planetaria para esterilizar completamente a la Tierra.
Los científicos de Oxford y Harvard llegaron a la conclusión de que los océanos tendrán que hervir antes de que la vida pueda extinguirse completamente, y eso no es fácil que ocurra. Consideraron tres eventos astrofísicos: el impacto de un gran asteroide, una supernova o una explosión de rayos gamma. Una roca espacial razonablemente pequeña podría acabar con la vida, pero según los investigadores, tendría que tener una masa equivalente a la de Plutón para impactar a las criaturas de la Fosa de las Marianas. Afortunadamente, hasta donde sabemos, no hay ningún objeto de estas dimensiones merodeando las inmediaciones del planeta.
En teoría, una supernova cumple con todos los criterios para hacer bullir los océanos directamente, pero la posición de nuestro planeta en la galaxia nos salva de esa amenaza. El equipo calculó que para que una supernova haga explotar la Tierra con suficiente radiación para destruir la capa de ozono, tendría que estar a menos de 0,14 años luz de distancia. Pero la estrella más cercana, Proxima Centauri, está a cuatro años luz de distancia y no es lo suficientemente grande como para un evento de supernova.
Las ráfagas de rayos gamma son los primos más grandes y mortíferos de la supernova. Se cree que ocurren cuando dos estrellas de neutrones chocan o cuando las estrellas masivas se precipitan a un agujero negro y, al hacerlo, liberan más energía al espacio que cualquier otro fenómeno conocido. Como tal, una ráfaga podría diezmar la Tierra desde una distancia de 40 años luz, pero nuevamente, los científicos aseguran que esta amenaza no existe.
Eso deja sólo un evento: la muerte del Sol. La humanidad puede hacer sus mayores esfuerzos por echar a perder su existencia y los ecosistemas que la sostienen, pero lo más probable es que el tardígrado siga dominando por miles de millones de años desde el anonimato.
Al mirar la persistencia de la vida en un contexto más amplio -no antropocéntrico- los investigadores creen que el panorama es positivo, en términos de la probabilidad de que haya vida en otras partes del universo y del tiempo que hay para seguir buscando.
El estudio «La resiliencia de la vida a los eventos astrofísicos» está publicado en la revista Nature y este artículo tiene una versión original en New Atlas.
El Ciudadano