Científicos chilenos estudian las propiedades del calafate contra la obesidad y la diabetes

Observando las propiedades antiinflamatorias de varios tipos de bayas, los investigadores descubrieron que el calafate demostró ser excepcional bloqueando el desarrollo de la resistencia a la insulina. En una nueva etapa de investigación, los científicos seguirán evaluando las propiedades de este fruto con el fin de ofrecer soluciones para el tratamiento y prevención de la obesidad y la diabetes.

Científicos chilenos estudian las propiedades del calafate contra la obesidad y la diabetes

Autor: Sofia Olea

Calafate (Berberis microphylla)

Quien haya estado en la Patagonia chilena o argentina, sabe que uno de los tesoros de esas tierras es el calafate; un arbusto espinoso que da un pequeño fruto azul casi negro. Esta especie pertenece a la familia de las Berberidaceae y su baya se recolecta en verano para consumirse fresca o elaborar mermeladas, jaleas, jarabes y licores.

El investigador chileno Diego García ha estudiado esta fruta nativa como parte de su proyecto Fondecyt de Iniciación, que se basó en investigar las propiedades antiinflamatorias del maqui, el calafate, la murtilla y la frutilla silvestre, entre otras.

Con un modelo in vitro, los investigadores descubrieron que dos de estas bayas, el maqui y el calafate, demostraron ser excepcionales bloqueando el desarrollo de la resistencia a la insulina. Entre estas dos frutas, la más eficaz resultó ser el calafate.

«Con esos resultados quisimos avanzar al paso siguiente, en un modelo sistémico in vivo de obesidad a diabetes por resistencia a la insulina, que considerase la metabolización de estos polifenoles provenientes del calafate y su posible impacto, o el de sus submetabolitos, en los tejidos blancos”, detalla García en un comunicado de la Universidad de Chile.

La grasa parda

La estudiante de doctorado en Biotecnología, Jessica Soto, de la Universidad Católica de Valparaíso, concretó el estudio y observó que había un resultado antiinflamatorio del extracto de calafate tras su absorción, luego de ser ingerido por el animal (de prueba). Es decir, “surtía el efecto que habíamos pensado que iba a ocurrir”, señaló el doctor García.

Pero de ese modelo surgió una línea derivada de investigación: la grasa parda. “Este es un tejido adiposo diferente al habitual. En humanos se ubica en la zona supraclavicular, pero se encuentra en mayor cantidad solamente en los recién nacidos. Después de los cuatro o cinco meses de vida comienza a decaer en cantidad hasta que después es casi inexistente. No obstante, diversas investigaciones recientes han descrito su presencia en adultos, pero no en condiciones patológicas; es decir, obesos y diabéticos casi no tienen grasa parda”, explica García.

La grasa parda ayuda a mantener la temperatura corporal en varias especies animales, incluidos los humanos cuando son bebés. Hace algunos años se descubrió que esta grasa no se pierde totalmente en la primera infancia, sino que se conservan ciertas reservas durante el desarrollo. Un estudio observó que mayores depósitos de esta grasa permiten mantener bajos niveles de glucosa y se la ha vinculado con un peso saludable.

En base a estos conocimientos, los investigadores chilenos realizaron un experimento en dos grupos de modelos in vivo (es decir, con animales). También se usó un grupo de control. A todos se los sometió a una dieta rica en grasas, pero a uno de ellos se les dio extracto de calafate en dosis baja desde el comienzo. Al segundo grupo se le dio el producto en la misma medida, pero cuando ya habían desarrollado obesidad. La idea del experimento era generar animales con obesidad y diabetes por resistencia a la insulina.

Como reveló García (foto arriba), los resultados fueron inesperados: arrojaron que «en ambos grupos de animales tratados con extracto de calafate aumentó la cantidad de grasa parda».

Además, los animales del grupo tratado con extracto de calafate a modo preventivo no engordaron tanto. «Solo la mitad que lo hizo en el segundo grupo, y sin que hubiera diferencia en la ingesta. Es decir, el grupo más beneficiado con la ingesta de extracto de calafate fue el primero, porque no sólo aumentó la grasa parda, sino que se acumuló menos grasa blanca, por lo que este podría ser un factor añadido para que presenten menor riesgo de resistencia a la insulina», explica García.

Avances en la industria agraria

Esos resultados son los que fundamentan el proyecto Fondecyt Regular 2017, que el doctor Diego García y su equipo realizarán por tres años. «Queremos evaluar las propiedades antiobesidad del consumo de extractos de calafate ricos en polifenoles, específicamente antocianinas, debido a lo que observamos en el modelo sistémico, es decir, evaluando sus efectos en presencia y actividad de tejido adiposo pardo y, de paso, evaluar la posibilidad de inducción de pardeamiento de tejido adiposo blanco con este tratamiento», afirmó el académico.

La investigación contará con el apoyo del Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA, a través de un proyecto liderado por la doctora María Teresa Pino, que se encuentra estudiando el mejor manejo agronómico del calafate, con el fin de lograr facilitar el manejo de los cultivos y optimizar las cosechas, para dar pie a una industrialización sustentable de derivados de este fruto.

«Vemos este estudio como de una cercana aplicación futura», señala el doctor García. «De estas investigaciones podría derivar un producto, ya sea un extracto, un liofilizado o algo diferente, sustentado por esta batería de investigación, para determinar su uso a modo preventivo de la obesidad. Nuestra idea es que se pueda usar complementariamente a un programa de pérdida de peso, o para mantener un consumo constante dentro de un proyecto de vida saludable; no es una panacea», concluye.

El Ciudadano

 

 


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