¿Qué sería de nuestra sociedad con una mentalidad Agile?

Las metodologías ágiles han ido tomando validez con fuerza en los entornos comerciales, eso queda de manifiesto cuando observamos que el 2016, el 86 % de las empresas en USA declararon que querían competir en la construcción de una experiencia del cliente completa, registrando un importante incremento al compararlo con el 36% que decía lo […]

¿Qué sería de nuestra sociedad con una mentalidad Agile?

Autor: Jose Robredo

Las metodologías ágiles han ido tomando validez con fuerza en los entornos comerciales, eso queda de manifiesto cuando observamos que el 2016, el 86 % de las empresas en USA declararon que querían competir en la construcción de una experiencia del cliente completa, registrando un importante incremento al compararlo con el 36% que decía lo mismo hace cuatro años.

Esto es relevante para Chile porque somos una economía pequeña, que estamos (y necesitamos estar) abiertos y en interacción con el mundo, y especialmente cuando nos enteramos que el año 2017, Chile será la tercera economía con el crecimiento más bajo en américa latina, solo sobre Venezuela y Brasil. Por otra parte, si nuestra sociedad tomara una mentalidad de metodologías ágiles, los cambios no debieran verse solamente en las empresas sino en el estado, en sus tres poderes y en la forma en que enfrentan los desafíos del país.

Hagamos un poco de recuerdo. Cuando Alvin Tofler decía que se avecinaba una crisis institucional y social porque si los actores sociales fueran un auto que va en una carretera, el de las empresas circularía a 160 KM/H, mientras que el estado sólo lo haría a 10 KM/H y las leyes evolucionarían a 1 KM/H. ¿Realmente hay alguien que ponga en duda esta lógica ahora?

¿Qué ha provocado eso en nuestro país? Entre muchos problemas, los diputados tienen un 8% de aprobación, los senadores un 10 % y la coalición gobernante tiene sólo un 18 % de aprobación según la última encuesta Adimark. La gente está desencantada, no cree en las promesas que se hacen, los empresarios no creen en los políticos y ellos no confían en los empresarios. Nos encontramos en una sociedad de trincheras que no parecen encontrar caminos de solución más que vencer a la otra parte, dejando en el camino como heridos a la inmensa mayoría de los chilenos que no ven mejoras reales a sus necesidades.

Si fuéramos capaces de tomar los principios de las metodologías ágiles y los aprendizajes del Diseño de experiencias de clientes (CX) en nuestra sociedad nos veríamos enfrentados a una decisión fundamental ya que lo primero sería asumir que se legislará para obtener un MVP en cada proyecto. Qué es un MVP, es un mínimo producto viable que debe ser la nueva versión de una ley en que el estado y el país obtienen una mejora sobre lo que existía y en que se aprenden lecciones que luego serán utilizadas para seguir desarrollando crecimiento sobre sí mismas. Una condición base es que si no hay mejora para los usuarios, o esta no es posible de medir no sirve.

Para lograr este objetivo, se requiere que como país adoptemos algunas características de las metodologías ágiles que están en el manifiesto ágil:

  1. Poner a los individuos e interacciones sobre los procesos y herramientas. Esto se reflejaría en que es más importante legislar por el bien de las personas y no por los cálculos de votos más o menos que puedan obtener en las elecciones de fin de año, especialmente teniendo en consideración que luego del primer despacho de ley, se tomarían las lecciones y se trabajaría de inmediato en las correcciones que fueran necesarias para seguir optimizando la experiencia que los chilenos tengan con sus instituciones.
  2. Funcionalidades sobre documentación exhaustiva. Significaría que más importante que la letra de la ley es la capacidad de llegar a acuerdos para desarrollar mejoras, no se trata de generar comisiones y comisiones que luego borren con el codo lo que escribieron con la mano, sino de desarrollar leyes y reglamentos que ayuden a generar mejoras y beneficios reales y tangibles para la mayoría de los habitantes del país.
  3. Colaboración con el cliente sobre negociación de contratos. ¿Quién es el cliente en este caso? Probablemente los electores, aquellas personas que elegimos a nuestros representantes, esos que en promedio ganan 500 mil pesos y no los que tienen autos, oficinas, teléfonos, y meses de vacaciones al año. Requiere un acto de generosidad importantísimo por parte de los legisladores, y probablemente es el único camino para dejar de alejarse de las reales expectativas de lo que se ha denominado “el ciudadano de a pie”.
  4. Responder ante el cambio, antes que al seguimiento de un plan. Con esto no quiero decir que el país no deba tener políticas de estado, o que los candidatos no deban tener programas, pero en un mundo globalizado e híper conectado, hay instancias y tecnología para enfocarnos en desarrollar lo importante (las políticas de estado) sin olvidar lo urgente (las desigualdades y requerimientos que no pueden esperar).

Tengo certeza en que mucha gente discrepará de mi punto. Algunos porque creen que esto es una visión economicista de problemas sociales, otros porque no conciben que las personas que están en el gobierno y manejando nuestros destinos puedan tener el nivel de madurez requerido para empezar a gobernar el país a 160 KM/H, y lamentablemente habrá un grupo que no cree en la generosidad del ser humano como algo realmente posible.

Es posible que todos tengan algo de razón y este artículo no pretende ser una propuesta detallada de los caminos que debemos seguir, pero si un primer paso para proponer un nuevo sistema de relacionamiento entre los ciudadanos, los gobernantes y las empresas. Si algo nos ha enseñado la historia es que tiende a repetirse en ciclos y no podemos olvidar lo que sucedió hace más de 200 años cuando una clase gobernante completamente desconectada de lo que quería la gente de su país respondió ante las necesidades sociales con la frase, “si no tienen pan, que coman tortas”.

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