Todos los años en estas fechas, nuestro planeta atraviesa la estela que deja el cometa Swift-Tuttle, con una multitud de partículas que chocan contra la atmósfera.
La lluvia de estrellas de las perseidas, como les llamamos más poéticamente, emergen de la constelación de Perseo, y cuando quedan libres en el espacio parecen dirigirse en todas direcciones.
La mayoría de los meteoroides (partículas desprendidas del cometa) que originan esta lluvia son tan pequeños como un grano de arena, pero cuando se cruzan con la atmósfera de nuestro planeta a más de 210.000 km/hora, aumentan su temperatura hasta en 5.000 grados en una fracción de segundo. Este veloz movimiento, que ocurre entre 80 y 100 kilómetros sobre el nivel del suelo, hace que cada partícula se desintegre, emitiendo un destello que para nosotros es una estrella fugaz.
Las partículas más grandes, que son como del tamaño de una arveja (se las llama bólidos), pueden producir un brillo mucho más brillante.
Este año la luz de la Luna hará que el evento sea menos espectacular en términos de visibilidad. De todas maneras se estima que podremos ver hasta unas cien estrellas fugaces por hora en el momento de mayor actividad, que este año será la noche y madrugada del sábado 12 al domingo 13 de agosto.
Las perseidas se pueden ver a ojo desnudo, es decir, sin instrumentos de observación astronómica. Pero es crucial situarse en un lugar lo más oscuro posible y lejos de la contaminación lumínica de ciudades y pueblos.
El Ciudadano